Política

Arturo Valenzuela: “Lo que más me preocupa de Chile es el caos político”

El exsubsecretario de Estado para AL durante la Administración Obama, afirma que debe fortalecerse el Congreso y no apoya una Asamblea Constituyente.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 8 de noviembre de 2019 a las 04:00 hrs.
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Al cientista político chileno Arturo Valenzuela (Concepción, 1944), que ha sido profesor en Duke University y en Georgetown y subsecretario de Estado para América Latina durante la Administración de Barack Obama, uno de los aspectos que le llama la atención de la actual crisis chilena tiene relación con la falta de referentes: “En el pasado había a un compromiso fuerte de distintos sectores de la sociedad en todos los estratos sociales con distintas utopías. Uno era de izquierda –el Partido Comunista o Partido Socialista, con una cierta visión de lo que sería del mundo–, del centro o de derecha. El hecho de que ahora en Chile haya tan poca identificación partidaria, es un cambio preocupante”, señala el autor de “El quiebre de la democracia en Chile”, un clásico sobre los factores que desencadenaron el Golpe de Estado de 1973.

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–¿Por qué le resulta preocupante?

–A pesar de la polarización muy fuerte que hace crisis en el 73, Chile –a diferencia de muchos países latinoamericanos– tenía un conjunto de ideales importantes muy distintos, pero que llevaban a acuerdos clave en momentos importantes.

–¿Y cómo se explica el malestar?

–De lo que se está hablando mucho es de la desigualdad, pero hay que tener mucho cuidado, porque las desigualdades en otras épocas eran terribles también. El año 60, para qué decir el año 73, eran mucho mayores que las desigualdades que existen hoy en día.

–Si no se trata de una demanda por mayor igualdad, ¿entonces…?

–Del surgimiento de una clase media incipiente que tiene algunas posibilidades, pero son posibilidades muy precarias. Los más pobres, en situaciones dramáticamente pobres, no tienen el lujo de poder manifestarse de esa forma. Entonces lo que tenemos frente –y esto es un fenómeno chileno, pero también en otras partes de América Latina donde la extrema pobreza ha bajado de forma bastante importante–, es una clase media que se encuentra con todos sus anhelos hasta cierto punto frustrados. Chile no es el país más desigual de América Latina, hay otros que son mucho más desiguales.

–La falta de referentes políticos de la que usted habla, dificulta la salida de la crisis…

–En América Latina tenemos una crisis de representación, una crisis de gobernabilidad y una crisis de Estado de derecho y esas tres crisis están muy interrelacionadas. El problema de fondo no es pensar en que uno tiene que dejar a un lado un sistema de representación para la que ciudadanía se empodere directamente, todo lo contrario: eso puede ser una fórmula muy peligrosa que puede llevar efectivamente a un populismo autoritario, una relación directa entre el salvador que busca la gente y sus feligreses.

–Entonces, ¿cuál es el camino?

–Lo que se tiene que hacer efectivamente es fortalecer el sistema de representación. Yo soy de los que piensan que uno de los déficits más grandes –y esto va en contra hasta cierto punto de lo que se piensa comúnmente en Chile– fue no haberle entregado al Parlamento las potestades y las atribuciones que tenía antes del gobierno militar. El presidencialismo chileno es demasiado fuerte. El Presidente manda, pero ¿dónde se hacen los consensos? ¿Dónde se buscan las soluciones? ¿Dónde se representa el pueblo para poder hacer los cambios necesarios?

–Efectivamente, no es una mirada popular, dado los niveles de apoyo que tiene hoy el Parlamento.

–No es un análisis muy popular, porque hay una especie de rechazo al sistema de representación. Pero el problema es que el sistema de representación solamente puede funcionar si es que efectivamente tiene también atribuciones importantes.

–Por lo que dice, no le gusta la salida de una Asamblea Constituyente.

–Me preocupa lo de una asamblea constituyente donde efectivamente lo que se busca es poner en la Constitución las reivindicaciones que piden todos los sectores. Porque, en realidad, es algo que debiera discutirse y aprobarse por ley dentro de un Parlamento representativo. ¡Pero que sea representativo de verdad! Con partidos coherentes, disciplinados y democráticos internamente. Uno tiene que tener un Congreso con facultades importantes que no ha tenido el Congreso desde que volvió la democracia en Chile, por el hiper presidencialismo que tenemos.

–¿La Constitución de 1980 une a los chilenos?

–Estoy de acuerdo que se requieren algunas reformas importantes y se han cometido errores, como crear este sistema de la segunda vuelta electoral para responder al problema de presidencias minoritarias. La segunda vuelta debiera darse en el Congreso –como se hacía en Chile bajo la Constitución del 25– que a su manera le daba cierta estabilidad institucional al país. En varios trabajos he insistido que el Congreso tiene que pedirle al candidato o candidata con el mayor número de votos proponer en el plazo de un mes un gobierno con programa y gabinete designado que tendría que tener el aval de la mayoría de la Cámara, que por definición es representativa del cúmulo de las expresiones políticas del país. Si no puede, se le encomendaría a la segunda preferencia plantear lo mismo. Con ello se “parlamentariza” el presidencialismo, dándole respuesta al problema de presidencias de doble minoría (sin mayoría popular y sin apoyo mayoritario en el Parlamento).

–La oposición chilena empuja un plebiscito para que la ciudadanía exprese si quiere o no una nueva Constitución y la fórmula.

–Hay que reformar la Constitución, pero cambiarla totalmente ¿sería hacer qué? En el fondo lo que estamos hablando es de cómo se crea un sistema de gobernabilidad basado en la soberanía popular y eso requiere en cualquier sociedad, por lo más pequeña que sea, un sistema de representación. Votar por plebiscito o por referéndum a veces es una fórmula que se presta al populismo y a la dictadura. Eso lo hemos visto también en América Latina donde uno dice llega el mesías y cambia la Constitución. Hay que tener cuidado con eso.

–¿Qué es lo que le preocupa de la constituyente?

–Yo la primera conversación que tuve con Chávez fue justo después de ser elegido y él partió una constituyente. Yo le pregunté: ¿qué pasa si el próximo presidente también quiere su constituyente? A lo que vamos entonces es que la mayoría del momento decide cuáles van a ser las reglas fundamentales, pero la Constitución democrática tiene que garantizar también los derechos fundamentales, civiles, los derechos humanos y los derechos políticos de las personas en resguardo también de las minorías, que podrían ser mayorías futuras.

–¿Observa polarización política en Chile?

–Pero polarización ¿entre qué? Esa es la pregunta que yo me haría: ¿entre qué visiones de la sociedad? Lo que más me preocupa a mí de Chile no es tanto la polarización. Lo que más me preocupa de Chile es el caos político, la falta de claridad de quiénes son los dirigentes y los que efectivamente estarían dispuestos a sentarse a dialogar. El derrumbe de lo partidos políticos tradicionales en Chile es un tema enormemente preocupante. La ciudadanía lo que debería estar buscando –en vez de hacer una proclamación ciudadana a favor de algo– es ir viendo cómo mejorar los partidos, que en cualquier democracia representativa todavía son la fuente más importante de la traducción de la voluntad ciudadana hacia las esferas del poder. Lo que requiere el país hoy no es una respuesta solamente a los graves problemas que a lo mejor tiene la gente –pensiones, salud o lo que sea–, sino que también la arquitectura misma del sistema de gobernabilidad.

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