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Columnistas

Un presupuesto que mide centímetros y olvida metros cuadrados

FELIPE ZUÑIGA P. Académico, exVicerrector de Gestión Económica y Administrativa U. Austral

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 4 de diciembre de 2025 a las 04:03 hrs.

La discusión del Presupuesto 2026 dejó un mensaje claro: buena parte del debate público volvió a concentrarse en partidas pequeñas, aunque muy visibles políticamente. El caso del Pase Cultural es ilustrativo. Tras días de tensión legislativa, la partida terminó reducida a cerca de $8.000 millones, la mitad de lo originalmente propuesto. Algo similar ocurrió con recursos para sitios de memoria y programas culturales, que fueron ajustados durante la negociación.

Mientras discutíamos montos de este orden, el ministro de Educación, Nicolás Cataldo, recordó que solo el Crédito con Aval del Estado (CAE) “se lleva un billón de pesos de las platas públicas”. Más allá de la controversia, la frase revela una desproporción evidente: debatimos los centímetros del presupuesto mientras dejamos intactos los metros cuadrados del financiamiento estudiantil.

“Si Chile ya presenta un déficit estructural y además impulsa un Fondo de Financiamiento Solidario (FES) con costos inciertos, el margen para financiar la educación superior de manera sostenible se estrecha aún más”.

El Presupuesto 2026 contempla un crecimiento del gasto público del orden de 1,7% real. El Ejecutivo logró mantener sin modificaciones el marco fiscal presentado, incluyendo su meta de déficit estructural para 2026, proyectado en torno a –1% del PIB. A ello se suma que, según las cifras de ejecución fiscal, el Gobierno cerraría este año con un déficit efectivo superior al 2% del PIB. ¿Por qué importa esto? Porque si Chile ya presenta un déficit estructural y además impulsa un Fondo de Financiamiento Solidario (FES) con costos inciertos, el margen para financiar la educación superior de manera sostenible se estrecha aún más.

El presupuesto 2026 se orienta hacia salud, pensiones, vivienda y seguridad, prioridades coherentes con la agenda social actual. Sin embargo, mientras estas áreas avanzan, el sistema universitario continúa tensionado. Los aranceles regulados no cubren los costos reales de formación, la matrícula se mantiene estancada y varias instituciones operan con una fragilidad creciente. A esto se suma el debate del FES, llamado a reemplazar al CAE. En las últimas semanas, informes técnicos, como el de la Pontificia Universidad Católica, han señalado que el diseño actual carece de viabilidad suficiente. En este escenario, con un FES incierto y con costos por precisar la exposición de las instituciones educativas no se reduce; por el contrario, puede amplificarla.

Este Presupuesto 2026 es el último del Presidente Boric y ha sido presentado como una manera de “entregar la casa ordenada”. Pero entre el gasto acotado, las reasignaciones internas, un déficit estructural persistente y un FES en redefinición, el próximo Gobierno recibirá muy poco margen para una reforma real en educación superior.

Persiste, entonces, una pregunta incómoda: ¿por qué somos tan estrictos al revisar partidas como el Pase Cultural o programas de memoria, de efecto presupuestario menor, y tan flexibles al proyectar reformas que pueden comprometer recursos por décadas?

La responsabilidad fiscal no se agota en aprobar un presupuesto equilibrado para un año ni en transmitir una imagen de orden político circunstancial. También exige claridad sobre los compromisos futuros que el Estado asume. Y en educación superior, esa claridad aún no llega. Si queremos un debate honesto y sostenible, necesitamos recuperar el sentido de proporción: ordenar la casa no basta si seguimos sin mirar la estructura completa.

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