Una censura mal utilizada
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Ayer se votó en contra la censura contra la recién asumida mesa de la Cámara de Diputados, presentada por la bancada del partido Republicano, a propósito de la presunta negociación entre el ministro Secretario General de Gobierno Álvaro Elizalde y el nuevo vicepresidente de la Cámara de Diputados Gaspar Rivas para conformar dicha mesa.
Las aprensiones de la oposición eran comprensibles. De una parte, que la testera de una de las dos cámaras del Congreso Nacional quedara en manos de una diputada del Partido Comunista generaba inquietudes tanto de ingeniería política (interna) como de consecuencia democrática (externa). De otra parte, es claro que el Ejecutivo se involucró más de lo prudente en el proceso de conformación de la mesa.
Usada de esta forma, la moción de censura colabora con el daño institucional del Congreso Nacional.
Sin embargo, lo anterior no justificaba la censura. Las herramientas de control contramayoritario (como la censura) deben utilizarse contra los actos de los órganos o actores involucrados, no contra sus integrantes por el solo hecho de adscribir a una determinada posición política. Además, las acusaciones contra el Gobierno no están acreditadas ni tienen la gravedad que se les atribuye. La regla democrática exige que la mesa liderada por la diputada Karol Cariola opere con normalidad y sea valorada por sus méritos o criticada por sus errores.
Usada de esta forma, la moción de censura colabora con el daño institucional del Congreso Nacional. Primero, porque tensiona las ya delicadas relaciones entre el oficialismo y la oposición, minando la confianza mutua entre ambos bloques, indispensable para alcanzar los acuerdos mínimos para cumplir cabalmente la función legislativa. Segundo, porque erosiona las confianzas internas de la oposición, en momentos en que son cruciales para articularse de cara a las elecciones venideras.
Finalmente, presentar la moción de censura sin prever sus posibilidades de éxito sólo contribuye al daño reputacional del Congreso, reforzando la percepción ciudadana de que éste se ocupa de cuestiones ajenas a sus intereses y esfuerzos infructuosos.
Cuando fue oposición, el actual oficialismo utilizó de forma poco responsable las herramientas de control parlamentario, como ha reconocido el propio Presidente Boric. La oposición de hoy no puede repetir ese error.