Desde muy tempranamente en su pontificado, Francisco I marcó cuál sería su camino al mando al de la Iglesia Católica. Sus preocupaciones apuntaban a un mundo cada vez más deshumanizado e individualista y advertía que estábamos viviendo un cambio de civilización del cual la Iglesia debía hacerse cargo.
Lo anterior, a juicio del presidente de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales, Jaime Antúnez, se manifestó en los cambios que promovió al interior del clero y, particularmente, en las encíclicas que publicó, donde planteaba recuperar ese humanismo disminuido desde distintas perspectivas, desde la social hasta la medioambiental.
Así, hizo un repaso por lo que a su juicio serían los grandes legados de Francisco I.
“En el mundo actual, la política está sometida a la economía y la economía está sometida a la tecnología, a lo tecnocrático. Entonces, eso hace muy difícil recuperar el humanismo”.
- Desde su perspectiva, ¿cuáles diría son los principales hitos de su pontificado?
- Para partir por el comienzo, la circunstancia en que asumió el pontificado, con otro Papa vivo. Eso ya es una cosa totalmente excepcional.
Lo primero que hizo él cuando salió al balcón fue pedir a toda la plaza rezar por Benedicto. Y después, apenas pudo hacerlo, fue a visitarlo.
Entonces, quiero poner ese primer énfasis en que nunca hubo contradicción entre ellos. Fueron distintos estilos, pero era muy querido para él y lo trató muy bien, tanto que el Papa Benedicto XVI dijo que se sentía protegido por Francisco, como Francisco habló de él como siendo un grande.
Después, una cosa que es muy notoria en él, y que se manifestó a los pocos meses de haber asumido el pontificado en la primera Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, donde ya expresó su estilo de gobierno eclesial y de trato con la gente: una gran preocupación por un mundo muy deshumanizado donde los enfermos, los ancianos, son descartados.
Hay un discurso, entre los muchos que pronunció en esa ocasión, uno con el CELAM, que es la Conferencia Episcopal Latinoamericana, donde habló muy francamente de su visión del mundo actual.
- ¿Cuál era esa visión?
- Habló de que se vivía un Estado de Tercera Guerra Mundial, y luego también dijo que estábamos viviendo un cambio de civilización. No era una era de cambios, sino un cambio de civilización. Eso es una cosa que citó el marco en el cual iba a desarrollarse su pontificado.
- ¿Qué otros hitos remarcaría?
- Poco después, el Papa llamó al Año de la Misericordia. Creo que eso fue un continuum en todo su pontificado, el tema de la misericordia. El hombre contemporáneo necesita de misericordia. La humanidad avanza en una dirección exitista, competitiva, individualista.
Yo creo que él y todos sus documentos son ‘tengan misericordia’ en el fondo. Tengan misericordia del hombre, tengan misericordia de las personas abandonadas en sus matrimonios, tengan misericordia de la naturaleza, porque la naturaleza fue creada por Dios.
“Él y todos sus documentos se refieren a la misericordia. Tengan misericordia del hombre, tenga misericordia de las personas abandonadas en sus matrimonios, tengan misericordia de la naturaleza porque la naturaleza fue creada por Dios”.
- ¿Cuáles fueron las mayores diferencias con sus antecesores?
- Si hay un cambio de Papa, enseguida comienzan los medios a buscar por dónde está contradiciendo al anterior. O sea, puede haber estilos distintos, pero cada Papa ha sido el indicado para el momento.
Benedicto era la continuación de Juan Pablo, en un aspecto magisterial. Y claro, viene un Papa distinto después, pero es un Papa que es muy próximo, muy cercano a las heridas de la gente, porque lo que abunda en el mundo hoy son las heridas.
En el caso de Benedicto, la edad y su estado de salud no le hacían posible enfrentar una cosa que él vislumbraba, que visualizaba que se venía encima, que fue enfrentar toda la polémica de los abusos en la cual este Papa (Francisco I) tuvo mucha fortaleza y una habilidad jesuítica increíble.
- ¿A qué se refiere con esa habilidad excepcional?
- La orden a la que él pertenece se ha caracterizado a través de los siglos por ser muy inteligente desde el punto de vista del manejo de las realidades contingentes, políticas, sociales. Y él demostró ser enteramente un jesuita, un padre para la Iglesia y un hombre de una fortaleza increíble.
Su mayor legado
- ¿Podemos catalogar sus encíclicas como la Laudato Si’ o Fratelli Tutti como uno de sus grandes legados?
- Sí. Y Amoris Laetitia también, que dio tanta discusión. Tampoco hay que desmerecer lo que probablemente es su última encíclica, Dilexit Nos, que resume todo lo anterior, que es la encíclica sobre el Sagrado Corazón, donde resume mucho los elementos anteriores y lo pone en la espiritualidad del Sagrado Corazón.
Laudato Si’, por su parte, tiene un capítulo en que se expresa todo lo que es la situación calamitosa del Estado de afectación de la naturaleza y de los bienes a la naturaleza. Pero luego, si no me equivoco, es el capítulo segundo, que es un verdadero tratado antropológico resumido, en que se pregunta ¿cuáles son las causas de esto? Y las causas están en el hombre.
Ahí hay un párrafo que señala que en el mundo actual la cultura está sometida a la política. O sea, hay un trastorno en la cultura y en el cual la política está sometida a la economía y la economía está sometida a la tecnología, a lo tecnocrático.
