El mismo día en que el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, retornaba a la arena política con duras críticas a su sucesor, Donald Trump, el hoy jefe de la Casa Blanca advertía a una multitud que su permanencia en el cargo estaba en juego en las elecciones de mitad de período del 6 de noviembre.
Si la oposición demócrata retomara el control del Legislativo, advirtió frente a una multitud en Montana en septiembre, “usarán la palabra impeachment (...) ¿Cómo se puede impugnar a alguien que está haciendo un buen trabajo?”
Obama, por su parte, alertó que en los comicios, en que se renovará toda la cámara baja y 35 de los 100 escaños del Senado, “está en juego el futuro de la democracia de EEUU”.
Incluso si ambos discursos exageraban, los ojos de todo el mundo se tornan a la votación, que definirán el margen de maniobra que tendrá Trump durante el segundo tiempo de su mandato.
Hasta ahora, el dominio republicano en ambas cámaras ha permitido al mandatario sacar adelante una ambiciosa reforma tributaria y confirmar a la mayoría de sus nominados a altos cargos estatales. Pero no ha tenido éxito en otras materias, como la construcción de un muro en la frontera con México y la derogación del sistema de salud Obamacare. El futuro de su administración y sus posibilidades de reelección en 2020 podrían quedar en entredicho dentro de menos de un mes.
Terrenos clave
El control de la cámara baja es crucial para quienes evalúan la posibilidad de impugnar el mandato de Trump. Entre otros argumentos están las investigaciones que apuntan a los vínculos de su equipo de campaña con el gobierno de Rusia en 2016, las revelaciones de que compró el silencio de amantes con fondos de campaña y la reciente publicación del New York Times de que su familia habría recurrido a esquemas fraudulentos para aumentar su fortuna.
Todo ello podría dar paso a un juicio político contra el jefe de Estado, pero sólo si la oposición logra los 218 escaños necesarios para controlar la cámara. Las últimas proyecciones de CNN no dan certezas: la oposición podría crecer desde los 193 representantes actuales a 209, pero aún hay al menos 28 distritos en que ningún partido canta victoria.
Los oficialistas, por su parte, deberán defender sus escaños actuales en distritos de Nueva York, Virginia, Iowa, Kentucky, Florida y California, donde la carrera se mantiene abierta. También en Maine, donde, en 2016, Trump perdió por apenas 2 puntos frente a Hillary Clinton.
La carrera por el Senado es aún más estrecha. Los demócratas necesitan ganar apenas dos escaños adicionales para controlar la cámara y, de los seis más impredecibles, defienden tres. Las miradas están puestas en Florida, Arizona, Missouri, Tenesseee, Indiana y Nevada.
El momento Trump
Pero el mandatario no sólo tiene polémicas a su haber. El desempleo en mínimos desde 1969, el crecimiento del Producto Interno Bruto en camino a superar un 3% a fin de año y la inflación controlada dan argumentos a los republicanos de cara a las elecciones.
Sin embargo, entre las victorias y los fracasos, hay candidatos oficialistas que prefieren distanciarse del mandatario, ante el temor de que los comicios se conviertan en un referendo sobre su administración, criticada por sectores moderados. Sus posturas en torno a la inmigración, el medio ambiente y la relación con Rusia complican al partido. Un análisis de Reuters muestra que entre los 56 distritos más impredecibles de la cámara baja, más de un tercio de los nominados oficialistas no explicitan su apoyo a Trump en campaña.
La participación también podría ser determinante. En 2016 fue de apenas 55,7%, y las presidenciales suelen atraer más atención. Los demócratas son los principales interesados en que el número suba: según una encuesta reciente de The Atlantic, la oposición tiene ventaja entre jóvenes de 18 a 29 años, pero sólo 28% está seguro de que votará. En contraparte, 74% de los mayores de 65 asegura que acudirá a las urnas.
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