Columnistas

Un problema de repetición

Rafael Ariztía Socio de MFO Advisors

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Hasta hace poco, la idea de una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución era propio de “fumadores de opio”, en palabras del ex senador y ex presidente del Partido Socialista, Camilo Escalona. Pero pasaron los meses y hoy ya es una propuesta válida para muchos “moderados” o, al menos, no despierta tantos anticuerpos.

Lo mismo ocurrió con la educación. Por mucho tiempo existió el consenso de que para mejorarla era prioritario mejorar la calidad de los profesores. Sin embargo, a fuerza de repetición, una buena parte de Chile compró la idea de que el problema de fondo era el “lucro” y la forma como se financiaban colegios y universidades.

¿Qué hace que consignas tan erradas, pero efectivas comunicacionalmente, se instalen en el debate con facilidad?

Simple. Las ideas de izquierda no tienen contrapeso. O, lo que es lo mismo, la centro derecha en Chile no es capaz de plantear, defender y difundir ideas con la misma eficacia. Y no me refiero a los partidos políticos, que son sólo una arista, hablo de la centro derecha en su conjunto; partidos, instituciones, personas, líderes, intelectuales, periodistas, artistas, etc.

¿Como ópera el mecanismo de la repetición? Más o menos así: se plantea una idea, normalmente bastante extrema y de bajo sustento empírico. Se comunica y repite hasta el cansancio. Escriben y opinan los analistas, la repiten los parlamentarios y los medios, siempre necesitados de material, hacen de altoparlantes.

Finalmente, a punta de repetición, se transforma en realidad. Porque eso es lo que hacen las ideas. Crean realidades, no necesariamente por su mérito, sino que por su repetición.

Por último, el tema se zanja con una encuesta que descubre que la gente, sorpresa, apoya mayoritariamente la idea en cuestión. Esa que escuchó y tragó sin siquiera digerir. Porque suena razonable o justa o igualitaria. De ahí en adelante lo que queda es adaptarse al nuevo “sentir” de la ciudadanía.

No es de extrañar que la centro izquierda domine el campo de las ideas en Chile. La gran mayoría de las ideas que inician este recorrido vienen de ese sector. Revisemos: el “malestar ciudadano”, la desigualdad como origen de todos los males, el “problema del lucro”, el “problema constitucional”...

¿Es nuevo que la derecha no haga contrapeso? No. Ha sido así por mucho tiempo y por muchas razones. Sociológicamente es más individualista, lo que hace que tenga pocos intelectuales militantes. A la derecha tradicional siempre le ha importado más la economía y los negocios, que las ideas que los hacen posibles. Por ello, muchas veces les falta carácter para defender los principios que los sustentan. En resumen, las personas afines a la centro derecha normalmente consideran que las obras y los logros alcanzados gracias a la libertad individual y al esfuerzo de todos se defienden solas y no requieren “interpretación” para ser entendidas por la gente. Grueso y caro error.

¿Tiene que ser esto así por siempre? No. Los conceptos de libertad, responsabilidad individual y justicia nacen de la misma naturaleza humana y, por lo tanto, siempre estarán vigentes. Lo están hoy, más que nunca, gracias a la vorágine de reformas poco consensuadas y mal implementadas que ha impulsado este gobierno.

Pero para que estos conceptos se transformen en ideas que movilizan, es necesario mensajes que motiven y generen esperanzas en la ciudadanía. Y es necesario que se repitan una y otra vez.

Es aquí donde hay que poner el foco, el trabajo y los recursos. En la articulación y repetición de ideas. Lo positivo es que en los últimos años han surgido nuevos medios, centros de estudio, fundaciones y asociaciones, que están comenzando a articular redes, dispersando conceptos del ideario básico de centro derecha. Cada una con su propio enfoque, carácter y énfasis.

Es ahí donde los que ven con preocupación el futuro del país deberían poner sus recursos. No sólo por el bien de un sector político, sino del país. Porque la historia es clara. No se crea riqueza dividiéndola, ni se mejoran los estándares de vida aplicando recetas socialistas fracasadas.

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