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Columnistas

Reforma Laboral ad portas, sin ganadores a la vista

M. Cecilia Cifuentes Directora Centro de Estudios Financieros ESE Business School

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 30 de marzo de 2017 a las 04:00 hrs.

Luego de un par de años en que los abogados tributaristas han estado trabajando a plena capacidad, este año está siendo el turno de los abogados laboralistas, que deben regirse por una nueva legislación de derechos colectivos, con evidentes vacíos legales. La reforma tributaria nos heredó un sistema impositivo caro, ineficiente y complejo, pero definido. La reforma laboral, además de ser anti-productividad y pro-conflictividad, genera un serio problema de incerteza jurídica, por lo que los abogados laboralistas ya se preparan para una activa presencia en los tribunales y en la Dirección del Trabajo, lo que habla muy mal del proceso legislativo que antecedió a su puesta en marcha.

Esta nueva legislación entrega a los sindicatos herramientas que les otorgan un gran poder de presión, como la huelga sin reemplazo, el piso mínimo de negociación, los servicios esenciales y la titularidad de los pactos de adaptabilidad, entre otras, que usadas con un criterio antagonista pueden generar gran daño a la empresa. Es por eso que el efecto finalmente depende de los objetivos de la dirigencia sindical, que lamentablemente muchas veces se alejan de la sostenibilidad de largo plazo de las empresas, buscando más bien ganancias de corto plazo a través de lo que llega a ser casi una extorsión al empleador. El hecho se agrava además con la creciente inexistencia del Estado de Derecho en el desarrollo de las huelgas, legales e ilegales, que lleva a que no sólo los trabajadores no sindicalizados vean impedido su derecho al trabajo, sino que también se vea amenazada la seguridad de los ciudadanos. Los legisladores acentuaron este problema eliminando la exigencia de huelga pacífica en el texto legal.

Es cierto que un aspecto positivo de esta reforma es que los empleadores tendrán mayor incentivo para generar buenas relaciones con sus sindicatos, pero en muchos casos eso será un seguro de dudosa calidad. Basta ver lo que sucedió en Escondida, probablemente una de las empresas que mejores condiciones laborales ofrece en Chile a sus trabajadores, lo que no impidió para nada una huelga muy prolongada y violenta, en que además resultaron todos perdedores, los trabajadores, la empresa y el país.

Es inevitable entonces que la aplicación de la nueva ley de derechos colectivos genere incertidumbre y atente en contra de generar más empleos formales, ya que si los sindicatos usan en mala forma las herramientas que les entrega, estaríamos llegando a una situación en que por asegurar el derecho a huelga sin cortapisas, se le quita al empleador el derecho a que su empresa pueda operar y cumplir sus compromisos. La respuesta esperada no debería sorprender a nadie; se acentúa la tendencia a la automatización, se modera la contratación formal y se desincentiva el desarrollo y el crecimiento de las empresas. Los dueños del capital siempre tendrán alternativas para generar retornos, por lo que son los mismos trabajadores entonces los principales perjudicados en el mediano plazo.

Cuando se empieza a hablar de la necesidad de corregir y perfeccionar las reformas de este gobierno, parece necesario plantear que el derecho a huelga no puede ser absoluto, no sólo pensando en las empresas, sino principalmente en los trabajadores.

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