Un corredor de pragmatismo
En pocos días, dos de los referentes de la izquierda sudamericana, Lula Da Silva y Gabriel Boric, se reunirán para abordar los detalles del Corredor Bioceánico Vial, que conectará el Atlántico brasileño con el Pacífico chileno, a través del norte de nuestro país, en un proyecto que marcará un hito geopolítico y comercial de envergadura histórica. Conocido como “el Canal de Panamá brasileño”, esta obra de ingeniería no solo reducirá tiempos y costos logísticos, sino que ofrecerá una oportunidad para repensar cómo Chile se inserta en un mundo donde prácticamente todas las economías se hacen la misma pregunta: cómo adaptarse al nuevo orden mundial y a las consecuencias de las guerras comerciales presentes y futuras.
La visita de Estado que hará el Presidente Boric a Brasil, centrada en la integración económica y el comercio, llega en un momento clave en que el mundo atraviesa tensiones comerciales, cadenas de suministro fragmentadas y una necesidad urgente de diversificación. En este marco, el corredor emerge como una vía de integración y resiliencia productiva, pero si Chile no se decide a incentivar con mayor audacia la innovación, el valor agregado y la diversificación de destinos, correremos el riesgo de convertirnos solo en un canal de tránsito.
Distintos gremios han insistido en que Chile requiere políticas públicas agresivas que estimulen a empresas y emprendedores a apostar por productos más sofisticados, con identidad regional y capacidad para competir en mercados más allá del eje China-EEUU. Incentivos tributarios, financiamiento dirigido a I+D aplicada, programas de capacitación, alianzas público-privadas y misiones comerciales que incluyan a PYME innovadoras deben formar parte de esa estrategia.
De la mano de estas inversiones, el país puede apostar por una vocación exportadora basada más en inteligencia, que en la simple movilización de recursos naturales, sin que ambas estrategias sean excluyentes. La complementariedad implica, necesariamente, distintos niveles de desarrollo en los mercados que participarán en el corredor y en cómo se integrarán. Esto es de especial relevancia en un polo que incluye industrias como minerales críticos, nuevos energéticos, energías renovables, electromovilidad y otras ligadas a la transición energética, donde gigantes como Brasil pueden ofrecer puntos de salida hacia mercados como el de India o Medio Oriente.
La decisión sigue siendo qué nivel de profundidad se dará a las transformaciones normativas, en permisos y regulación, para que los negocios prosperen al punto de que la inversión sea atractiva para economías distantes. Mientras los gigantes se desgastan en disputas a gran escala, lo que hagan los países pequeños para sobrevivir en esta incertidumbre será clave y esto requiere una buena dosis de pragmatismo y muy poco idealismo.