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Se acaba la fiesta de los commodities para Chile y América Latina

La atmósfera política de Santiago se ha vuelto venenosa y Michelle Bachelet ha visto su popularidad derrumbarse luego de la gran victoria electoral el año pasado.

Por: John Paul Rathbone, Financial Times | Publicado: Lunes 3 de noviembre de 2014 a las 05:00 hrs.
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A América del Sur nunca le había ido tan bien como en los últimos diez años. El continente aprovechó un auge global de los precios de las materias primas, ayudado por un abundante capital global. En la sabia frase de marketing de Sir Martin Sorrell, la década de 2010 iba a ser la "década de América Latina". Concesionarias de Maserati abrieron en Bogotá, mientras que Brasil acuñó 22 millonarios al día. Y no fueron los ricos los únicos que se beneficiaron. La pobreza cayó y, singularmente, la desigualdad social se redujo en todo el continente.

Sin embargo, como todas las cosas buenas, la fiesta está terminando. A medida que los precios de los commodities disminuyen a causa de la ralentización de la economía de China, hay una nueva sensación de ansiedad. En todas partes, los países están temblando con cierto pánico ligeramente controlado, y el fin del alivio cuantitativo de EEUU no ayuda al estado de ánimo. A medida que cambia el ciclo económico, muchos gobiernos parecen estar confundidos sobre qué dirección tomar. Dado cuánto se ha logrado, a menudo hay un profundo desacuerdo sobre qué debería venir ahora.

El crecimiento ya se está desacelerando rápidamente, a sólo 1,2% para la región este año. Como advierte el Banco Mundial en su panorama regional más reciente: "no está claro si es que la desaceleración está tocando fondo". Los niveles de inversión que habían alcanzado alturas comparables con las de Asia, impulsados por el "súperciclo" de las materias primas, están bajando.

Mientras tanto, las protestas sociales están aumentando, a través de las urnas, como la reñida elección en Brasil, y con acciones directas, como las protestas agrícolas en Colombia y las manifestaciones callejeras en Brasil el año pasado. En todas partes, la región estalla en efervescencia social.

Este ánimo de agitación se extiende por todas las tendencias políticas. En un extremo del espectro está Venezuela, un país espectacularmente mal administrado bendecido con las mayores reservas energéticas del mundo y que, no obstante, está coqueteando con el default, todo gracias a un Estado incompetente.
¿Recuerda la última escena de Thelma & Louise, cuando las heroínas aceleran su auto hacia el borde del precipicio? Con razón las encuestas muestran que la mayoría de los venezolanos piensan que el presidente Nicolás Maduro debería renunciar.

Al otro extremo está Chile, a menudo tomado como un modelo de un sobrio manejo económico. Pero en sólo un año, el crecimiento de su economía dominada por el cobre se ha ralentizado desde casi 5% hace un año a 1,5% en el tercer trimestre. La atmósfera política de Santiago se ha vuelto venenosa y Michelle Bachelet ha visto su popularidad derrumbarse luego de la gran victoria electoral el año pasado.

Entre estos extremos hay una variedad de experiencias, y una gran excepción: México. A diferencia de la Sudamérica rica en commodities, la nación sufrió y no disfrutó la última década. Pero los crecientes costos salariales chinos han elevado la presión competitiva sobre su economía guiada por la manufactura, y los términos de comercio se están volviendo a su favor. Con el tiempo, a pesar de los serios temas de seguridad, debería entregar crecimiento.

Los antiguos observadores de América Latina podrían decir que han visto esto antes. Nada cambia. Los auges de las materias primas van y vienen, y durante los auges la región siempre parece tomar la delantera. Las falsas esperanzas son una debilidad particular. En América Latina, como escribió el filósofo español José Orga y Gasset: "todos viven como si sus sueños del futuro ya fueran realidad". Pero ahora ese futuro ha llegado y, desgraciadamente para países como Brasil, está cargado con deuda de los consumidores luego de un prolongado exceso de crédito, otra razón de por qué la expansión de desacelerará.

Visión positiva
Sin embargo, a pesar de este diagnóstico sombrío, no todo está mal. Hay una tendencia natural a asumir que las cosas buenas (como más crecimiento y más democracia) van juntas. Pero esto no siempre es así. Por la misma razón, también es verdad que no todas las cosas malas van juntas.

En medio de la efervescencia social, América Latina no ha sufrido un retorno a los golpes del pasado, aunque en algunos países ha habido una erosión sutil de los límites y contrapesos constitucionales (como en Bolivia, donde Evo Morales acaba de ganar una tercera elección consecutiva).

La política económica –con algunas excepciones destacadas– ha mejorado desde el último ciclo. Los tipos de cambio flotantes están siendo un amortiguador esencial durante la desaceleración de los commodities. La mayoría de los precios de las materias primas siguen estando históricamente altos y las tasas de interés globales se mantienen bajas (el alivio cuantitativo terminó en EEUU, pero ¿cuándo veremos un alza de tasas en Europa y Japón?). América Latina está mirando a una desaceleración, no un colapso.

Sin embargo, será crucial cómo es manejada políticamente esa ralentización, especialmente respecto de la burguesía que ha surgido recientemente. Unas 50 millones de personas se han unido a las clases medias de la región en la última década, y generalmente tienen tres empleos, miran al futuro y creen en el valor de educar a sus hijos. Ellos pagan impuestos y, naturalmente, quieren una mayor responsabilidad del gobierno, menos corrupción y mejores servicios públicos. Cómo sus demandas son satisfechas cuando hay menos dinero para pagarlas requerirá un espíritu de pregunta abierta y escéptica por parte de los políticos en vez de certezas ideológicas del pasado reciente.

"Se acaba la fiesta". Durante una década, muchos en la región se felicitaron por sus logros. Algunos egos nacionales crecieron en proporciones amazónicas. Sin embargo, fue el falso orgullo de la mayoría de los auges: muchos de aquellos logros se debieron a eventos en otras partes.

Ahora los años despreocupados están llegando a su fin. Como un ciclista acercándose al fondo de una montaña luego de disfrutar un camino largo y fácil, el crecimiento podría desacelerarse a un paso de tortuga. Hay otra pendiente en el horizonte y requerirá un trabajo duro llegar a la cima. Pero ese no es el fin del mundo; así es con todas las montañas.

Financial Times

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