Columnistas

DF Conexión a China | El triunfalismo regresa para perseguir a Xi Jinping

Gideon Rachman© 2022 The Financial Times Ltd.

Por: Gideon Rachman | Publicado: Martes 3 de mayo de 2022 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Gideon Rachman

El gobierno de China no tiene la legitimidad que se deriva de ganar unas elecciones. Pero los funcionarios chinos suelen afirmar que el partido comunista se beneficia de algo aún mejor: la “legitimidad de desempeño”.

La idea de que el gobierno chino supera con facilidad a un Ocidente disfuncional ha sido impulsada con fuerza durante la crisis del Covid-19. En una ceremonia celebrada en 2020, el presidente Xi Jinping proclamó que “la pandemia demuestra una vez más la superioridad del sistema socialista con características chinas”. En el primer aniversario del brote del virus en Wuhan, la ciudad acogió una exposición sobre la exitosa batalla de China contra la enfermedad, en la que se mostraban, como informó la BBC, “modelos de trabajadores médicos con trajes para materiales peligrosos... y por todas partes, retratos gigantes de Xi Jinping”.

“El líder chino corre el riesgo de ser culpado por el fracaso de una política de cero Covid que antaño parecía exitosa. Su continuidad en el poder ya no puede darse por sentada”.

Pero el triunfalismo de Xi se está volviendo en su contra. La política de “cero Covid” se está desmoronando. Shanghái, una ciudad de 26 millones de habitantes, lleva cinco semanas encerrada en un esfuerzo desesperado por suprimir el virus, con historias alarmantes de personas que pasan hambre o se agitan como locas, mientras luchan contra el confinamiento forzoso.

Las autoridades afirman ahora que el cierre de Shanghái se está suavizando gradualmente. Pero cada vez se teme más que Beijing sea la próxima megalópolis en ser bloqueada. Muchas zonas urbanas menos destacadas ya están sometidas a severas restricciones. En total, se cree que unos 345 millones de personas viven actualmente bajo un bloqueo total o parcial en 46 ciudades diferentes.

El problema subyacente es que la versión Omicron del Covid-19 es altamente transmisible. Por lo tanto, cualquier esfuerzo por volver a meter al genio del Covid en la botella puede estar condenado a fracasar.

Los efectos sociales, psicológicos y económicos de los cierres al estilo de Shanghái son nefastos. Pero son los efectos políticos los que más pueden preocupar a Xi. El líder chino se acerca a una coyuntura crítica en su reinado. Este año completará dos mandatos como secretario general del Partido Comunista chino, punto en el que sus dos predecesores abandonaron el cargo.

Pero Xi tiene la intención de quedarse. Eso tendrá que acordarse en el crucial 20º congreso del PC, que probablemente tendrá lugar en noviembre. Un tercer mandato como líder del partido afianzaría el control personal de Xi sobre el país. En los últimos años, el pensamiento de Xi Jinping se ha inscrito en la Constitución del partido comunista, y se han abolido los límites de los mandatos en la Presidencia china.

Para garantizar que la consolidación del poder personal de Xi siga adelante tal y como está previsto, el culto a Xi debe permanecer impoluto. Pero ahora el líder chino se enfrenta a la pesadilla de que los meses previos al congreso del partido se vean empañados por una crisis económica y por las tensiones sociales provocadas por los repetidos cierres sanitarios.

Una salida obvia sería avanzar hacia una política de convivencia con el virus al estilo occidental. Pero mientras que algunos gobiernos occidentales manejaron mal su respuesta inicial a Covid-19 por un exceso de permisividad, Xi y el Partido Comunista sufren el problema contrario: un exceso de fanatismo por el control. Su instinto arraigado es responder a la propagación de la pandemia exigiendo cada vez más disciplina y sacrificio al pueblo chino.

La nueva fase de la pandemia también está poniendo al descubierto peligrosos fallos en la respuesta inicial de China al virus. El éxito temprano de la estrategia “Covid cero” garantizó que las muertes en China fueran de unos pocos miles, en comparación con más de un millón de muertes en los Estados Unidos. Eso fue un auténtico triunfo.

Pero, adormecida por el éxito de la estrategia Covid cero, China fue demasiado laxa con la vacunación. Un gran número de personas de edad avanzada no han sido completamente vacunadas. También parece que las vacunas chinas proporcionan una protección más débil que las vacunas MRNA que han sido fundamentales para la respuesta occidental. La combinación de estos dos factores significa que los funcionarios chinos están aterrorizados de que, si dejan que Omicron se desate, millones de sus compatriotas podrían morir.

Eso sería una tragedia nacional. También sería políticamente tóxico para Xi. Después de haber reclamado el crédito por el éxito inicial de Covid cero, le costaría evitar la culpa por el fracaso de la política. Los funcionarios locales pueden asumir la culpa de la agonía del prolongado cierre de Shanghái. Pero unos cierres similares a nivel nacional plantearían inevitablemente la cuestión del liderazgo nacional.

También es probable que el precio económico que pagará China aumente en los próximos meses. Las cadenas de suministro ya se están tensionando y la inversión está cayendo debido a la incertidumbre sobre futuros cierres.

En algún momento todo esto podría llevar a la élite china a plantearse la pregunta obvia y abrumadora: ¿tiene sentido que se prolongue el mandato de Xi? No es sólo que el líder chino haya cometido errores. Es también que cualquier sistema de gobierno que invierte tanto poder y prestigio en un solo individuo es vulnerable a errores catastróficos que el sistema no puede corregir.

Pero el vital congreso del partido podría estar aún a seis meses de distancia. Entretanto, los repetidos bloqueos podrían poner a prueba la sociedad y la economía de China como nunca antes. La continuidad de Xi en el poder ya no puede darse por sentada.

Lo más leído