El legado del Papa Francisco
Tras 12 años de un liderazgo reconocido como cercano y acogedor, este lunes murió en Roma, a los 88 años, el Papa Francisco. Nacido en Buenos Aires como Jorge Mario Bergoglio, hizo historia como el primer pontífice originario de América Latina y el primer jesuita en encabezar la Iglesia Católica. Cuando asumió en 2013, Francisco se propuso encarnar un liderazgo inclusivo, con la férrea voluntad de liderar una Iglesia comprometida y volcada hacia los más humildes, en un camino que, al igual que su predecesor Benedicto, puso a Cristo como centro del mensaje eclesial. La misericordia fue, así, la clave que nos permite interpretar su pontificado.
Líderes de todo el mundo han manifestado sus condolencias por la partida del 266° pontífice, destacando el sello que impuso en grandes debates coyunturales, como el cambio climático, el desequilibrio económico, la migración forzada, la corrupción y, particularmente, en su compromiso por liderar una Iglesia guida por la alegría y la humildad de servir, que abrazó la pobreza y la ética como valores esenciales de su testimonio cristiano. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”, dijo al inicio de su papado, una Iglesia de “pastores con olor a oveja”.
En tiempos de crisis de credibilidad de las instituciones y de fuerte desconfianza y desafección de las personas ante los grandes relatos -como la política, la economía o las religiones- Bergoglio se propuso llevar a la Iglesia a lo que era su idea matriz: ofrecer compañía a los vulnerables, no desde la ostentación y la opulencia, sino desde la humildad y la sobriedad. Y en ese camino, encarnó la austeridad sin afectación y, fiel a su liderazgo, ejerció su papado hasta el último día, cuando celebró la misa de Pascua de Resurrección. Esta persistencia no fue terquedad, sino su testimonio de que el deber impone no mirar hacia el costado ante la urgencia del mundo.
La austeridad que encarnó no debe confundirse con pasividad. El Papa Francisco impulsó reformas internas, combatió la corrupción en el Vaticano y enfrentó las zonas oscuras de la Iglesia, sin temor al costo político. Viajó a zonas a menudo olvidadas, visitó países devastados por la guerra, se acercó a migrantes, pobres e indigentes y puso a las víctimas al centro de su papado. Un viaje a Chile, en enero de 2018, fue el detonante que puso en marcha el proceso de reforma del derecho canónico ante abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia. Su encíclica “Laudato Si” fue, asimismo, un manifiesto ecológico y político que unió el cuidado del planeta con la justicia social.
El Papa Francisco murió durante el Jubileo de la Esperanza, el mismo nombre de su autobiografía recién publicada, que más que un título es una síntesis de su legado. En tiempos donde la autoridad se mide en algoritmos, él eligió la consistencia. Su legado no se escribe en dogmas, sino en acciones y ese legado deja una interpelación activa a gobiernos, mercados y sociedades sobre qué significa hoy liderar con propósito.