Economía

El mundo ha perdido la fe en el libre comercio que impulsó una era dorada de crecimiento

Los datos de la OCDE muestran que en los lugares donde ha caído la producción y el comercio, también ha disminuido la productividad de la economía y ha aumentado la desigualdad.

Por: Renato García J. | Publicado: Lunes 14 de noviembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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El libre comercio y los acuerdos comerciales siempre han tenido detractores, especialmente entre los sindicatos. Hace una década atrás, sin embargo, la mayoría de los líderes mundiales estaban convencidos de sus beneficios. La economía global crecía a tasas aceleradas a medida que los países abrían sus mercados, las empresas trasladaban sus fábricas a regiones de menores costos, y las cadenas de producción se extendían por el mundo.

El panorama hoy es muy distinto. El mundo parece atrapado en un pantano de crecimiento decepcionante y la Organización Mundial de Comercio (OMC) advirtió que el intercambio de mercancías y servicios se expandirá este año a su ritmo más lento desde la crisis, afectado por la menor producción y el mayor proteccionismo. Según el organismo, las políticas proteccionistas aumentaron 5% el año pasado, y más del 75% de las barreras implementadas desde 2008 se mantienen hasta la fecha.


La organización espera que el comercio avance 1,7% este año, por debajo del 2,2% del PIB global, la mayor diferencia entre ambos datos desde 2009, y una situación que para el Nils Andersen, director ejecutivo de Maersk, la mayor naviera del mundo, sería señal de una recesión.


Si los pronósticos de la OMC se confirman, este sería el quinto año consecutivo en que el crecimiento del comercio se mantenga bajo 3%.


Y la entidad no está contando con un repunte a corto plazo. Para el próximo año recortó sus proyecciones de 3,6% a un rango de entre 1,8% y 3,1%.


"La dramática desaceleración del comercio es algo serio y debe servir como un llamado de atención", dijo el director de la entidad, Roberto Azevedo. "Debemos aprender de las lecciones de la historia y volver a comprometernos con la apertura, que puede ayudar a impulsar el crecimiento".

Se invierte la marea


Muchos gobiernos y autoridades se han vuelto en contra de la apertura comercial, preocupados por la pérdida de empleos e industrias ante la mayor competencia, en medio del estancamiento económico. Sin embargo, los expertos de la OCDE advierten que es justamente al contrario. El débil crecimiento obedece, en parte, a la baja del comercio, y un nuevo impulso de apertura ayudaría a recuperar dinamismo. La economista jefe del organismo, Catherine Mann, asegura que la reducción del comercio está exacerbando la "trampa del crecimiento bajo". Mann atribuyó esta tendencia al fracaso de las autoridades en abordar las preocupaciones de sus ciudadanos y atenuar los efectos negativos de la apertura comercial.


La principal funcionaria económica de la OCDE recordó que en la última cumbre del G20, en China, los líderes mundiales expresaron mucho menos apoyo a la liberalización comercial que hace dos años. "Los datos de la OCDE muestran que en los lugares donde ha caído el crecimiento y el comercio, también ha disminuido la productividad y ha aumentado la desigualdad", dijo Mann.


Una mala señal


Este ambiente proteccionista estuvo a punto de cobrar una víctima a comienzos de noviembre, cuando el acuerdo que la Unión Europea y Canadá comenzaron a negociar en 2004, conocido como Comprehensive Economic and Trade Agreement (CETA), estuvo cerca de colapsar a días de su firma por el rechazo de Valonia, una pequeña región de Bélgica.


El difícil trámite de CETA, el mayor acuerdo comercial en más de 20 años, plantea un sombrío escenario. Para salvar la resistencia de sus críticos, su implementación tuvo que ser dividida en dos fases, y la ratificación de algunas de sus disposiciones ahora podría aplazarse por varios años.


Las dificultades de CETA son un indicio especialmente revelador, considerando que Bruselas y Ottawa tienen grandes coincidencias en materia de regulaciones a empresas e inversión. Mucho más complejo sería entonces que se apruebe la Asociación Trasatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP, sigla en inglés), el acuerdo que negocia la Unión Europea con EEUU, cuyo estilo de capitalismo menos regulado genera anticuerpos en la región. E incluso un acuerdo con Reino Unido tras su salida del bloque, sería ahora más dudoso.


Los franceses han sido particularmente duros. "No habrá ningún acuerdo si EEUU no respeta los intereses de la UE. Europa debe ser firme y Francia se va a asegurar de que lo sea", dijo el primer ministro galo, Manuel Valls. "Un acuerdo impondría una visión que sería simplemente mala para nuestra economía".


CETA estuvo a punto de colapsar porque fue calificado como un acuerdo mixto, lo que quiere decir que requería la aprobación de al menos 38 parlamentos nacionales y regionales. La Corte Europea de Justicia está evaluando ahora una solicitud de la Comisión Europea para reducir las exigencias, de modo que sólo se requiera la aprobación del Parlamento Europeo y de los ministros de Comercio de los países miembro.


Pero incluso si eso ocurre, su tramitación no está asegurada. Para Gianni Pittella, líder del Partido Social Demócrata y segunda mayor fuerza del Parlamento Europeo "existen grandes dudas respecto del TTIP". Los mismos cuestionamientos han expresado sus aliados en Alemania, Italia y Francia. Con 189 parlamentarios, los socialdemócratas controlan el balance de poder entre los bloques que apoyan y rechazan el acuerdo en el congreso de 751 miembros.


Pero incluso los partidarios del TTIP tienen aprensiones, ya que el apoyo para el acuerdo tampoco es firme en EEUU. La iniciativa no cuenta con el respaldo de la nueva administración en Washington, y al saliente presidente Barack Obama sólo le quedan unas pocas semanas para sacarlo adelante, antes de que tenga que dejar la Casa Blanca, en enero. Si no lo consigue, el acuerdo que abriría un mercado de US$ 1,1 billón (millón de millones) probablemente quedará postergado al menos hasta 2020.

Decisión estratégica


El mismo riesgo corre la Alianza Transpacífica (TPP), un acuerdo que estaba siendo liderado por Estados Unidos, y que con sus doce países miembros representan cerca de 40% del PIB mundial, con US$ 30 billones (millones de millones). De llegar a concretarse, el Banco Mundial estima que el TPP podría elevar el PIB de sus integrantes en 1,1% para 2030.


Pero, "considerando los obstáculos que encontró CETA, vemos sentimientos aún más fuertes en el caso del TTIP, y también vemos que el debate sobre el TPP está tomando una dirección negativa en EEUU, así que en general vemos una reacción en contra del comercio global", reconoció a fines de octubre el vicepresidente de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis.


Vietnam, uno de los primeros países que tenía programado ratificar el TPP y uno de sus principales defensores, finalmente decidió congelar la decisión, a la espera de saber qué ocurrirá finalmente en Washington. El gobierno de Singapur, en tanto, advirtió que EEUU está arriesgando su credibilidad en estas negociaciones y su par de Australia proyectó que si no es ratificado por la actual administración, habrá menos probabilidades de que sea aprobado después.


El TPP, donde no participa China, compite con un pacto que está impulsando en paralelo Beijing con otras 16 economías de la región. Por eso, el éxito o fracaso del TPP no sólo "marcará la dirección del sistema del libre comercio mundial", sino que también "el ambiente estratégico para Asia Pacífico", advirtió el primer ministro japonés, Shinzo Abe.

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