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Hace 30 años...

Hace 30 años, siendo aún estudiante de economía en la Universidad de Chile, uno de los ramos que estaba cursando era “Economía Monetaria”...

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Hace 30 años, siendo aún estudiante de economía en la Universidad de Chile, uno de los ramos que estaba cursando era “Economía Monetaria”, dictada a la sazón por un profesor... argentino. Por aquellos días, la Facultad de Economía no sólo contaba con profesores argentinos; también tuvimos un profesor brasileño, un colombiano, un boliviano y un centroamericano.

La mayoría, excelentes docentes por lo demás. Pero no escapará a la atención del lector que algo muy peculiar tenía que estar pasando con los precios relativos para tener, en una universidad algo menesterosa, tamaña diversidad de académicos extranjeros. En efecto, la contrapartida de tan peculiar importación de profesionales no era otra cosa que una moneda subvaluada -el tipo de cambio fijo en $ 39- y una crisis de balanza de pagos en ciernes, que por aquella época intentaba resolverse con estricto apego a la doctrina del enfoque monetario de la balanza de pagos, instrumentada por la vía del “ajuste automático” -hoy en desuso en todas partes excepto en Europa- que llevaba consigo tasas de interés francamente obscenas y un galopante deterioro de los sectores real y financiero.

Para decir las cosas como son, o bien como fueron, la crisis no era sólo chilena, ya que incluía también a Argentina así como a buena parte de América Latina. Mientras Chile, equivocado o no, intentaba resolver las cosas enfocado en su política interna, la Junta Militar Argentina optó por desviar la atención desde el frente interno a una aventura militar, invadiendo las Malvinas en abril del 82. ¿Por qué perdió Argentina la guerra? La respuesta es dramáticamente simple: la perdió porque la empezó.

Conforme el curso de Economía Monetaria avanzaba, los ingleses hundieron “El Belgrano” y en Chile, 45 días después, se hundía el tipo de cambio fijo, el enfoque monetario de la balanza de pagos y con ello, la tristemente célebre teoría del “ajuste automático”. Por su parte, la doctrina de que no había que preocuparse del endeudamiento externo porque la deuda era “sólo privada”, se hundiría unos meses después, cuando el gobierno hubo de salir a garantizar de un cuanto hay, y de paso, a intervenir al sector financiero en masa.

De ahí en adelante, fuimos aprendiendo ciertos principios básicos. Aprendimos que “no da lo mismo” el déficit en cuenta corriente ni la deuda externa, sin importar su apellido; que la estabilidad precisaba de una regulación bancaria estricta mientras que el crecimiento requería un tipo de cambio competitivo, fuerte dosis de ahorro interno, profundización de la apertura comercial, reglas del juego estables, más libertad de mercado y una reafirmación del sector privado como principal agente de la asignación de recursos. Finalmente, con el advenimiento de la democracia, aprendimos que todo ello adquiere real sustento de largo plazo cuando se cimienta sobre la base de las libertades y derechos personales, así como de los grandes consensos. Así las cosas, perseverando en lo aprendido, y paso a paso, nuestro ingreso per cápita subió de US$ 2.190 en 1982 a US$ 11.900 en 2011; la población viviendo bajo la línea de pobreza bajó de más de 5 millones a 2,5 millones en 2009, mientras que el endeudamiento externo y las crisis de balanza de pagos abandonaron las primeras planas para ser parte de la historia económica.

Por estos días, Argentina, que escogió otros senderos -mercados intervenidos, comercio exterior distorsionado, expropiaciones de facto a la inversión extranjera, incumplimiento repetido de compromisos internacionales y sucesivos repudios de la deuda externa- enfrenta, como hace 30 años, una delicada situación de balanza de pagos y nulo acceso a los mercados internacionales de deuda. Sorprendentemente, la estrategia de antaño parece repetirse; en vez de enfocarse en el problema interno, Argentina opta por revivir un mito: las Malvinas están de vuelta. La pregunta es, si en Chile aprendimos todo lo que aprendimos...¿Qué ha aprendido Argentina?

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