Mientras Chile pierde terreno, sus competidores avanzan a paso firme con el litio
PATRICIO FAÚNDEZ Country Manager GEM Mining Consulting Singapur
Una reciente publicación de BNamericas sugiere que, a comienzos de la próxima década, la producción de carbonato de litio equivalente (LCE) de Argentina podría superar las 470 mil toneladas anuales. Si bien se trata de una proyección altamente ambiciosa, refleja con claridad cómo este país se ha consolidado, en pocos años, como un actor cada vez más relevante en esta industria.
Este crecimiento no se explica únicamente por el aumento global en la demanda de litio. También responde a un entorno regulatorio más ágil, impulsado tanto por el Gobierno nacional como por las provincias del norte del país, que han sabido posicionarse estratégicamente en el mercado. A través de marcos normativos propios, alianzas público-privadas y procesos de aprobación más eficientes, provincias como Jujuy, Salta y Catamarca han facilitado el desarrollo de proyectos en tiempo récord, generando un entorno atractivo para compañías que valoran la certeza regulatoria y la eficiencia operativa.
“Hace tiempo que las políticas públicas en Chile dejaron de estar orientadas al desarrollo. Y en este contexto, no sorprende que cada vez más inversionistas opten por mirar hacia sus vecinos”.
Según datos de USGS, durante la gestión del Presidente Milei, la producción de litio en Argentina se duplicó, pasando de 45,9 kt LCE en 2023 a cerca de 95 kt LCE en 2024, lo que equivale a aproximadamente el 8% de la producción mundial.
Mientras, en Chile se siguen discutiendo definiciones sobre el rol del Estado y la Estrategia Nacional del Litio aún no se traduce en nuevas licencias ni en una expansión concreta de la producción.
Durante décadas, Chile lideró la producción mundial de litio. Sin embargo, hoy ha sido desplazado al segundo lugar por Australia, cuya producción supera las 460 kt LCE, frente a las aproximadamente 260 kt LCE de Chile. De mantenerse las tendencias actuales, es probable que, en el corto plazo, también sea superado por China, que ya alcanza una producción cercana a las 220 kt LCE.
En el mediano plazo, si se concreta la proyección de producción de Argentina, Chile también podría perder su liderazgo en Sudamérica. Según estimaciones de la consultora GEM, incluso bajo los escenarios más optimistas de la Estrategia Nacional del Litio, la producción chilena solo alcanzaría las 400 kt LCE hacia 2030.
La pregunta natural es: ¿por qué si Chile posee las principales reservas de litio a nivel mundial, esto es cerca de un tercio del total, y cuenta con uno de los costos de producción más bajos del planeta está quedándose atrás? La respuesta es simple: hace tiempo que las políticas públicas en Chile dejaron de estar orientadas al desarrollo. Y en este contexto, no sorprende que cada vez más inversionistas opten por mirar hacia sus vecinos.
Esta pregunta cobra especial relevancia en el contexto actual de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. La administración del Presidente Trump ha ordenado una revisión de seguridad nacional para evaluar la posibilidad de imponer aranceles a todas las importaciones estadounidenses de minerales críticos, incluido el litio. Esta medida busca reducir la dependencia de EEUU de proveedores extranjeros, especialmente de China, que controla una parte significativa del suministro global de estos minerales.
Dado que Estados Unidos no puede convertirse en una autarquía en términos de minerales críticos en el corto o mediano plazo, requerirá socios comerciales confiables para abastecer su demanda. Aquí es donde se abren oportunidades para países “no alineados” en la guerra comercial, como Chile y Argentina. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿está Chile dispuesto a aprovechar estas oportunidades y volver a ser el jugador clave en el mercado global del litio, o continuará perdiendo en terreno en desmedro de otros oferentes?