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La derecha "buena" versus la derecha "mala" de América Latina

El ascenso de Jair Bolsonaro a Brasil hace preguntarse si hay un sector que tiende al autoritarismo en la región.

Por: John Paul Rathbone | Publicado: Viernes 4 de enero de 2019 a las 17:00 hrs.
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Por mucho tiempo ha existido una izquierda "buena" y una "mala" en América Latina. Con el inicio de la presidencia de Jair Bolsonaro esta semana, vale la pena preguntarse si también hay una línea entre la derecha política "buena" versus la "mala" en la región y, si es así, dónde califica él.

En su inauguración, Bolsonaro prometió que la bandera verde y amarilla de Brasil "nunca sería roja" y se presentó como un quiebre largamente esperado de 30 años de social democracia. Los brasileños podrían liberarse de "socialismo, el gigantismo estatal y lo políticamente correcto", señaló.

Sus palabras agradaron a los 57 millones de brasileños que, asqueados de los escándalos de corrupción y la mala administración del gobierno anterior de izquierda, votaron por el excapitán de Ejército. Algunos de los 47 millones de brasileños que votaron en su contra, sin embargo, temen que Bolsonaro sea un "mal" presidente de derecha: estridente, nacionalista, y de mente cerrada, como sugiere la retórica provocativa de su campaña.

La idea de corrientes políticas "buenas" versus "malas" viene de un ensayo de 2006 de Jorge Castañeda, exministro de Relaciones Exteriores de México. Él dividió la "marea rosada" de izquierda -que en su punto máximo controló a 17 de las 20 repúblicas de América Latina- en dos campos: el responsable y el autoritario.

El primer grupo, pragmático, incluía a líderes como Michelle Bachelet en Chile, y reunía a personas "modernas, de mente abierta, reformistas e internacionalistas". La segunda, que incluía a Fidel Castro y Hugo Chávez, eran ideólogos intransigentes de "la gran tradición de populismo latinoamericano".

Los dos tipos -uno moderno y democrático, el otro anacrónico y autoritario- trascienden las ideologías políticas. ¿En qué campo caería Bolsonaro?

Su promesa de respetar la Constitución y promover reformas liberalizadoras sugieren que en el primero. La estancada economía brasileña necesita cambios. Su sistema de pensiones es regresivo; el gasto estatal necesita controlarse, al igual que los bancos estatales. La privatización de las firmas estatales ineficientes es necesaria.

Esas reformas, aunque dolorosas, son responsables y probablemente serán ampliamente respaldadas en el país, y ciertamente fuera de él. Otros miembros de la "derecha responsable" en la región son Iván Duque de Colombia, Sebastián Piñera de Chile y Mauricio Macri de Argentina, quien está intentando dar su propio giro económico con el respaldo del G20 y el Fondo Monetario Internacional.

Pero la nostalgia del presidente brasileño por la dictadura, además de su afición por las armas y su aparente despreocupación por los derechos humanos, sugieren que está en el campo "malo".

Otros ejemplos en ese grupo incluyen a los presidentes de Guatemala y Honduras, Jimmy Morales y Juan Orlando Hernández, sugiere James Bosworth, fundador de la consultora de riesgo Hxagon, en una publicación profunda sobre las "dos derechas" de Latinoamérica.

Por supuesto, estas taxonomías son problemáticas porque, mientras clarifican, también sobre simplifican, admite Castañeda. "Los malos líderes pueden hacer cosas buenas, al igual que los buenos líderes pueden hacer malas", dijo a Financial Times. Un "buen" líder, como el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva -ahora condenado por corrupción- "también puede pasar al campo de los malos y viceversa", agregó.

Sin embargo, la idea es útil porque trasciende a las divisiones ideológicas. Mirando al nuevo presidente de izquierda de México, Andrés Manuel López Obrador, Castañeda, un duro crítico, lo pone en el lado de los "malos", "por lo que ha hecho y de dónde viene, que es una tradición de populismo". Por ese estándar, Bolsonaro también pertenece en el campo de los "malos".

Por ahora, Bolsonaro disfruta una aprobación de 65%. Su presidencia tiene apenas una semana. La prueba real vendrá si, al perseguir sus políticas, desafía a los controles institucionales que ponen obstáculos al autoritarismo y mantienen a Brasil como una democracia liberal. Al final, eso es lo que define verdaderamente al "bueno" y al "malo".

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