Política

¿Vientos de cambio de gabinete? Sí, pero…

Se ha instalado el debate respecto de si la obligada salida de autoridades a fines de octubre para asumir candidaturas a gobernadores o alcaldes es la oportunidad para un cambio de gabinete y si en esta coyuntura, Piñera tocará –ahora sí– a su equipo político.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 27 de septiembre de 2019 a las 04:00 hrs.
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Foto: Presidencia
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El próximo 25 de octubre asoma como una fecha crucial para el gobierno de Sebastián Piñera. Ese día vence el plazo legal para que las autoridades que quieran competir en las elecciones municipales de 2020 y en los inéditos comicios para gobernadores regionales dejen sus cargos. Por ley, deben hacerlo un año antes.

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La lógica indica que al menos una buena parte de los intendentes actualmente en ejercicio renunciarán para preparar sus campañas y competir por este nuevo cargo de gobernador regional, de debatidas atribuciones, pero de alta exposición y poder electoral (puede llegar a sumar incluso una mayor cantidad de votos que un senador).

Se trata, en paralelo, de una elección que va de la mano con las municipales, comicios que son una suerte de “predictor” en la carrera por La Moneda: tanto en las elecciones de 2009 como de 2016, la centroderecha se impuso en cantidad de votos de alcaldes y, un año después, Piñera ganaba las presidenciales.

De esta forma, la chance de que el mandatario sume a su legado el traspasar la banda a un hombre o mujer de Chile Vamos se juega en buena parte en las elecciones de octubre del próximo año.

Es este el contexto –un tercer año marcado por elecciones– el que va a determinar las acciones del gobierno durante 2020. Resulta inevitable para el oficialismo, por tanto, preguntarse por los cambios que necesariamente debe aplicar el Presidente en la conducción de su gobierno, asumiendo que las elecciones podrían por fin articular –luego de dos años de divisiones y de intentos de perfilamiento individual– a los partidos de la oposición.

En los últimos días, se ha comenzado a instalar la idea respecto de que, junto con aceptar la renuncia de aquellos que serán candidatos, Piñera decida un nuevo cambio de gabinete. El argumento es que, en el contexto de una salida masiva de gente, se aminora la sensación de crisis y de dramatismo en lo que sería el tercer cambio de gabinete de la actual administración.

Pero ¿gana algo Piñera haciendo un cambio ahora? Considerando la importancia de los tiempos en política, la ganancia no es tan clara ni tan evidente.

Veamos.

Si se considera el factor “encuestas” –que tanto influye en general en la clase política–, la aprobación al gobierno no es menor ahora que hace tres meses y medio, cuando salieron del equipo los ministros José Ramón Valente (Economía), Emilio Santelices (Salud), Roberto Ampuero (RR.EE.) y Susama Jiménez (Energía). En esa fecha, el respaldo a la gestión de Piñera era de 31% y hoy es de 33%, según Cadem.

Se dice que los segundos años son siempre los de mayor complicación para todos los gobiernos y este 2019 ha sido duro para el de Piñera, lo que se explica mayoritariamente por expectativas no cumplidas (al menos no en función de lo que la gente esperaba) en materia económica y de empleo.

De hecho, fue ese factor –el económico– el que predominó en el cambio de gabinete de junio pasado. Cuando pese a las apuestas, el Presidente no tocó a su equipo político y optó por dar una señal al remover a Valente de Economía y a Jiménez de Energía, trasladando además a Alfredo Moreno de Desarrollo Social al MOP. Con este equipo se ha buscado dar mayor dinamismo a la economía y si bien, a diferencia de varios países de la región, Chile crece, no ha sido suficiente como para dar vuelta los respaldos ciudadanos.

Pero han pasado menos de cuatro meses, lo que todavía es poco tiempo para un equipo económico que ha lanzado al menos dos planes de reactivación a los que se les debe dar una oportunidad y que enfrenta una crisis hídrica que –de no ser bien manejada– puede pegar de manera demoledora.

La pregunta entonces es: en caso de hacer ahora un cambio en su gabinete, ¿dónde Piñera haría cambios?

A nivel sectorial, Jaime Mañalich (que claramente “pide cancha” en el equipo político, según se desprende de la entrevista de El Mercurio del domingo pasado, donde criticó al ministro de Hacienda y calificó de “suficiente” al equipo de La Moneda) lleva menos de cuatro meses en Salud; Marcela Cubillos, de Educación, tiene al gobierno volcado en torno a su defensa para no ser destituida por la acusación constitucional que enfrenta; Gloria Hutt ha tenido una labor reconocida en Transportes y Cristián Monckeberg se defiende en Vivienda.

¿Trabajo? Sacar a Nicolás Monckeberg en medio de la pérdida de agenda a manos del proyecto de 40 horas laborales de la diputada Camila Vallejo sería una capitulación demasiado cara para la administración piñerista.

De esta forma, –haciendo eco de un debate instalado en las mismas filas oficialistas­– las miradas se concentran en el equipo político.

Quienes conocen a Piñera saben bien que el factor confianza es clave para el Presidente. Su círculo cercano en el poder lo viene acompañando desde la administración anterior y aunque se aprecie un desgaste –el caso Catrillanca fue un punto de inflexión para Andrés Chadwick y el prolongado rol de vocera en dos gobiernos no le ha salido gratis a Cecilia Pérez–, los ministros de La Moneda y los “equilibrios políticos” que siempre reclaman los partidos son claramente el nudo de mayor complejidad para el mandatario.

Aunque siempre puede primar el pragmatismo, el último caso registrado de un presidente que sacó de sus puestos a ministros de extrema confianza no terminó bien: luego de que Bachelet reemplazara a Rodrigo Peñailillo en Interior (en pleno caso Caval), tuvo a un Jorge Burgos que renunció por sentirse constantemente “bypasseado” y terminó con un Mario Fernández que vio cómo el poder lo ejercía, en la práctica, su subsecretario Mahmud Aleuy, correligionario y cercano a la mandataria. De esta forma, de tocar el comité político, el Presidente seguramente buscará “piñeristas a ultranza” (parafraseando a Mañalich).

A esto se suma que el cuadro político ­–siempre cambiante y revuelto– tiene hoy dos factores a los que se les debe dar algún tiempo antes de tomar decisiones. Por un lado está la izquierda “desbacheletizada”, con una líder natural fuera del país, que debe hacer frente a las revelaciones del caso OAS y que fue tajante al desestimar una nueva aventura presidencial: sin Bachelet en el cuadro, en la oposición se va a desatar una carrera que puede tener rasgos fratricidas. Por otro lado, hay que esperar el efecto en las encuestas luego de la semana de Piñera en Nueva York, donde ha logrado posicionarse en un tema en boga, como el cambio climático.

Por último, se debe considerar el factor “oportunidad”. Cuando un presidente hace un cambio de gabinete siempre busca dar un golpe de efecto. Y la fecha en cuestión, fines de octubre, no ayuda en ese sentido: en noviembre la agenda debería girar en torno a la APEC y en diciembre la estrella será la COP 25. Ambas cumbres internacionales coparán la atención y atentarán contra toda señal política que se pretenda dar en un eventual ajuste. Luego vienen las fiestas de fin de año y las vacaciones, por lo que no tiene nada de irreal la idea de que el cambio se produzca en marzo, para dar nuevos bríos a la última mitad del gobierno.

 

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