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La paradoja de la clase dominante

Henry Boys Presidente Fundación Soñando Chile

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La mejor definición que he escuchado sobre el concepto de ideología la describía como la absolutización de una idea. Es decir, una idea determinada que se aplicaba a todos y cada uno de los campos de la realidad. ¡Qué acierto!

Así, resulta sencillo comprender la estrecha vinculación que las diferentes ideologías han desarrollado a lo largo de la historia con los totalitarismos. El convencimiento ciego sobre una idea suele venir acompañado de intransigencia y es aquella intransigencia la que no deja espacio al diálogo, o a la democracia, o a la existencia de opositores. Por eso es común también que la ideología pretenda imponerse por la fuerza, o que consienta la violencia como un mecanismo válido para la conquista del poder político.

Una corriente ideológica muy interesante de analizar sobre este punto es el marxismo. Matices más, matices menos, la dialéctica marxista se sustenta en la premisa de que la naturaleza no es estable, que se compone de procesos en constante movimiento, los cuales son fruto de la contraposición de extremos. Es esta lucha entre contrarios la que opera el cambio que, según Engels, caracteriza a la realidad. Pero es muy importante destacar también lo parcial en su filosofía. Si de escoger bando se tratase, Marx se decantaba a favor del proletariado y este favoritismo caló tan profundo en su doctrina, que hoy no se entiende el comunismo sin la lógica de oprimidos vs opresores. Consecuentemente, surge el concepto de “clase”.

Al “clasificar” a la sociedad en grupos, lograban la división necesaria para abonar el conflicto. La unidad de un país para el marxismo es letal y es por ello que encontró su apogeo en la Rusia del Zar y vio frustrado su proyecto –contra todo pronóstico– en una Inglaterra que cerraba filas tras la Familia Real.

En la actualidad, a falta de una condena social al capitalismo y con la idea una sociedad libre asentada en el ideario popular, era necesario encontrar nuevos protagonistas. Se hacía imperativo generar una nueva “clase” de opresores y los elegidos fueron los políticos. ¿Los oprimidos? Habiendo disminuido drásticamente la pobreza durante el siglo XX gracias a las bondades del sistema de mercado, el “proletariado” desapareció como sector con límites definidos e identidad, razón por la cuál se designó a la “ciudadanía” como víctima.

La promoción del odio, la generación de nuevas “clases” sociales, el desprestigio de la política y del principio de autoridad, son todas estratagemas del comunismo moderno para ganar el poder y, una vez al mando, abusar. Por que cuando la “clase política” es derrotada por la “revolución ciudadana” alguien tiene que gobernar, lo que da origen a una nueva elite social que suele adoptar el nombre de “gobierno popular”. Esta es la paradoja del epígrafe, concepto que con tanta lucidez acuñara Benjamín Lagos Cárdenas para describir los procesos culturales promovidos por el progresismo actual.

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