¿Y si redefinimos la clasificación de las PYME?
Katia Trusich Directora ejecutiva de Grande Pyme
En octubre de este año, Chile fue incluido por primera vez en el ambicioso estudio global A Microscope on Small Businesses de McKinsey & Company. El análisis, realizado junto a Grande Pyme, arrojó luces —y algunas sombras— sobre la productividad de nuestras micro, pequeñas y medianas empresas (MiPYME).
Los resultados muestran una verdad incómoda: nuestras PYME tienen un nivel de productividad que equivale apenas al 44% del de las grandes empresas. No es un problema menor, considerando que generan el 64% del empleo asalariado privado y representan el 98% del total de empresas del país. Lo más preocupante es que esta brecha es transversal, abarcando a numerosos sectores productivos.
“Países como Alemania o Corea del Sur han avanzado segmentando no solo por tamaño, sino por nivel de madurez tecnológica, vocación exportadora o grado de formalización”.
Por ejemplo, en sectores como el comercio y la manufactura, el estudio muestra que nuestras MiPYME, si bien están cerca del promedio de países como Portugal, e incluso superan a sus pares de Brasil o México en algunos indicadores, estos son sectores donde, con una intervención adecuada, el salto en productividad podría ser significativo.
Según el mismo estudio, si cerráramos esa brecha productiva en el conjunto de los sectores analizados, el Producto Interno Bruto (PIB) de Chile podría crecer un 6%.
Una pregunta que circula en el ecosistema, y cuya respuesta podría ser clave para reducir las brechas de productividad, plantea la necesidad de redefinir qué entendemos por micro, pequeña y mediana empresa.
Esta inquietud es válida. Hoy, la clasificación que se usa más extensivamente en Chile se basa en ventas anuales reportadas al Servicio de Impuestos Internos (SII). Pero en opinión de los expertos, académicos y reguladores, estamos agrupando bajo una misma etiqueta realidades empresariales dispares, con necesidades, potencial y barreras diferentes.
Un restaurante familiar en Chillán, una exportadora de insumos médicos en Quilicura y una empresa de software en Valdivia pueden estar todas clasificadas como “medianas”, pero enfrentan desafíos completamente distintos. Esta heterogeneidad obliga a repensar los instrumentos regulatorios, de fomento, financiamiento y hasta los programas de capacitación ofrecidos.
Tal como mostró el estudio, las barreras de escala —como el acceso a capital humano, tecnología, mercados y financiamiento— son determinantes. Pero para removerlas, primero debemos entender bien a quiénes llamamos PYME. No basta con mirar las ventas; hay que mirar el rol que cumplen en sus sectores, su potencial de encadenamiento productivo a otras empresas, grandes y pequeñas, su integración (o aislamiento) de los mercados internacionales, entre otros factores.
Creemos que ha llegado el momento de redefinir a las PYME. Países como Alemania o Corea del Sur han avanzado segmentando no solo por tamaño, sino por nivel de madurez tecnológica, vocación exportadora o grado de formalización.
En Grande Pyme creemos que el desafío de Chile no es solo crecer, sino crecer mejor. Eso requiere dejar atrás las clasificaciones “camisa de fuerza” y avanzar hacia clasificaciones que permitan una comprensión más sofisticada del tejido empresarial PYME. Solo así, como país, podremos diseñar una política productiva que no solo diagnostique el problema, sino que potencie su crecimiento y con ello acompañen el crecimiento de la economía en su conjunto.
Instagram
Facebook
LinkedIn
YouTube
TikTok