Economía

Fillion, el candidato duro de matar

Que Fillon tiene más vidas que un gato quedó demostrado cuando fue elegido, contra pronóstico, como candidato del centro-derecha a la Presidencia francesa.

Por: EFE | Publicado: Domingo 23 de abril de 2017 a las 13:46 hrs.
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François Fillon ha asistido tantas veces a su propio funeral político que, llegada la hora de la verdad, nadie se atreve a dar por muerto a un candidato que quiere compensar con su programa una imagen vapuleada por los casos de corrupción.

Que Fillon tiene más vidas que un gato quedó demostrado cuando fue elegido, contra pronóstico, como candidato del centro-derecha a la Presidencia francesa en las primarias del pasado noviembre.

Pese a partir por debajo del 10 % en los sondeos sobre intención de voto en aquella cita, su actuación en los debates televisados y, sobre todo, el apoyo de unas bases que demandaban un aspirante claramente derechista le valieron una rotunda victoria frente al moderado Alain Juppé.

Eran días de vino y rosas para Fillon. Solo un cataclismo podía impedir entonces su llegada al Palacio del Elíseo.

Y el cataclismo llegó en forma de imputación judicial. Meses antes, para atacar a su rival Nicolas Sarkozy, él mismo había acuñado una frase que hoy le vuelve una y otra vez como un bumerán: "¿Quién se imaginaría al general De Gaulle imputado?".

El ex primer ministro necesitará ahora una proeza aún mayor para ganar las elecciones.

Ha habido días durante la campaña en los que ni sus más férreos defensores hubiesen apostado por que pudiese finalmente concurrir a los comicios.

Especialmente, tras la dimisión en cadena de su responsable de Exteriores, Bruno Le Maire, su portavoz, Thierry Solère, y su director de campaña, Patrick Stefanini, cuando se conoció en marzo que sería imputado por los supuestos empleos ficticios que concedió a lo largo de años a su mujer, Penelope, y dos de sus hijos.

Pese a haber asegurado en enero que renunciaría si finalmente era imputado, Fillon aguantó aferrado a su mantra, el programa y nada más que el programa, con el que pretende seducir a los votantes que quieren un giro real hacia la derecha.

Neutralizó la amenaza latente de Juppé, congregó a miles de personas en su apoyo a los pies de la Torre Eiffel, y su capacidad para encajar los golpes como un boxeador veterano hizo el resto.

De aspecto siempre impecable -los lujosos trajes que recibió como regalo también le han dado quebraderos de cabeza-, con rictus impávido y sonrisa sardónica, Fillon ha aguantado los ataques de sus contrincantes consciente de que, una vez llegadas las elecciones, solo los franceses podrán decidir sobre su futuro.

Si es elegido presidente, gozará de inmunidad durante al menos cinco años. Si no, es previsible que deba rendir cuentas ante la justicia por malversación de fondos públicos, entre otros delitos.

Nacido en Le Mans en 1954 en un familia de tradición gaullista (madre historiadora, padre notario), define como "radical" su proyecto para Francia, en el que combina medidas liberalizadoras en lo económico y conservadoras en lo social.

Tras estudiar Derecho, admite que llegó a la política por casualidad, como ayudante parlamentario del diputado Joël Le Theule en 1976, y defiende como una baza que esa falta de ambición inicial le ha permitido disfrutar sin frustraciones de cada etapa.

Antes, pasó un par de veranos como becario de la agencia de prensa francesa AFP, uno de los cuales le llevó a Madrid para cubrir, entre otras cosas, corridas de toros.

Ministro de Educación Superior en el Ejecutivo de Édouard Balladur, titular de Tecnologías de la Información y ministro delegado de Telecomunicaciones en el de Juppé, sus carteras incluyen también las de Asuntos Sociales (2002-2004) o Educación (2004).

Como jefe del Ejecutivo, se convirtió en el único primer ministro en aguantar un quinquenio presidencial completo, de mayo de 2007 a mayo de 2012.

De su trabajo en Matignon, sede del Gobierno, queda su apuesta por el rigor presupuestario o la reforma de las pensiones, en la que retrasó la edad mínima de jubilación de los 60 años a los 62.

Ahora pretende ir más lejos en su programa liberalizador, con la supresión de medio millón de puestos de funcionario y la eliminación de un tótem socialista, la jornada laboral de 35 horas.

Su etapa posgubernamental quedó marcada por la polémica elección interna del partido Unión por un Movimiento Popular (UMP), actual Los Republicanos, en la que él y el otro candidato, Jean-François Copé, se acusaron mutuamente de fraude.

Cuando Sarkozy y Juppé anunciaron su intención de competir por la Presidencia, la suerte de Fillon parecía echada. Dentro de cinco días deberá demostrar que todavía le quedan vidas por gastar.

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