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Recuperación global de la economía es real, pero también frágil

A corto plazo el FMI es optimista, pero los riesgos estructurales a largo plazo se mantienen.

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Miércoles 18 de abril de 2018 a las 04:00 hrs.
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La economía global está disfrutando un período de crecimiento económico robusto. No está creciendo con la rapidez con que lo hacía entre 2003 y 2007, pero, en visión de cómo terminó ese impulso, deberíamos estar agradecidos de la misericordia. El crecimiento de 2017 como el proyectado por el Fondo Monetario Internacional para 2018 y 2019 son más altos que los de cualquier año desde la crisis, excepto por 2010 y 2011, los años de recuperación post crisis. Este, entonces, es un tiempo de recuperación frágil.

En su más reciente Panorama Económico Mundial (WEO, su sigla en inglés), el FMI aumentó su previsión de crecimiento para la economía global para este año y el próximo en dos décimas por encima de lo que había proyectado en octubre. La mayor revisión al alza es para las economías avanzadas, con un aumento de 5 décimas y 4 décimas para 2018 y 2019, respectivamente. El Reino Unido es el único miembro del G7 que no tiene una revisión al alza. Ese es el precio temprano del Brexit. Quizás lo más llamativo, dados los ruidos proteccionistas de Estados Unidos, son los aumentos en las expectativas de crecimiento del volumen del comercio global. Ahora se prevé que la expansión sea 1,1 punto porcentual más rápida en 2018 y 0,8 punto porcentual más acelerada en 2019.

Las dos principales razones para la fuerza de la economía mundial y el creciente optimismo sobre las perspectivas de corto plazo son que la política monetaria sigue siendo acomodativa, mientras que el mundo ha evitado todos los golpes negativos mayores desde el colapso de los precios de las materias primas en 2014 y 2015. Incluso así, la política monetaria no sería restrictiva para los estándares históricos: la tasa esperada es de menos de 3% incluso a inicios de 2021. Este optimismo es en gran parte porque la inflación, particularmente en los sueldos, ha estado adormecida, a pesar del bajo desempleo.

A la aún altamente acomodativa política monetaria debemos añadir el gran impulso fiscal pro-cíclico de los recortes tributarios de EEUU. La Oficina de Presupuestos del Congreso prevé que el déficit federal del país promedie apenas bajo el 5% del PIB entre 2019 y 2027. Esta mezcla de “pistolas y mantequilla” en una economía de pleno empleo recuerda a la de fines de los ‘60 e inicios de los ‘70. Ese período terminó muy mal. La visión del FMI no es tan catastrófica. Apenas argumenta que la política fiscal de EEUU ha tomado prestado crecimiento del futuro.

¿Cuáles son los riesgos para una visión tan benigna del futuro? En el corto plazo, argumenta el Fondo, están equilibrados.

Por el lado positivo, la fuerte confianza podría llevar a un impulso más grande de lo previsto tanto a la inversión como al consumo. La mayor inversión podría llevar a un mayor crecimiento de la productividad y, por ello, una inflación menor a lo esperado. Por el lado negativo, el ambiente impredecible de política pública y la asociada turbulencia en los mercados podría gatillar una caída mayor de la confianza y, por eso, menor demanda. Un lugar vulnerable podría ser la eurozona, donde, como destaca Gavyn Davies, el crecimiento no se está desacelerando sorpresivamente.

En el largo plazo, sin embargo, los riesgos parecen tender a lo negativo. Es cierto que podríamos estar al inicio de un período de crecimiento rápido y sostenido, impulsado por un salto retrasado en el crecimiento de la productividad y la convergencia entre países avanzados y emergentes. Pero los riesgos a la baja son más potentes.

El ratio de deuda como porcentaje del PIB mundial es tan alto hoy como lo era hace una década, aunque su composición ha cambiado: ha crecido el gobierno y las empresas no financieras y han disminuido los hogares y el sector financiero. Los precios importantes de activos también están elevados.

El FMI destaca que “el riesgo de crédito puede estar contenido, mientras el impulso de crecimiento mundial es fuerte y las tasas de préstamo son bajas”. Pero, si la inflación llegara a sorprender al alza, la política monetaria se restringe más rápido de lo esperado y saltan las primas de los bonos, los problemas de deuda volverían a emerger, quizás desastrosamente. Si eso ocurriera, el margen de respuesta de los bancos centrales sería limitado. También, destaca el FMI, el rápido crecimiento de los “cripto activos” y las brechas de seguridad cibernética podrían ser destructivos.

Más aún, hay una tensión política global profunda. El grotesco marco de trabajo intelectual de la política comercial estadounidense se muestra en la proyección de que, lejos de achicarse, el déficit de cuenta corriente de EEUU se expandirá como resultado del impulso fiscal. Eso no frenaría a Donald Trump, presidente del país, de culpar a extranjeros pérfidos. Como lo dijo el consejero económico del FMI, Maurice Obstfeld, en una declaración notable: “El sistema de comercio multilateral basado en reglas que evolucionó tras la Segunda Guerra Mundial y que generó crecimiento sin precedentes en la economía mundial necesita fortalecerse. De lo contrario, está en riesgo de ser destruido”. El FMI fue un producto de tiempos más sabios. Tiene razón en recordárnoslo.

En momentos en que un superpoder naciente desafía al establecido -y cuando el último se ha vuelto en contra del sistema global que él mismo creó- la complacencia sería absurda. Si uno desea entender la política detrás de este desorden, una mirada al capítulo sobre participación de la fuerza laboral en países avanzados ayudaría. La participación de fuerza laboral de hombres cayó en casi todos los países de altos ingresos entre 2008 y 2016, mientras que la de las mujeres aumentó en casi todos lados. Esta no es una manera benigna de lograr mayor igualdad entre los sexos. Más aún, EEUU ni siquiera ha logrado ese aumento en la participación laboral femenina. Su mercado laboral ha sido un desastre. Esto es sólo un aspecto de una lección más amplia: una casa tan dividida económicamente no puede sostenerse.

Hace una década, experimentamos una crisis en el sistema global. Pero las autoridades evitaron que se convirtiera en una crisis del sistema global. Ahora, en tiempos de una recuperación cíclica, estamos enfrentando esa crisis del sistema. La nuestra es una era de fragilidad económica y política. La recuperación es real. También lo es, lamentablemente, esa fragilidad.

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