Make China great again
ALEJANDRO GUIN-PO Economista senior de LarrainVial Asset Management
Hace más de 2.500 años, el estratega militar Sun Tzu mencionaba que “el supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”. Bajo la actual guerra comercial, el segundo episodio entre Estados Unidos y China ha elevado las tarifas hasta niveles no vistos hace más de un siglo, eliminando con ello años de globalización, integración internacional y mejoras de eficiencia. Luego de realizar una postergación de 90 días en las tarifas recíprocas, la administración Trump enfocó toda su artillería en el gigante asiático, ante lo que cabe preguntarse, ¿qué tan fuerte es el daño que puede provocar?
El impacto podría ser notorio, como dan cuenta varios bancos de inversión que han reducido sus pronósticos de crecimiento a niveles por debajo de 4,0% para 2025 y 2026. Sin embargo, es importante constatar que el daño en Estados Unidos podría ser mucho peor. Desde su vereda, China ha sabido administrar los embates americanos bajo una lógica en tres frentes: “retaliar”, estimular y negociar.
“Si algo queda claro en la retórica china es que Estados Unidos está equivocado, por lo que, aunque quieran negociar, es complejo que ellos den el primer paso”.
En primer lugar, respecto a la conocida “retaliación” -expresión derivada del inglés referida tomar represalias en base a la ofensiva americana-, China difícilmente dará su brazo a torcer, considerando que en esencia aquello significaría mostrar una señal de debilidad. En efecto, si algo queda claro en la retórica china es que Estados Unidos está equivocado, por lo que, aunque quieran negociar, es complejo que ellos den el primer paso.
Adicionalmente, China posee más herramientas que simplemente subir tarifas, como las ventas de bonos del tesoro americano (sin considerar la Fed, posee más del 10% de los títulos) que han presionado al alza las tasas; las limitaciones de exportaciones claves como son las tierras raras y una eventual depreciación de su moneda.
En segundo lugar, los estímulos fiscales y monetarios en China se encuentran en marcha, incluso desde antes de que el conflicto tarifario comenzase. En el corto plazo, la administración puede implementar más rápidamente ciertas políticas ya existentes como la emisión de bonos de infraestructura y construcción, compra de viviendas por parte del Estado, acelerar el programa de consumo trade-in-program y recortar su tasa de requerimientos RRR en 50 puntos base. Mientras que hacia la segunda parte del año cuenta con espacio para impulsar un segundo paquete fiscal, que totalizaría entre 1 a 1,5 billones de remimbi (en torno a U(S$ 180 mil millones, cercano al 1% del PIB).
La negociación, especialmente con sus estrechos vecinos en Asia emergente, parece ser la prioridad del régimen chino. Solo hace unos días, el Presidente Xi comenzó una gira por países como Vietnam, Laos y Camboya, duramente afectados en el nuevo esquema tarifario. Sin embargo, su influencia llega mucho más lejos; el Presidente español Pedro Sánchez manifestó que la Unión Europea debería acercarse a China y avanzar hacia su integración comercial, empezando por el levantamiento de tarifas a vehículos.
No cabe duda de que esta será una guerra de “aguante”, que en Estados Unidos comienza a mostrar señales incipientes de deterioro. Considerando que el consumo americano posee cerca de 30% de dependencia a las importaciones chinas en algunos estados y totaliza casi 60% a nivel nacional, si añadimos los celulares inteligentes y otros dispositivos digitales, los efectos sobre precios comienzan a preocupar al consumidor, como ha evidenciado el índice de confianza elaborado por la Universidad de Michigan, que elevó las expectativas de inflación a un año hasta 6,7%, un registro tan elevado que no databa de 1981, superando incluso los peores momentos del peak inflacionario de 2022.
En este contexto, puede que la agresiva arremetida de Trump resulte peor de lo que él mismo esperaba en un comienzo. En esencia, el mismo Presidente cuya promesa y lema de campaña era hacer a Estados Unidos grande otra vez (“Make America great again”) ha provocado una caída de 8,0% del S&P500 en lo que lleva del año, mientras que índices como el Hang Seng exhiben una ganancia de 6,8% en el mismo período. En consecuencia, paradójicamente, Trump ha provocado que el lema sea más bien “Make China great again”.