El fin de semana, representantes de todas las AFP estuvieron de cabeza armando un modelo que pudiera tratar de hacer funcionar el retiro acotado que propuso el gobierno la semana pasada para frenar la iniciativa de 5° retiro que empujó un grupo de parlamentarios.
El lunes debatieron vía WhatsApp el paso a paso que se vivía en el Congreso mientras se votaban los dos proyectos de retiros en paralelo. Hay una serie de grupos, como uno llamado “GGAFP” –que reúne a los gerentes generales de las administradoras– y otros que están compuestos por las cabezas de TI y otras áreas de las AFP.
En ellos, además de comentar sobre la alta complejidad que implicaría el proyecto de Boric, los ejecutivos recordaron episodios del pasado, por ejemplo, cuando en los retiros anteriores los gerentes se reunían a las 5 de la mañana, todos los días, para hacer un balance de cómo había operado el sistema. Y también con cierta nostalgia, hablaron sobre cómo varios de los equipos involucrados se sentían orgullosos de haber logrado pasar esa valla.
Pero “no es lo mismo que los otros retiros”, se repetían unos a otros, “esto es peor”, insistían. Uno de los temas comentados era el temor a las expectativas de los afiliados.
Las AFP sortearon bien los desafíos de los retiros hasta ahora, en plazos rápidos y con baja tasa de operaciones fallidas. Entonces, uno de los escenarios era que los usuarios tuvieran expectativas similares en cuanto a tiempos de espera.
Y eso, señalaron, en el caso de que se hubiese aprobado el proyecto “acotado” del gobierno, era derechamente imposible. El escollo, señalaron en el WhatsApp, estaba en lo digital: “Los retiros anteriores resultaron porque dependían 100% de nosotros, no de terceros, y nada se hacía manual”.
Así, con los primeros proyectos se optó por una comunicación directa con los bancos para hacer los depósitos, y por chequear la autenticidad de la petición a partir de la información de las cuentas corrientes o vista.
Pero eso no podía replicarse en el caso de la iniciativa de los ministros Marcel y Jackson que, al proponer pagar las deudas, suponía que las AFP recibieran información de otras varias instituciones, incluyendo los juzgados de familia, financieras más chicas, entre otras. Con los bancos, explican, sí podrían haber tenido un código digital, pero no antes de ocho meses.
Y con el resto de los acreedores, solamente quedaba escanear documentos, que dado el volumen de casos era imposible y suponía montar un sistema similar al de las isapres, que reembolsan las atenciones y recetas mediante el envío digital de documentos físicos.
También, mientras el Congreso avanzaba en la votación, los representantes de las AFP comentaron las reacciones de las autoridades a las críticas oficiales que se hicieron desde el gremio. Que los fondos previsionales no podían y no debían ser el “Servipag” de las deudas de los chilenos. La gerenta general de la Asociación de AFP, Constanza Bollmann, respondió duramente así al proyecto del gobierno.
“Las AFP pocas veces han entendido los debates que se están dando en el país”, fue la respuesta de la ministra del Trabajo en T13 Radio.
El chat estuvo activo –e intenso– hasta bien entrada la noche, cuando la Cámara de Diputados rechazó ambos proyectos. “Un milagro”, comentó un ejecutivo resumiendo el ánimo de sus pares. Otro agregó: “Zafamos de esta, pero ya vendrá otra, estamos en esto hace 2 años”.
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