Política

La semana en que el gobierno y la oposición se mostraron los dientes

A la ex Nueva Mayoría y al Frente Amplio los une la negación a La Moneda, pero no un programa. Es la dificultad que deberá enfrentar Piñera en este segundo mandato.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 31 de agosto de 2018 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Lo que sucedió esta semana en el Parlamento –la oposición en conjunto rechazando la propuesta de reajuste del salario mínimo– ¿es acaso la primera muestra de fuerza de los congresistas que van desde la DC hasta el Frente Amplio?

Es evidente que los diputados y senadores que no son parte del gobierno comienzan a articularse en el Congreso. El pasado lunes, en la sede del Parlamento en Santiago, a propósito de la reforma tributaria se reunieron parlamentarios de todo el espectro opositor para acordar una postura común. Fue una fotografía inédita y simbólica en estos primeros seis meses del segundo gobierno de Sebastián Piñera: ex Nueva Mayoría y frenteamplistas sentados en una misma mesa para dialogar. Pero tener una mayor cantidad de votos en ambas cámaras no es lo mismo que tener fuerza. En el mundo de la oposición no existe un proyecto programático común, nadie podría señalar que ahora mismo son una alternativa de gobierno y parecen estar destinados a unirse solo en la negación a La Moneda. En otras palabras: lo que vimos esta semana –la caída de la propuesta de reajuste del salario mínimo– es expresión de una oposición mayoritaria, pero fragmentada y sin liderazgos. Es la dificultad que deberá enfrentar el Ejecutivo en este mandato: ¿con quién se dialoga?

El primer gobierno de Piñera no tuvo una relación suave con la oposición, aunque se suele olvidar el nivel de complejidad. Es difícil el ejercicio de ser oposición para los parlamentarios acostumbrados al oficialismo. Pero a diferencia del periodo 2010-2014, cuando la Nueva Mayoría comenzaba a mostrar sus trizaduras, ahora La Moneda no tiene ni siquiera un conglomerado enfrente. No existe bloque y apareció un nuevo componente en el escenario: el Frente Amplio. En el gobierno explican que la amenaza del Frente Amplio condiciona la actuación legislativa de la oposición, sobre todo del PS, que parece estar constantemente mirando al bloque de izquierda por el espejo retrovisor.

El gobierno habría alcanzado acuerdos previos con parlamentarios de la oposición en ambas cámaras por el reajuste al salario mínimo. Pero dichos parlamentarios no habrían tenido las espaldas para sellar los acuerdos y comprometer el respaldo de una oposición fraccionada y empujada hacia la izquierda. Los negociadores de La Moneda, por lo tanto, observaron al menos en un par de ocasiones que sus interlocutores echaban reversa a lo conversado previamente, en un signo de falta de liderazgo. En la oposición terminaron ganando las posturas menos flexibles por sobre las de apertura al diálogo, que siguen existiendo dentro de la ex Nueva Mayoría, aunque silenciadas y disminuidas.

Fue la semana en que el gobierno y la oposición se mostraron los dientes por primera vez en estos seis meses de mandato, aunque era un asunto de tiempo. El gobierno no tenía espacio político para no mostrarse duro en este episodio, por lo que recurrió al veto sustitutivo. Tenía la convicción de estar haciendo el mejor esfuerzo para mejorar el sueldo mínimo, pero en esta ocasión no es posible obviar el contexto: La Moneda viene saliendo de un cambio de gabinete que no le resultó –dada la rápida caída del ex ministro de Cultura–, pero que despertó el hambre de parte de la oposición. Mostró a un gobierno vulnerable al que se le pueden derribar piezas, lo que explica en buena parte la arremetida de la DC para exigir la salida del subsecretario de Salud, Luis Castillo, a propósito del caso Frei Montalva. El gobierno no habría quedado en una buena posición de haberse allanado a las condiciones del mundo opositor en la discusión del salario mínimo.

El oficialismo los acusa ahora de obstruccionistas y cabe preguntarse: al margen del Frente Amplio, para el que este episodio es casi pura ganancia, porque les genera identidad y muestra su influencia, ¿a todos los parlamentarios de la ex Nueva Mayoría les acomoda el papel opositor que están asumiendo? ¿Es realmente una posición que se pueda prolongar por mucho tiempo en un país que, a juzgar por los resultados de las elecciones, prefiere el diálogo y los cambios con estabilidad? ¿No temen que sus electores le cobren a su sector que por primera vez desde 1990 no haya incremento el sueldo mínimo, aunque en las próximas semanas se presentaría un nuevo proyecto? Cuesta pensar que esta posición se mantenga, al menos entre el puñado de parlamentarios que fueron parte alguna vez de la extinta Concertación.

Con la discusión de la reforma tributaria en el horizonte, La Moneda apuesta a un orden natural de las cosas, aunque existen voces en la oposición que amenazan incluso con rechazar la idea de legislar. El termómetro político indica al gobierno que el conflicto con la DC por el subsecretario Castillo se comienza a descomprimir y que para los parlamentarios opositores sería inviable mantener una postura rígida, sobre todo por factores electorales. Apuestan al desmarque de importantes figuras opositoras en asuntos relevantes, como la misma reforma tributaria. Dentro de los próximos días, en tanto, la Moneda tiene contemplado dar a conocer los resultados de la mesa de trabajo para el desarrollo integral de Chile, donde participaron activamente economistas democratacristianos y socialistas. Será una señal que apunta al sentido opuesto al que se ha visto en el Congreso: colaboración y mirada de largo plazo.

Lo más leído