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Seguridad ciudadana, un desafío para todos

José Antonio Garcés Past President de USEC

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José Antonio Garcés

Preocupa de sobremanera el aumento de la violencia que vivimos en el país, que se verifica en diversos planos, desde el incremento de la delincuencia hasta el bullying en colegios y redes sociales, la crispación del ambiente político, las huelgas ilegales con tomas de caminos y quema de buses, la situación de la Araucanía, etc. Ello ha llevado a una sensación de inseguridad instalada como materia del más alto interés público, tomándose la pauta de los medios y suscitando la organización de la sociedad civil.

La última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), evidenció la alta insatisfacción de la ciudadanía -nota 2,9- frente al manejo del gobierno para enfrentar la delincuencia. De hecho, hace ya diez años que el tema está en el tope de la lista de los problemas sociales que el país considera prioritarios para ser resueltos por el gobierno, superando la salud y la educación. Era razonable de esperar, dado que en Chile uno de cada cuatro hogares sigue siendo víctima de la delincuencia según la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana, ENUSC 2014.

En efecto, la primera obligación de un Estado es gobernar y salvaguardar la seguridad ciudadana. Y cuando esto no sucede, las personas tienen todo el derecho de exigir al Estado que se haga cargo, si se están sintiendo vulnerables. La ciudadanía hoy no está dispuesta a quedarse con los brazos cruzados y, tal como hemos constatado, ha comenzado a alzar la voz.

Para mantener una situación de cohesión social a lo largo del tiempo, que permita el progreso y un desarrollo integral, es requisito ineludible consolidar pilares como la justicia, la confianza, la libertad, la solidaridad y la convicción de que se vive en un estado de derecho, regido por reglas claras, con autoridades e instituciones capaces de proteger eficazmente a sus ciudadanos.

Se trata de un desafío de tal magnitud que las propuestas y soluciones deben apuntar en múltiples direcciones y no recaer sólo en la responsabilidad del Estado. Leyes que endurezcan las sanciones a la delincuencia, detener la "puerta giratoria", dar más atribuciones a Carabineros, mejorar la rehabilitación de los reos, son medidas urgentes, por cierto, pero cuando la paz social está en jaque es fundamental mirar el cuadro completo, pues pocos problemas revisten tal complejidad y diversidad de factores.

La paz social no es el equivalente a la ausencia de guerra o al equilibrio de las fuerzas contrarias, sino que es el resultado de la justicia y de la prevalencia de valores que impregnen nuestra convivencia, valores, por lo demás, que deben ser incorporados en nuestro sistema educacional desde muy temprano.

Entonces, nos percatamos de que se trata de un desafío común, frente al cual todos tenemos una cuota de responsabilidad y donde debemos aportar. Quienes lideramos empresas navegamos en medio de esta realidad y nuestro desafío es partir por casa. Poner atención a las señales que podemos recoger en nuestras organizaciones que evidencien situaciones injustas, competencia desleal, mal clima laboral o condiciones de abusos. Ellas pueden provenir de malas decisiones o de situaciones que sin intención o de manera sutil pueden lesionar la dignidad de las personas.

Y, por otra parte, debemos potenciar y replicar prácticas virtuosas. Existen testimonios notables de empresas que han abordado, por ejemplo, el tema de la drogadicción, y lo han enfrentado facilitando a los afectados un programa de rehabilitación, conservando sus fuentes laborales. O empresas que permiten la flexibilidad horaria o el teletrabajo, para que sus colaboradores puedan estar más presentes con su familia. O casos de empresas que han contribuido al ámbito de la educación, el deporte, el arte y la cultura, que son formas de alimentar el alma de una sociedad, de inculcar valores positivos para la convivencia. En definitiva, son maneras efectivas de promover un desarrollo integral, que ve más allá del beneficio material para construir una sociedad más humana, justa, próspera y solidaria, que pueda vivir en paz.

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