Todo empezó en agosto de 2016, cuando Donald Trump ni siquiera había ganado las elecciones presidenciales. Colin Kaepernick, entonces jugador de los 49ers de San Francisco, permaneció sentado en un partido de pretemporada de la NFL (liga americana de fútbol) mientras sonaba el intocable himno de Estados Unidos en protesta por el tratamiento policial contra los afroamericanos. Después, en vez de sentarse, se arrodillaba con el mismo fin.
A Kaepernick le fueron siguiendo más compañeros en un movimiento ascendente al compás de las nuevas políticas de Trump. El fútbol quedo entonces dividido a partes iguales por el rechazo, por un lado, y la defensa de la libertad de expresión, por otro.
Hasta que al visceral mandatario americano, para el que la bandera y la patria es aún más importante que el fútbol, se le acabó la paciencia el pasado fin de semana. Entre diatribas contra sus enemigos políticos y Corea del Sur, Trump encontró tiempo para llamar "hijos de puta" a los deportistas díscolos y pedir su expulsión. No mencionó nombres, pero tampoco hacía falta. Y hsta las estrellas del baloncesto se dieron por aludidas.
Stephen Curry, de la NBA, rechazó tras los comentarios de Trump visitar la Casa Blanca, lo que provocó que el presidente le retirara la invitación. El enfrentamiento verbal subió de tono y salpicó a Roger Goodell, el gestor de la NFL y al que el mandatario critica su falta de autoridad para imponer principios de respeto a los jugadores.
Goodell, decenas de deportistas y dueños de equipos de fútbol como John Mara y Steve Tisch (Giants), y Stephen Ross (Dolphins), a quienes el presidente ha puesto en una situación muy comprometida, consideraron inapropiados los comentarios de Trump e instaron a la unión por delante de la división.
Detrás de todos ellos prevalece, no obstante, el miedo a que las palabras de Trump provoquen una estampida de patrocinadores y de millones de aficionados que constituyen la base de votantes del magnate.
La polémica llega en un momento ambicioso para la NFL, que no quiere echar el freno a la máquina de hacer dinero. La liga americana de fútbol espera ingresos de US$ 14.000 millones este año que podrían elevarse a US$ 25.000 millones en 2027, según Bloomberg. Sin embargo, las cadenas están preocupadas por la progresiva caída de la audiencia televisiva, un descenso que podría acelerarse ahora con la llamada al boicot por parte de Trump. En una suerte de círculo perfecto, y según el magnate republicano, la crisis de la audiencia la han provocado, precisamente, los deportistas que se niegan a respetar el himno.
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