Entonces, eso hace muy difícil recuperar el humanismo.
Y es que el humanismo es una cosa que viene de todos los Papas de este siglo, que se han ido dando cuenta de cómo va siendo amenazado y disminuido. Benedicto XVI, en la encíclica social que le correspondió hacer a él, Caritas in veritate, se refirió a una nueva síntesis humanista cristiana. Y este Papa tomó ese relevo. Esa encíclica es una reflexión sobre qué pasa con el hombre que llega a este estado en que se amenaza a sí mismo.
- También hay una encíclica donde trata de la libertad y el orden natural...
- En Fratelli Tutti, se advierte cuáles son las consecuencias de una libertad en que no hay una concepción que parta de una naturaleza de las cosas, porque no uede haber una verdadera libertad si se desconoce el orden natural. La libertad está sujeta al orden natural. A mí me pareció, en una lectura muy personal, que el Papa apela a otro elemento de esa trilogía del mundo moderno, que es libertad, igualdad y fraternidad frente a una libertad que se desmadra. Prestemos atención a la fraternidad como un elemento que arrope la libertad y que la considere dentro de sus cauces verdaderos, que son los cauces del orden natural. Eso veo yo de Fratelli Tutti.
- ¿Por qué dice que Amoris Laetitia generó tanta discusión?
- Porque costó mucho interpretarla. ¿Qué quería decir? ¿Si acaso los divorciados vueltos a casar podían comulgar? O sea, la típica discusión casuística, pero el problema era mucho más profundo. Es decir, frente al hombre desamparado de amor, ¿cómo resolver esa situación? Uno de los focos que apunta esta encíclica es que hay muchos más matrimonios no válidos que lo que uno se puede imaginar, porque son gente que se casa sin tener ni idea de lo que es el matrimonio.
(El Papa Francisco) vino en un acto típico de la misericordia a analizar en concreto -y no simplemente sobre el papel y sobre los cánones- la realidad que vive el hombre de hoy, que es un hombre aislado por el individualismo.
De ahí, el ámbito de la misericordia con el cual quiso él arropar todo su pontificado. Lo mismo puede decirse de la homosexualidad, también ha usado mucha misericordia.
- Hemos visto a un Papa activo con la juventud tanto en las Jornadas Mundiales de la Juventud como en un documental que emitió hace un par de años. ¿Se había visto un Papa tan cercano a la juventud antes?
- Eso se manifestó muy nítidamente en Río de Janeiro, a los tres meses de ser elegido, pero sin salir nunca del decoro que corresponde a la autoridad.
Yo tuve la ocasión en una oportunidad de estar con una hija que usa silla de ruedas. Estábamos en la audiencia en Roma y vino un guardia. Dijo: “No, ¿pero cómo está aquí? Tiene que estar adelante porque el Papa saluda personalmente a todas las personas que están en silla de ruedas”. Ya, bueno, tanto mejor. Vamos para adelante. El Papa pasó saludando y se acercó a mi hija y le preguntó: “Y de dónde venís? Chile. Uy! De Chile. Qué lejos! Pero mira...” Y no sé qué. O sea, una conversación como si fuera con el párroco.
Todo eso a lo mejor él lo tenía ya en parte mientras era obispo en Argentina, tenía esa costumbre; y yo creo que los cardenales atendieron a esa personalidad.
- Al Papa le tocó también asumir un desafío grande en cuanto a la exposición de abusos en la Iglesia, ¿Qué cambios tuvo que implementar en la jerarquía eclesial ante estos acontecimientos?
- Benedicto XVI se preocupó mucho de ese tema. Pero, en ese momento, estaba el problema muy fuerte y era imposible para Benedicto XVI enfrentarlo. Y este Papa tenía la energía. Desgraciadamente, yo creo que eso consumió mucho de sus energías.
Francisco tenía la edad, la experiencia, el tipo humano, lo cual no funcionaría sin un alto nivel de vida espiritual y de santidad, porque la verdad es que hay que tener mucho espíritu para aguantar una cosa así. Y eso yo creo que consumió mucho de sus energías. Pero él logró desactivar la bomba.
Fue una tarea muy pesada y muy difícil, muy ardua, muy áspera, que él abordó con gran presencia de espíritu, con gran fortaleza.
Retos del próximo pontífice
- A la luz de su legado y la situación actual del mundo y la Iglesia, ¿qué desafíos tendrá el próximo Papa?
- Hoy día, no me extrañaría nada que el próximo Papa fuese un Papa asiático.
Los cardenales se ponen bajo la inspiración del Espíritu Santo, pero miran la realidad: ¿Cuáles son los problemas que existen? ¿Hacia dónde va el mundo? ¿Qué cristiandades existen aquí y allá? Por ejemplo, África es el continente donde más crece el catolicismo.
Y el Papa Francisco miró mucho hacia el mundo asiático, sin que haya podido hacer todos los periplos que le hubiera gustado.
Yo creo que tendrá los desafíos de esta época, que tuvo este Papa, de este mundo en el cual la deshumanización es muy fuerte, pero yo creo que va a tener la mirada puesta en otro horizonte, que no es lo occidental. Que son pueblos de fuertes espiritualidades, donde la presencia de la Iglesia y la historia del cristianismo es extraordinaria.
Es un cambio de foco que se va a producir.