Bienvenidos a Africa II
Luego del debate presidencial de la primera vuelta de 2005, escribí una columna titulada bienvenidos a Africa...
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José Manuel Silva
Luego del debate presidencial de la primera vuelta de 2005, escribí una columna titulada bienvenidos a Africa. Creo que lamentablemente muchas de las apreciaciones que ahí señalé son muy válidas en la actual coyuntura. Esta comenzaba así: “Bienvenidos a Africa, así titularía el pobrísimo “debate” electoral que presenciamos ayer millones de chilenos. Chile pareciera una país que ha fracasado completamente en su ruta al desarrollo, en donde una cleptocracia monopólica es la única beneficiada del escaso crecimiento económico y a consecuencia de ello, hordas violentas de pobres tienen sitiados a los ciudadanos honestos. Desigualdades africanas harían recomendable echar por la borda 30 años de reformas económicas y reorientar el modelo hacia la “integración” con países exitosos como Argentina, Venezuela o Bolivia. Es desilusionante contemplar cómo dos prestigiosos economistas y una doctora que fue ministra de Salud y Defensa del gobierno saliente, se hagan eco de las histerias mediáticas sobre el modelo económico y dejen pasar una gran cantidad de inexactitudes y mentiras lanzadas al voleo por el único candidato que no tiene nada que perder, el señor Hirsch.”
Las inexactitudes y mentiras se han acumulado durante años sin ser ni explicadas ni rebatidas. Nuestro país ha sido la sociedad más exitosa de Latinoamérica en los últimos 20 años al pasar de la medianía de una tabla de indicadores sociales a encabezarla. La indigencia y la pobreza cayeron fuertemente. No
es casualidad que en casi todos los rankings publicados de consumo per cápita Chile aparece hoy entre los primeros lugares del continente. Si la distribución del ingreso fuera “africana”, los habitantes de mayores ingresos serían además los más obesos del continente…
El bombardeo sobre la distribución del ingreso en Chile omite el fuerte aumento en los ingresos reales de todos los sectores en 25 años y además no toma en consideración la mejoría de esta distribución en las generaciones más jóvenes, como lo muestra la investigación del profesor Claudio Sapelli (PUC). El estudio plantea con datos concretos que los índices de desigualdad del ingreso van mejorando en Chile a medida que se toman muestras poblacionales más jóvenes. Ciertamente la multiplicación por 4 de la matrícula universitaria ha ayudado. También un mercado laboral dinámico que produce movilidad social (también planteado por Sapelli), y reformas económicas ya maduras, como la minera, las AFP o la apertura de Chile al mundo, que han provocado un boom de inversiones y empleos.
No deja de ser curioso que los amigos de Cuba en Chile plateen la eliminación del lucro en la educación y en otros sectores (no nos engañemos lo de la educación es un buen pretexto), mientras Cuba lo introduce tímidamente para rescatar a su economía de la catástrofe producida por 40 años de socialismo real.
Chile tiene aún grandes desafíos para convertirse en un país desarrollado. Aún existe una masa de pobres que viven en condiciones que no son compatibles con la estabilidad social o política de mediano y largo plazo. Pero si existe una esperanza para ellos, es justamente porque el país ha hecho las cosas relativamente bien en su modelo de desarrollo. La mayoría de los pobres de Latinoamérica (en especial los de Cuba o Venezuela) no tienen ninguna posibilidad de salir de su estado en esta generación, incluso considerando políticas redistributivas agresivas que van en contra de la democracia y la libertad individual.
El país puede eliminar la extrema pobreza. Pero necesita audacia, inteligencia y coraje moral para profundizar el modelo económico en aquellas áreas en donde se ha deteriorado su funcionamiento o nunca se le dejó funcionar. Pero nadie discute propuestas específicas. Nadie se cuestiona cuál estado se hará cargo de una educación estatizada y centralizada: ¿el que se perdió US$ 1.000 millones en ENAP o en Ferrocarriles. ¿El que diseñó el transantiago? ¿el del hospital de Talca? Sin una profunda modernización del estado de Chile muchos de los recursos extras recaudados por una reforma tributaria se esfumarían en un hoyo negro de despilfarro. Tendremos el 100 % del costo con poco beneficio.
La columna terminaba con el siguiente párrafo: “el gran desafío de Chile tiene relación con una política integral de desarrollo de su capital humano. Hoy, aún un porcentaje excesivamente grande de chilenos vive en extrema pobreza. Para lograr integrarlos al sistema productivo es necesario realizar un salto cuantitativo en la calidad de la educación, lo que pasa por aumentar considerablemente el subsidio por alumno, pero también, por inventar un nuevo esquema de gasto que subsidie la demanda. Esto es, entregar este mayor gasto a los padres directamente y que sean ellos, informados, los que decidan en qué establecimiento educar a sus hijos. Asimismo, es importante crear un mecanismo de financiamiento de la educación superior que garantice el acceso a ésta de todo alumno intelectualmente capacitado para ello. Finalmente, para garantizar trabajo para todos es necesario desregular el mercado del trabajo flexibilizándolo”.