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Negocios & Mundo

Una mala noche en una mala posada

Por Fernando Quijano Velasco, Director de La República, Colombia

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Por: | Publicado: Lunes 23 de noviembre de 2020 a las 04:00 hrs.
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M e cuento como uno de esos viejos animales de sala de redacción de los que vieron salir las máquinas de escribir y entrar a los computadores en medio de las frenéticas noticias de última hora. Los más jóvenes no tienen claro cómo era trabajar sin Google y sin un teléfono inteligente, orfandades que sembraron unas destrezas en extinción, como tener el contexto de las noticias en la cabeza y que con un solo dato se puede escribir un texto sin acudir al buscador. Eran otros tiempos, no muy lejanos.

La anécdota se trae a colación porque la pandemia claramente es un hecho disruptivo para los medios de comunicación de todo el mundo. ¿Quién iba a pensar que tendríamos que cerrar el periódico desde la casa? ¿Quién se imaginó cuarentenas extendidas a lo largo y ancho del mundo? Muy pocos.

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Menos aún que esta coyuntura aceleró la transformación digital de las empresas y, lo más complicado, forzó a los jefes resistentes a los cambios tecnológicos a trabajar con subalternos remotos a quienes no están viendo sentados en sus cubículos. Toda una metamorfosis que llevará al mundo corporativo a un desarrollo muy avanzado.

Confieso que el teletrabajo en el periódico no será la gran herencia de la pandemia, pues el caos vial de una ciudad como Bogotá nos había enseñado hace varios años que no se puede perder tiempo en atascos cuando el cierre de las noticias no espera.

Los sistemas de workflow eran herramientas a la mano para escribir desde cualquier lugar y eso lo había asimilado el periódico en su flujo de noticias. Lo que sí es una herencia real de esta pandemia que pronto cumplirá un año es confiar a ciegas, literalmente, en todos los colaboradores, pues una reunión por Zoom o Teams no es técnicamente verlos. Estar en la oficina, ir a la empresa o departir con los colegas es necesario, porque hay elementos gestuales, semiológicos o conductuales que hablan de su trabajo. Ese tipo de conexiones se ha perdido y puede notarse en los comportamientos.

Excusas tan extrañas como "estoy haciendo el almuerzo", "voy a pasear el perro" o "hago las tareas con mi hijo", eran inusuales y nunca se esgrimían en horas laborales. Ahora sí, hay detalles peregrinos que se volvieron usuales, desplazando las cosas de la sala de redacción a lugares secundarios.

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Pero no es grave, pues siempre quienes trabajamos generando contenidos sabemos la hora de levantarnos de la cama, más pocas veces las de ir a la cama. Con las fuentes las cosas son distintas: todo el mundo esta trabajando los siete días a la semana, las 24 horas del día.

Hay quienes te "chatean" a las 5 de la mañana, te escriben o llaman después de las 10 de la noche. Se rompieron los horarios y es como si todos los días de la semana se hubiesen fusionado en uno solo.

No todas las herencias que nos dejará la pandemia son malas para las viejas salas de redacción, pues de un solo golpe se instaló ampliamente el teletrabajo; se hizo la transición tecnológica en donde el papel pasó a segundo plano en beneficio de los contenidos digitales y se apostó por la conectividad oficinas-hogares.

Nada volverá a la normalidad y la pandemia es sin duda la noticia económica, política y social de este 2020 que poco a poco llega a su final, con buenas y malas cosas. Es un "cisne negro", así el creador de la teoría, Nicholas Taleb, se niegue a aceptarlo, porque considera que era un problema previsible por las autoridades.

¿Qué nos dejará? Una deuda externa enorme. Para Colombia se estima que pasará el endeudamiento de 48% a 66% del PIB; realidad que obligará a las nuevas generaciones a montar un chocante régimen tributario escalonado, que obligue a las empresas y contribuyentes a pagar los estragos derivados del Covid-19.

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Colombia nunca había tenido un crecimiento de la economía negativo y este raro año tal vez sea de 6% en rojo. Claramente un año perdido, convulsionado, que le deja al país cinco millones de desempleados que formarán una bomba social que los aires populistas van a querer capitalizar en las elecciones presidenciales venideras.

Pocos países saldrán bien librados de este 2020, y de las fórmulas que los actuales gobiernos adopten para reactivar la economía dependerá mucho la salud del modelo económico del libre mercado y el robustecimiento de las economías desestatalizadas.

Poco a poco se ve una luz al final del túnel y no viene de la mano de la vacuna, la luz no es otra que el mismo deseo de las personas de salir de esta mala noche en una mala posada.