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Pilita Clark

El miserable asunto del smart casual

Pilita Clark

Por: Pilita Clark

Publicado: Lunes 1 de diciembre de 2025 a las 04:02 hrs.

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Pilita Clark

Lord Nicholas Stern y Lord Adair Turner son dos de los pensadores más serios del mundo en política de cambio climático.Pero cuando los dos lores británicos se toparon hace unos días en la conferencia climática de la ONU COP30 en la tropical ciudad brasileña de Belém, tenían otro asunto del cual hablar.“¿Por qué estás usando esa chaqueta?”, preguntó un Turner en mangas de camisa cuando un Stern trajeado se abría paso hacia el húmedo interior del pabellón de la delegación del Reino Unido, donde ambos participarían en eventos consecutivos.Era una pregunta razonable. Las temperaturas en partes del recinto, con aire acondicionado irregular, habían subido a tal punto que la ONU dijo a los organizadores brasileños que se requería acción “con urgencia para salvaguardar el bienestar de los delegados”.Una reunión sobre mercados de carbono se vio interrumpida cuando un sudoroso delegado que intentaba levantarse de su silla plástica descubrió que la parte posterior de sus muslos había quedado soldada al asiento con lo que un periodista presente describió como “la fuerza de mil asientos de auto después de la playa”.En un ruidoso tirón para liberarse, los papeles del delegado salieron volando, mientras que otros que intentaron dejar sus asientos pegajosos hicieron tal alboroto que el presidente de la sesión pidió incluir fundas para las sillas en futuras reuniones.En cierta medida, esto era parte del plan. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, insistió en que una conferencia al borde de la selva amazónica mostraría al mundo cómo es la vida en un planeta que se calienta.En línea con esta idea, el Gobierno de Lula emitió una recomendación oficial diciendo que la vestimenta formal de negocios no era necesaria y que “para asegurar la comodidad de todos, el código de vestimenta recomendado para la COP30 es smart casual”.

“El Gobierno de Lula emitió una recomendación oficial: ‘Para asegurar la comodidad de todos, el código de vestimenta recomendado para la COP30 es smart casual’. Esto resultó menos útil de lo previsto”.

Por desgracia, esto resultó menos útil de lo previsto. Stern fue uno de varios asistentes que llegaron con traje, en su caso uno de lino azul marino de M&S, a un evento para discutir su nuevo libro sobre clima, The Growth Story of the 21st Century.Reconoció que el calor agobiante debilitaba el caso para esa elección de vestuario, pero, como me dijo después, cuando se trata de smart casual, “nunca sé qué significa”.Esto fue una novedad para mí. Sabía que para las mujeres, la idea de smart casual, o el igualmente confuso business casual, está tan poco definida que es prácticamente inútil.Pero siempre había supuesto que ayudaba a los hombres, ya que al menos sugería que no había necesidad de corbata, un accesorio del que Lula prescindió alegremente al comenzar la COP.Resultó que las corbatas eran el menor de los problemas para los hombres en Belém, donde las temperaturas sobre los 30° C planteaban varios peligros sartoriales, empezando por los botones de la camisa.André Corrêa do Lago, el pulido diplomático brasileño que preside las conversaciones de la COP, y Wopke Hoekstra, el comisionado climático neerlandés de la Unión Europea, interpretaron smart casual como que se podían desabotonar no solo uno sino dos botones superiores de la camisa. Esto me pareció totalmente sensato, pero dejó a otros visiblemente consternados. “O sea, puedes ver pelo real del pecho”, dijo un participante.Supongo que reacciones como esa explican el enojoso asunto de la chaqueta, una prenda que Turner considera un ilógico “tótem de respetabilidad”, incluso en climas más frescos.Los hombres parten a reuniones con una chaqueta que los hace tener demasiado calor, me dijo, así que se la sacan y la cargan hasta que pueden colgarla en el respaldo de una silla, donde queda hasta que es hora de irse. “Es absurdo”.Personalmente, siempre he envidiado la forma en que un hombre puede usar una chaqueta como una cartera móvil, metiendo en sus bolsillos la billetera, el teléfono y las llaves. Pero en un lugar como Belém, la chaqueta no tenía ningún sentido.Aun así, las cosas han sido peores en estas conferencias. Aunque el estado general de la vestimenta en la COP suele inclinarse más hacia lo casual que hacia lo smart, hay límites.Hace algunos años, en una COP en Polonia, un asesor de los delegados de países en desarrollo arremetió contra negociadores de Australia, entonces liderada por el primer ministro Tony Abbott, un crítico de la acción climática decidida.El asesor dijo que los australianos no solo estaban siendo innecesariamente obstinados en las conversaciones, sino que además se reían, eran insensibles y “llevaban poleras”. Puede que se hayan adelantado a su tiempo. En la sofocante Belém de esta semana, una polera era el colmo del sentido común. Fresca, liviana y, notablemente, capaz de cubrir el tipo más indomable de vello en el pecho.

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