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El legado: peor educación y más autos

M. Cecilia Cifuentes Directora Centro de Estudios Financieros ESE Business School

Por: M. Cecilia Cifuentes | Publicado: Martes 31 de octubre de 2017 a las 04:00 hrs.
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Hace cuatro años atrás, el programa de gobierno de Michelle Bachelet nos anunciaba que se iban a encarar decididamente las desigualdades en el país, a través principalmente del logro de una educación equitativa y de calidad. Aunque identificó en forma correcta que el principal desafío del país era la educación, se pensó equivocadamente que se resolvía mediante financiamiento y mayor provisión estatal. Se olvidó, de paso, que el otro gran desafío pendiente es la reforma del propio Estado, ya que si hay algo que quedó demostrado en estos años es su deficiente funcionamiento. Un programa de gobierno que lo ponía como el gran eje en la solución de los problemas del país, estaba destinado al fracaso.

Como resultado, el famoso legado resulta muy decepcionante. La meta de educación gratuita y de calidad para todos se expresaba en el establecimiento de la educación como un derecho social y no como un bien de consumo. Se avanzó en gratuidad, pero no en calidad, ya que se olvidó que aunque la educación no es un bien de consumo, es inversión en capital humano, y como toda inversión requiere sacrificio, esfuerzo y disciplina para cosechar en el futuro. No existe derecho a la educación sin el deber de estudiar y participar activamente del proceso. Pero el discurso de los deberes parece no gustarle a este gobierno. El resultado es que hemos implementado una muy costosa reforma a la educación, que ni de cerca miró los desafíos de la educación en el siglo XXI, sino que se tradujo principalmente en una significativa transferencia de ingresos del Estado a las familias, sin ningún efecto en la calidad. Tampoco se mejora el acceso, ya que las cifras eran bastante elocuentes en mostrar que la restricción de recursos no era una limitante significativa para que los quintiles de bajos ingresos accedieran a la educación superior. Para mayor gravedad, la restricción fiscal ha impedido que el aporte del Estado reemplace en su totalidad la contribución que antes hacían las familias, por lo que nos encontramos con que las universidades que han accedido a la gratuidad enfrentan un déficit de recursos cercano a $ 25.000 millones, a lo que se suma el fin del Aporte Fiscal Indirecto para las que no entraron al sistema. En definitiva, se destinan menos recursos a la educación superior, con lo que probablemente veremos un deterioro en la calidad hacia adelante.

La contrapartida es que las familias han recibido una transferencia de ingresos, lo que obviamente es una buena noticia para ellas. Menor gasto en educación, más recursos para destinar a otros bienes y servicios. En el intertanto nos encontramos con que, a pesar de una economía casi estancada, las ventas de autos marcan récords históricos, y sólo este año aumentarían en cerca de un 20%. Excelente noticia para las familias, que de esta forma mejoran su calidad de vida frente a un transporte público bastante deficiente ¿Pero era el aumento del

parque automotriz un objetivo buscado por la presidenta, que además ha centrado últimamente su discurso en el cuidado del medio ambiente? Seguramente que no, lo que me hace recordar ese sabio refrán de que “el camino al infierno está pavimentando de buenas intenciones”.

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