José Manuel Silva

Las AFPs, nuestro dique anti tsunamis

José Manuel Silva director de inversiones larrainvial asset management

Por: José Manuel Silva | Publicado: Miércoles 10 de agosto de 2016 a las 04:00 hrs.
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El debate que se ha abierto en torno al sistema de pensiones deberíamos haberlo tenido hace muchos años ya que es uno de los problemas más espinudos que aquejan a las sociedades occidentales, atenazadas por una demografía que cae en picada y una esperanza de vida que no para de subir. Antes de la creación de los primeros sistemas de pensiones, a fines del siglo XIX, la principal fuente de ingreso de los ancianos era la prole. Para bien o para mal eso no ha cambiado, sin descendencia no hay contribuyentes y sin éstos los sistemas de reparto quiebran y los de capitalización rentan menos.

En los próximos meses los expertos nos bombardearán con los parámetros que determinan si un sistema de pensiones logrará su objetivo de entregar una vejez digna a los jubilados. Al final se concluirá, si el debate es racional y sin populismo, que sólo un sistema que combina un pilar solidario, uno de capitalización obligatoria y otro voluntario, logrará el citado objetivo.

Una de las principales razones de la actual crisis fiscal brasilera se debe justamente a un sistema de reparto fuera de control que ya fagocita casi un 25 % del abultado presupuesto fiscal. Como consecuencia, el estado brasilero se ve obligado a debilitar al sector privado, cargándolo de impuestos lo que rigidiza la economía de ese país y mantiene la tasa de ahorro y por ende la de inversión en niveles bajísimos. Sin inversión no hay generación de empleos, y sin ésta no mejora el estándar de vida.

En Chile tenemos un micro ejemplo de lo que hubiese ocurrido de mantener el antiguo sistema de reparto. Este se llama Capredena y le cuesta al fisco US$ 2.300 millones en subsidios al año para financiar las pensiones de 180.000 personas. Si uno quisiera darle el mismo estándar a los más de 2,2 millones de jubilados, ello le costaría unos

US$ 25.000 millones al Estado, casi un tercio del presupuesto anual.

El sistema obligatorio de capitalización individual ha cumplido adecuadamente con la tarea de multiplicar los ahorros previsionales. El 2001 fue perfeccionado al crearse los multifondos y reforzar el pilar voluntario y recientemente se fortaleció el pilar solidario. Será necesario igualar la edad de jubilación de hombres y mujeres y gradualmente incrementar la cotización obligatoria. También sería aconsejable reforzar el pilar voluntario con un buen sistema de APV colectivo.

Poco se habla eso sí del rol crucial que ha jugado el actual sistema de pensiones en el desarrollo económico del país. Al crearse nació en Chile un tipo de inversionista que no poseíamos: el institucional local. Gracias a éste Chile cuenta por primera vez con abundante ahorro de largo plazo en moneda local. El primer beneficiado ha sido el Estado que logra financiar sus déficits en moneda local sin recurrir a emisión inflacionaria. Previo a las AFPs el Estado no podía financiarse a 10 o 20 años en moneda local. La tarea del ministro Valdés sería doblemente desafiante si tuviese que recurrir, como Argentina, al financiamiento internacional a altas tasas de interés. Las AFPs independizaron nuestro presupuesto de la banca internacional y gracias a ellas ningún fondo buitre merodea sobre nuestras cabezas.

El segundo gran beneficiado ha sido la clase media y su acceso a la casa propia. Los grandes prestamistas hipotecarios de Chile son los fondos de pensiones y las compañías de seguros de vida. Antes de las AFPs nadie en Chile prestaba a 20 o 25 años. Hoy, esa realidad, le permite a una familia acceder a su hogar sin poner un pie muy grande.

El tercer gran beneficiado ha sido la banca en general. Unos de los mayores proveedores de fondeo son los fondos de pensiones y a ello se debe seguramente la alta tasa de bancarización de nuestro país. Esto beneficia a grandes, medianas y pequeñas empresas, así como a miles de familias que acceden a un sin número de bienes con crédito.

En cuarto lugar se han beneficiado grandes y medianas empresas, quienes han logrado financiar su crecimiento asociando a los trabajadores de Chile a sus proyectos y pidiéndoles prestado. Miles de empleos han sido así creados y numerosas turbulencias internacionales han podido ser superadas gracias a la disponibilidad de fondos de largo plazo.

Finalmente, el último gran beneficiado es la infraestructura del país. Sin AFPs, Chile no tendría ni las autopistas, ni los puertos o aeropuertos que hoy goza. Es por eso, que quienes quieren suprimirlas no sólo deben demostrar cómo un sistema de reparto logrará financiar las pensiones sin quebrar al Estado, si no que además, cómo evitará que ante cada terremoto de la caída del cobre, nuestra economía no sucumba al sucesivo tsunami que significa el corte de las fuentes internacionales de financiamiento, como ocurría antes de las AFPs.

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