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Reducir los riesgos comerciales con China es un negocio arriesgado

Gideon Rachman, © 2023 The Financial Times Ltd.

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El concurso de la palabra del año ya ha terminado. En la categoría geopolítica, la ganadora es "de-risking", es decir, reducción de riesgos.

Este término ha pasado de la oscuridad a la ubicuidad en menos de dos meses. Fue el tema central de un discurso sobre China pronunciado a finales de marzo por Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. La administración Biden aprovechó entonces el término. Luego, la semana pasada, recibió el respaldo de una cumbre del G7.

Una de las razones por las que los líderes occidentales han adoptado la reducción de riesgos con tanta premura es que los saca de apuros retóricos. En el pasado, la idea de "desvincular" las economías occidentales de China se ha criticado como imposible y extrema. La reducción de riesgos suena más prudente y selectiva. A las empresas occidentales se les está diciendo que pueden seguir comerciando con China, pero con algunas salvaguardias.

Los riesgos que les preocupan a EEUU y a la Unión Europea (UE) pueden clasificarse en dos grandes categorías: lo que Occidente recibe de China y lo que China recibe de Occidente.

En la categoría de "lo que reciben de nosotros", la tecnología avanzada con usos militares potenciales encabeza la lista. Las restricciones a la exportación de semiconductores anunciadas por EEUU y — la semana pasada — por Japón, entran en esta categoría.

Al mismo tiempo que las naciones del G7 están restringiendo el acceso de China a tecnologías esenciales, también están intentando liberarse de lo que consideran las peligrosas dependencias de Occidente con respecto a China. Las tierras raras y los minerales críticos, cruciales para la tecnología de las baterías y la transición ecológica, encabezan la lista. Como señaló von der Leyen en su discurso, la UE importa de China el 97 por ciento del litio — crucial en la fabricación de baterías — que necesita para su fabricación.

Otra dependencia que Occidente está intentando reducir es la de más del 90 por ciento de los semiconductores avanzados que proceden de Taiwán, la isla vulnerable a una invasión de China. La Ley de Chips estadounidense de 2022 proporcionó US$52 mil millones de financiación para impulsar la fabricación de chips en EEUU.

La teoría detrás de la reducción de riesgos ahora parece razonablemente clara. Sin embargo, la práctica es mucho más turbia.

Ya están surgiendo tres grandes dificultades. En primer lugar, el choque entre los intereses de las compañías y los países. En segundo lugar, la dificultad y el costo de reducir la dependencia de China. En tercero, una ambigüedad persistente sobre la naturaleza del riesgo. ¿Nos preocupa la coerción política de China o realmente una guerra?

En tiempos normales, apoyar a las compañías nacionales que quieren exportar es un objetivo clave de los gobiernos occidentales. Pero eso ya no es siempre así, en el mundo de la reducción de riesgos.

La semana pasada, Jensen Huang, presidente ejecutivo de Nvidia, el grupo de semiconductores con sede en California, advirtió del "enorme daño" que sufrirán las compañías estadounidenses si se les impide vender chips avanzados a China. Pero los funcionarios estadounidenses se han mantenido firmes en su postura. Señalan que los chips de Nvidia son cruciales para el desarrollo de la inteligencia artificial (IA).

También dicen que China podría utilizar fácilmente la IA avanzada para todo tipo de fines nefastos, desde la producción de armas biológicas (aparentemente un interés particular chino) hasta la manipulación política a través de noticias "deepfake" o ultrafalsas. El endurecimiento de las restricciones a la inversión extranjera en China, tanto por parte de la UE como de EEUU, hará que en el futuro más compañías occidentales se vean sometidas a controles similares a los de Nvidia.

Pero la restricción de las exportaciones y de las tecnologías esenciales es obviamente un juego que pueden jugar dos partes. Por ello, Occidente también está intentando urgentemente reducir su dependencia de China en ámbitos cruciales.

Las opiniones difieren sobre cuán fácil será. Liesje Schreinemacher, ministra holandesa de comercio, advirtió esta semana que la transición ecológica de Europa será imposible sin China, que es, con mucho, el mayor productor mundial de paneles solares, baterías y los minerales fundamentales que los componen. Un funcionario de inteligencia occidental sostiene: "Nos ha tomado 30 años crear nuestra dependencia de China en minerales críticos y tierras raras, y tardaremos el mismo tiempo en deshacerla".

Pero Jason Matheny, presidente de la Rand Corporation, que trabajó en tecnología y seguridad nacional en la Casa Blanca de Joe Biden, es más optimista. Señala que "en realidad, las tierras raras no son tan raras". El verdadero control de China está en el procesamiento de minerales críticos, que suele ser un negocio muy sucio. Pero algunos países con una densidad de población relativamente baja, como Australia, parecen dispuestos a asumirlo.

El naciente enfoque occidental hacia la reducción de riesgos se basa en tres grandes pilares: reducir la dependencia de China, restringir las exportaciones de tecnología, pero también seguir animando a las compañías occidentales a comerciar con el vasto mercado chino. Se trata de una política más o menos coherente, siempre que el riesgo que se cubra sea la coacción política. Pero empieza a desmoronarse si el riesgo es una guerra real entre EEUU y China, quizá por Taiwán. Alarmantemente, algunos funcionarios estadounidenses sitúan ahora la probabilidad de un conflicto militar en un 50 por ciento o más.

Si eso ocurre, las compañías occidentales se verán inmediatamente presionadas para abandonar China. Para una empresa como Apple, cuyos productos se fabrican principalmente en el sur de China, o Volkswagen, que obtiene al menos la mitad de sus beneficios en China, eso podría significar la muerte corporativa. Por otra parte, como dice un funcionario de seguridad occidental: "Si hay una guerra con China, el impacto en el mercado mundial del automóvil será el menor de nuestros problemas".

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