Click acá para ir directamente al contenido
Pilita Clark

La extraordinaria importancia de los buenos modales en la oficina

Pilita Clark

Por: Pilita Clark

Publicado: Lunes 15 de diciembre de 2025 a las 04:00 hrs.

Pilita Clark

Pilita Clark

De todo lo que se dijo sobre Tom Stoppard tras la noticia de la muerte del dramaturgo la semana pasada, fue sorprendente ver cuántas veces se mencionaron sus modales.

Sus modales eran “famosamente impecables”, dijo su compañero dramaturgo Patrick Marber; él era “incluso galante”, añadió el crítico teatral Nick Curtis. Los actores recordaron a un hombre “muy amable” (Tom Hollander) e “inteligente y amable” (Harriet Walter), mientras que el escritor Harry Mount dedicó un artículo entero a “los extraordinarios modales del difunto Tom Stoppard”.

Los compañeros groseros se perjudican tanto a sí mismos como a quienes trabajan con ellos.

En cierto modo, esto tiene sentido. Los individuos famosos no siempre son conocidos por su humildad y gracia. Hoy en día, el más famoso de todos podría decirle a una reportera “cállate, cerdita” o publicar un vídeo generado por inteligencia artificial de sí mismo en un avión de combate arrojando lo que parecen grandes cantidades de excremento sobre sus críticos.

Pero el elogio a los modales de Stoppard también me recordó uno de los misterios persistentes de la vida corporativa: si la cortesía y la consideración son tan valoradas y admiradas, ¿por qué tanta gente se porta tan mal en la oficina?

Pienso en esto cada vez que le escribo a alguien conocido con una pequeña solicitud y no recibo respuesta. Silencio total. Lo vuelvo a pensar cuando le escribo a una persona mucho más ocupada que me responde rápida y amablemente. Al escribir estas palabras, me doy cuenta de que casi con toda seguridad yo he sido culpable de no responder. Solo puedo alegar la presión de los plazos, los viajes o de mi ineptitud en general y decir, aunque tarde, que lo siento.

Las disculpas, o la falta de ellas, son otro aspecto desconcertante de los modales en la oficina. ¿Cómo es posible que adultos aparentemente sensatos puedan llegar a las reuniones con 15 minutos de retraso o enfrascarse en sus teléfonos en medio de una reunión individual, sin una palabra de disculpa ni explicación? Todos hemos llegado tarde y hemos tenido que revisar mensajes urgentes, así que entendemos cuando alguien tiene que hacer esas cosas, excepto cuando lo hace repetidamente e ignora el efecto que tiene sobre los demás.

Lo curioso de todo esto es que la mala educación es contraproducente. Tratar a los demás como te gustaría que te trataran no solo hace que los demás se sientan más felices. Hace que se sientan mejor contigo. Cuando las circunstancias se complican, como siempre ocurre en algún momento de la vida laboral, ayuda si les caes bien a tus colegas.

Recordatorios de esta verdad evidente salpican las páginas de El curioso caso de Mike Lynch, un nuevo libro de la periodista Katie Prescott sobre el multimillonario tecnológico que murió cuando su superyate se hundió el año pasado mientras celebraba su absolución de los cargos de fraude.

Lynch fue, sin duda, un emprendedor brillante.

Pero uno se pregunta si se habría metido en tantos problemas de no haber tenido un estilo de gestión que Prescott describe como tan aterrador que intimidaba al personal hasta casi el colapso y atormentó a un grupo de exempleados, todos hombres, al punto que se llamaban a sí mismos “esposas maltratadas”. Otros comparaban trabajar para él con estar en prisión.

“Es inaceptable”, supuestamente le gritó una vez a una alta ejecutiva, Poppy, ahora baronesa Gustafsson, cuando dejó de funcionar el Internet de la oficina. “Juro que si pudiera transportarme por esta línea telefónica a California, sabrías directamente qué demonios pienso sobre esto”, le escribió por correo electrónico a otro subordinado.

Lynch se encontraba, se espera, en una minoría.

Otro ejemplo de cómo los buenos modales ayudan a los bien educados es el simple, barato, pero extraordinariamente efectivo acto de dar las gracias. Nunca deja de sorprenderme que haya más gente que no lo haga. No es que la idea sea nueva.

Una de mis explicaciones favoritas sobre la importancia de la gratitud la dio el escritor estadounidense David Sedaris en su discurso de graduación de 2018 en el Oberlin College de Ohio. “Es cuestión de sentido común”, dijo a los graduados allí reunidos. “A la gente le gusta hacer cosas por quienes son agradecidos”.

Escribirle una nota de agradecimiento a tu abuela por un regalo de graduación de US$ 100 prácticamente garantiza que desembolsará más dinero si lo necesitas en el futuro, añadió, “no porque lo pediste, sino porque estás agradecido”.

Tiene razón. No pretendo sugerir que dar muchos agradecimientos garantiza un aumento de sueldo. Pero estoy seguro de que los gerentes que se toman el tiempo de agradecer y elogiar a quienes lo merecen se ven recompensados con un personal más trabajador y leal. En definitiva, los buenos modales contribuyen a la felicidad humana, mientras que la mala educación hace lo contrario. La gente inteligente lo sabe. Evita el resto si puedes.

Te recomendamos