Opinión

Bali y la OMC: “Siempre parece imposible hasta que se logra”

Mario Matus

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Las reglas multilaterales que gobiernan el comercio en el mundo provienen de la OMC. Es la única institución que dispone de un sistema de solución de controversias que puede forzar a cumplir al perdedor de una disputa. Su principal propósito es generar certidumbre al sistema de comercio mundial asegurando que las corrientes comerciales circulen con la máxima facilidad, previsibilidad y libertad posible. Por eso, todos nuestros tratados comerciales están autorizados y regulados por la OMC.



La OMC debe mantener actualizadas sus reglas, lo que se hace mediante rondas de negociación. La última se llama Ronda Doha. En los últimos años, sin embargo, la OMC no había logrado generar consenso entre sus miembros para poner al día sus disciplinas. Por esto, la frase “siempre parece imposible hasta que se logra”, de Nelson Mandela, calza perfecto con lo ocurrido recientemente en la Novena Conferencia Ministerial de la OMC, celebrada en Bali. La negociación estuvo plagada de relámpagos de euforia y periodos de desánimo pero al final, las 160 naciones aprobamos el “Paquete de Bali”, que tiene tres componentes: acuerdos sobre agricultura; temas de desarrollo; y un convenio sobre Facilitación de Comercio. Este último busca reducir costos del comercio internacional dando mayor fluidez a la importación, exportación y tránsito de mercancías. Este es el principal elemento del paquete, en el que Chile dirigió uno de los temas considerados “imposibles”, la sección de Cooperación Aduanera.

Este acuerdo representa un importante logro para el sistema de comercio multilateral. En primer lugar, porque según el Banco Mundial, la OCDE y el Peterson Institute, el acuerdo incrementaría el PIB global en US$ 1 billón. A modo de comparación, el PIB mundial actual (lo que vale el mundo entero) es de US$ 77 billones.

En segundo lugar, porque este acuerdo implica la recuperación de la confianza en la OMC. Este es el primer acuerdo sustantivo de la OMC en sus casi 19 años de existencia y viene a romper la percepción de que el avance normativo ya no era posible a nivel multilateral. Se demostró un resultado concreto, que impacta positivamente en el bienestar de la población mundial.

En tercer lugar, el trato preferencial para países en desarrollo adquiere una nueva forma. En la OMC existen miembros desarrollados, en desarrollo y menos adelantados. Por aplicación del acuerdo, los en desarrollo deberán asignar autónomamente cada una de las obligaciones a alguna de las tres categorías de implementación: (A) de inmediato; (B) en un plazo definido; o, (C) en un momento futuro, para lo cual recibirán apoyo financiero y asistencia técnica. Se subentiende que los países en desarrollo más avanzados y emergentes ubicarán la mayoría de las obligaciones en categoría A, algunas en B, pero ninguna en C. El resultado será el inicio de una nueva segmentación de los miembros en desarrollo de OMC.

Ahora quedan algunas incertidumbres ¿Será Bali suficiente para que el mundo vuelva a poner las energías políticas en la OMC? ¿Será este éxito suficiente para impulsar la conclusión definitiva de la Ronda Doha? ¿Cómo afectará Bali los mega-acuerdos tipo TPP, TTIP y CREP?
Finalmente y dado un intento de bloqueo por parte del grupo ALBA, cabe preguntarse si fue algo coyuntural o constituirá un precedente. Dicho en simple, ¿se pretenderá introducir tópicos no comerciales en OMC? o ¿se hará frecuente el veto de una minoría, en perjuicio de la gran mayoría? El futuro lo dirá.

En el caso de Chile la situación es ¡miel sobre hojuelas!. Nuestro país está volcado hacia el exterior, más del 80% de nuestro PIB está vinculado al comercio internacional, por lo que este acuerdo no tiene mayores costos dado que ya tenemos implementadas la mayoría de las obligaciones vía los TLC. Son los demás los que deberán ajustar sus procedimientos para facilitar el ingreso de exportaciones chilenas.

En síntesis, es un negocio redondo para Chile.

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