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Garretón: "Ninguna empresa avisa que va a quebrar, porque está peleando por salir adelante”

El expresidente de Iansa recuerda sus difíciles años en la azucarera y aboga por una ayuda integral a los trabajadores. “Otros afectados de los que nadie se preocupa (...) son los accionistas de Iansa”, agrega.

Por: Claudia Rivas A. | Publicado: Viernes 3 de agosto de 2018 a las 04:00 hrs.
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Fue presidente de Iansa entre 2001 y 2006, años que recuerda con emoción. Desde esa experiencia, Oscar Guillermo Garretón no puede evitar seguir con tristeza el cierre de la planta de la empresa en Linares, pues asegura que la quiere “mucho”, porque “es lo mismo que a los hijos que nacieron con algún problema, con dificultades, a los que uno les tiene que dedicar todo para sacarlos adelante, uno les toma un cariño muy grande”. Y recuerda de su paso por la empresa, que “la pasión que tuve que colocar a Iansa en ese tiempo fue muy grande. No me atrevería a decir que es una empresa condenada a una declinación o una agonía, no, pero en ese tiempo para nosotros fue como resucitar a Lázaro, porque había muchas dificultades”.

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Según la experiencia del economista ex MAPU, “el grueso de los agricultores de cultivos anuales optan y hacen, por así decirlo, un portfolio de distintos productos de acuerdo a sus expectativas, favoreciendo más unos que a otros cada año. Dedican una parte a la remolacha, otra parte la pueden dedicar al maíz, al trigo, a la crianza de animales”. Mientras él encabezó la empresa, Iansa también pasó por un período de caída en el precio del azúcar, por lo que la forma de enfrentar esa etapa “era tener una agricultura remolachera de un nivel de productividad mucho más alto que el que tenía”. Y “fue una enorme operación de emprendimiento –recuerda con nostalgia- que nos permitió salvar la empresa, más toda la pelea de la ley del azúcar en el Parlamento”.

- ¿Eso fue el año 2003?

- Fue el año en que estuvimos a punto de irnos a pique con la empresa. Por eso digo que le tengo cariño, porque tuvimos que ponerle con todo y tengo la impresión que ahí quedó en la gente de Iansa un sentido casi épico, lo mismo que en los agricultores. Éramos un grupo que tenía una misión común, que era hacer a la remolacha competitiva.

- ¿Esta vez se requería un nuevo impulso como ese?

- Entiendo que efectivamente se produjo una baja de precios nuevamente, seguramente más grave que la de entonces, es probable que ni siquiera con ese aumento de productividad esté siendo rentable y la mejor prueba de ello es que –por lo que he visto en la prensa- ha habido una disminución de la superficie de remolacha plantada.

- ¿Y las medidas anunciadas?

- Sobre las medidas mismas, me imagino que hubo una situación que llevó a eso y este cierre, claro, afecta a los agricultores que tienen una posibilidad menos, pero yo diría que el impacto más duro es para los trabajadores de la planta.

- ¿Cómo debería ser la reconversión para los trabajadores?

- Bueno, eso es más difícil. Respecto del apoyo vi que el gobierno también se refería a los trabajadores, aunque lo más concreto se refiere a los agricultores. Mi experiencia es que una reconversión implica que haya una voluntad común, no sólo de los agricultores, sino también de quienes deben echarle una mano a eso, porque cultivar cerezas o avellanas europeas requiere habilidades y conocimientos que, probablemente, el remolachero no tiene. Hay que capacitarlos para la reconversión, no sólo entregarles un montón de árboles.

- ¿Eso debe hacerlo el gobierno?

- Bueno, el gobierno les ha ofrecido apoyo y está bien. Pero cuando uno dice apoyémoslos, tiene que haber una ayuda muy integral para que sea real; definir qué cultivos pueden ser rentables y qué quieren hacer los agricultores; ofrecerles opciones, hay que capacitarlos y, probablemente, ayudarlos financieramente si van a optar por la fruticultura, para que puedan esperar los cinco o seis años que tarda un árbol en producir. Si no, es una ilusión que se van a reconvertir.

- ¿Qué efecto puede generar en la comunidad el cierre de la planta?, ¿catastrófico?

- Tengo la impresión de que la agricultura tiene alternativas ya, siempre es malo que desaparezca alguna, hace daño, pero no me atrevería a decir que es una cuestión devastadora.

- ¿Y los trabajadores?

- Es más complicado, porque ellos no son agricultores, no tienen tierras; sino que tienen un trabajo que es la planta. Entonces, creo que hay que tener una preocupación especial por los trabajadores.

-Dado que los trabajadores son tal vez los más perjudicados, ¿debería existir una instancia que alertara al gobierno de que una empresa va a quebrar para poder reaccionar a tiempo?

-No es tan simple. Ninguna empresa avisa que va a quebrar, porque están peleando por salir adelante. Otra cosa distinta es que el gobierno y los bancos sí tienen una opinión de cómo está una determinada empresa. Entonces, más que esperar que alguien confiese que está en dificultades hay que tener un seguimiento de un fenómeno que es inevitable: siempre va a haber actividades que surgen y otras que declinan. Otros afectados de los que nadie se preocupa, pero que pueden ser muchos miles, son los accionistas de Iansa.

- ¿Por qué muchos miles?

- Grandes o chicos de todas maneras es un impacto para ellos. Un dato, cuando me fui de Iansa la acción estaba como en 140 pesos y miré hoy día, que subió un 8%, y estaba en 13 pesos. O sea hay un impacto muy fuerte.

- Algunos atribuyen el cierre a la falta de competitividad, a la baja del precio del azúcar internacionalmente, ¿Y usted?

- Yo voy siguiendo por los diarios los elementos que se consideran en la discusión. Uno de ellos es efectivamente la baja en el precio del azúcar, la baja de los commodities, que es un hecho que ha sido muy cíclico en el caso del azúcar. Lo segundo es que el consumo de azúcar disminuyó, un fenómeno que no es solamente local, tiene que ver con el cambio en la dieta alimentaria de la gente, influye en la cantidad que se puede producir y también en los precios. Y tengo la impresión de que en algunas partes importantes el cultivo de la caña de azúcar está teniendo una productividad muy difícil de alcanzar.

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