Columnistas

La consigna

Daniel Contesse Vicerrector de Innovación y Desarrollo, Universidad del Desarrollo

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El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, es una obra con historias notables. Recuerdo especialmente la parte cuando el principito se topa con el farolero. Se encuentran en un planeta muy pequeño, en el cual el farolero prende y apaga cada un minuto el farol que tiene a su cargo. El principito le pregunta por qué lo hace y recibe la famosa respuesta: “es la consigna”. “No comprendo” dice el principito; “no hay nada que comprender, la consigna es la consigna”, responde el farolero. En un corto diálogo, siempre interrumpido por el encendido y apagado de la luz y el respectivo buenos días y buenas noches, el farolero explica al principito que el planeta estaba girando cada vez más rápido, eso le exigía encender y apagar el farol cada un minuto. ¿A quién beneficiaba su accionar, qué lógica tenía? No importa, el farolero cumplía con la consigna.

¿Qué hay del análisis sobre la sensatez de lo que se está proponiendo y haciendo en Chile? En la discusión sobre educación se han instalado una serie de conceptos como deseables por el sólo hecho de representar una consigna. La gratuidad, la triestamentalidad, la fijación de aranceles y otros. ¿Son buenos para el país? ¿Han resultado bien en otras partes? ¿Es la tendencia de lo que está ocurriendo en el mundo? ¿Qué dicen los expertos? Por supuesto que todo esto no importa, lo relevante es la consigna.

Los desafíos del siglo XXI dicen relación con cómo mejoramos la productividad país, la colaboración industria universidad, cómo formamos profesionales preparados para los desafíos del futuro. La consigna no nos deja ver estos desafíos, ni menos hacernos cargo. ¿Desechamos los desafíos o la consigna? Se ha optado por lo primero, yo sugiero lo segundo. Empujemos a nuestros dirigentes a recobrar la sensatez y llevar la conversación hacia el futuro, donde prime la mirada de innovación. Veamos el mérito de lo que se propone en función del valor país que cada idea tiene. Cambiemos la consigna por discusiones en torno a la calidad de educación, la globalización, la innovación en los modelos educativos y las metodologías, la formación de profesionales de excelencia, el uso de las tecnologías, la investigación con propósito y la conexión con la industria. Las universidades tenemos el deber de crear propuestas de valor para el país con mirada de futuro, que sintonicen con el siglo XXI, pero esta consigna no nos lo permite y seguimos pegados en el pasado, perdiendo la carrera mientras en Asia y otros lugares del mundo las universidades siguen avanzando y dejándonos atrás.

El farolero necesita entender pronto que el contexto cambió, que el planeta gira a otra velocidad y que debe adaptar lo que hace al nuevo escenario.

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