Los hábitos de consumo cambiaron. Las personas están reorganizando su economía doméstica para enfrentar ingresos que se esfuman antes de fin de mes. Para las empresas, esto es una nueva señal de que deben adaptarse a una realidad donde el consumidor opera en modo defensa.
Hoy, la mitad del país no llega al día 30 de cada mes, lo que transforma completamente su relación con las marcas. Un 31% de los hogares se queda sin ingresos alrededor del día 20, y un 11% ya no tiene presupuesto para el día 15. Entre quienes viven con $ 500 mil o menos, el escenario es aún más duro: un tercio se queda sin dinero a mitad de mes, y la mitad al día 20. Con este panorama, que el empleo y el crecimiento económico no repunten, ya dejó de ser una sorpresa.
“Con ingresos que se evaporan, ahorro limitado y deuda en aumento, la pregunta clave para las empresas ya no es qué ofrecer, sino cómo aliviar la carga económica diaria de sus consumidores”.
Cuando el dinero se acaba antes de tiempo, las familias buscan cómo “parchar el mes”. Hoy recurren a una combinación de estrategias: trabajos adicionales, ahorros y tarjetas o líneas de crédito. En los segmentos altos domina el ahorro y el crédito; en los medios y bajos, el ingreso extra es la vía principal. A esto se suma un ajuste generalizado: casi nueve de cada 10 chilenos afirma haber recortado gastos este año, cambiando a marcas más económicas y reduciendo salidas, ropa y entretención.
Así, mientras se ajusta el consumo, el ahorro prácticamente desaparece. Solo 19% logra ahorrar, cifra que cae a 10% entre los hogares de menor ingreso. En paralelo, la deuda crece: cuatro de cada 10 chilenos hoy deben más que en enero. Ya no se trata solo de “llegar a fin de mes”, sino de llegar al final del año.
A esto se suman las alzas de gastos básicos: luz, supermercado y agua son las cuentas que más presionan el presupuesto. El impacto es también emocional: uno de cada tres siente angustia frente a sus deudas y dos de cada 10 se hunden en la frustración. Apenas 16% dice estar tranquilo porque cuenta con un plan de pago ordenado.
En este contexto, el consumo dejó de ser impulso y pasó a ser protección. Las familias recortan, repactan y trabajan más. ¿Qué implica esto para las empresas? Que deben alinearse con la vida real de las personas: simplificar procesos, ofrecer alternativas flexibles y facilitar la planificación mensual.
Para las empresas, hoy el desafío no es solo vender más, sino acompañar mejor. Con ingresos que se evaporan, ahorro limitado y deuda en aumento, la pregunta clave para las empresas ya no es “qué ofrecer”, sino “cómo aliviar la carga económica diaria de sus consumidores”. En tiempos de incertidumbre, la flexibilidad es la forma más concreta de empatía.
Las marcas que ayuden a ordenar pagos, reduzcan fricciones y entiendan la irregularidad de los ingresos ganarán lealtad en un mercado donde la confianza se volvió un valor escaso.
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