Productividad
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Carolina Dell´Oro
Hace algunos días se realizó el Congreso de Personas de Icare, "Productividad para todos", donde el centro fue la importancia del encuentro y la conversación dentro de las empresas. En esa oportunidad expuso Ives Morieux, senior partner de BCG, y se refirió a la alarmante tendencia mundial de baja de productividad y el aumento de la insatisfacción laboral. Esta mirada me generó grandes preguntas: por qué esta realidad, qué está pasando al interior de las organizaciones que a pesar de todos los esfuerzos en cursos motivacionales y de liderazgo, no se ven cambios.
Hoy nos encontramos con colaboradores que no se sienten parte, que no perciben que sus motivaciones personales coincidan con las de la organización, y que por lo mismo les es muy difícil hacer un aporte más personal y de mayor valor en su trabajo. Quizás diría yo, nos hemos dedicado mucho al bienestar, la satisfacción en el trabajo diario, dándole una primacía al clima laboral. Eso se refleja en todos los rankings, estudios y encuestas que han proliferado en los últimos tiempos. Pienso que éste es fundamental, que un buen clima es condición necesaria para el trabajo, pero no suficiente.
Lo que toda persona busca en su vida es el desarrollo personal, no sólo el bienestar, sino más bien su felicidad. Es decir, son importantes los factores físicos, psicológicos y sociológicos en el trabajo, pero el peligro es que se reduzcan a tácticas para aumentar la productividad: "trate bien a sus empleados si quiere que sean productivos y eficaces".
Hoy tenemos que ir más allá, y avanzar hacia una visión de cultura, más antropológica, donde la persona es la razón profunda de la organización. En este contexto, el desarrollo y perfeccionamiento de cada colaborador ha de ocupar el nivel más elevado de los fines de la organización. Y esto, como consecuencia, logrará mayor eficacia y productividad.
La palabra "cultura", viene de cultivo. Sólo aquellas organizaciones que logren cultivar a sus colaboradores, podrán hablar de personas motivadas, comprometidas, más eficaces y por tanto, altamente productivas. Entonces el desafío está en promover, a través de conductas y decisiones de los líderes, un ambiente que propicie este desarrollo. Ese ambiente ha de ser una combinación virtuosa entre confianza, exigencia y colaboración.
La confianza es la base y el lubricante que permite que las personas puedan dar pasos que no sólo sean adaptativos, sino protagónicos, que abran huella por caminos no transitados. Para eso es necesario dar espacio al error y la equivocación, que sólo se dan cuando hay confianza. Por otro lado, la confianza sin exigencia puede llevar a un estado de comodidad que todos sabemos no se condice con los desafíos que enfrentan hoy las organizaciones. Se necesita una tensión creadora, que no permita la comodidad, pero que tampoco paralice, para que las personas puedan dar más de si mismas, y flore su originalidad.
Y la colaboración es el ADN humano, que permite a las personas crecer juntos. La clave del desarrollo humano es el trabajo conjunto con otros, porque nuestro ser mismo es relacional. Si queremos mayor productividad y compromiso, tenemos que dar un salto disruptivo en esta línea.