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Lo bueno, lo malo y lo feo de la reforma fiscal global

MARTIN SANDBU © 2021 The Financial Times Ltd.

Por: MARTIN SANDBU | Publicado: Martes 6 de julio de 2021 a las 04:00 hrs.
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El acuerdo de 130 países para reformar los impuestos corporativos internacionales es un gran momento. No es frecuente que se alcance un casi consenso mundial sobre algo con consecuencias tan concretas. Pero como en el mejor de los casos el resultado es mixto, aquí está lo bueno, lo malo y lo feo de la reforma.

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Primero, lo bueno. El acuerdo aborda los peores problemas de la tributación de las ganancias internacionales. Éstos se derivan del principio de que los derechos impositivos siguen a la residencia de las entidades corporativas. Eso puede haber tenido sentido cuando el valor agregado surgía de la producción de bienes físicos. Cuando el valor, en cambio, reside en los servicios intangibles y la propiedad intelectual, es una receta para el abuso. Se estima, por ejemplo, que el 40% de la “inversión” extranjera directa mundial está estructurada para reducir los impuestos y no por motivos reales de inversión empresarial.

Tales invitaciones a abusar el sistema no sólo han significado que las corporaciones multinacionales paguen menos impuestos de lo que los legisladores pretenden. Los gobiernos también han establecido tasas impositivas más bajas de lo que lo normalmente harían por temor a que esas empresas trasladen sus ganancias a otro país.

El acuerdo ataca esto al introducir una tasa de impuesto a las ganancias global mínima del 15 por ciento y cambiar el derecho a gravar una parte de esas ganancias desde el lugar de residencia hasta el lugar de venta.

Ahora para lo malo. El acuerdo sólo resuelve parcialmente el problema. Se incluyen muy pocas empresas multinacionales. Incluso con una tasa mínima, la mayoría de las ganancias corporativas se gravarán de acuerdo con el principio de residencia. Por lo tanto, las anomalías que genera también permanecerán. La modesta tasa mínima deja en su lugar incentivos para trasladar las ganancias a jurisdicciones de impuestos bajos (que, por lo tanto, tienen pocas razones para quejarse).

Finalmente, lo feo. Los gobiernos han perdido la oportunidad de simplificar las reglas, dejando un terreno fértil para que se apliquen técnicas nuevas e ingeniosas para eludir su intención. En lugar de regatear sobre exclusiones y umbrales, los líderes podrían haber negociado sobre la ponderación relativa de la inversión, el empleo y las ventas en una asignación totalmente basada en fórmulas de todas las ganancias globales de las corporaciones multinacionales.

Con el tiempo, se pueden reducir los umbrales y reducir las exenciones, pero no si este acuerdo está diseñado para excluir cambios futuros. EEUU ha exigido que otros países retiren los impuestos digitales unilaterales cuando se implementen las nuevas reglas. Eso es razonable sólo en la medida en que no bloquee las revisiones del marco.

Este proceso -muy necesario- no debe detenerse aquí.

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