Editorial

El compromiso con la disciplina fiscal

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Una serie de propuestas empiezan a sumarse de parte de los candidatos a la presidencia del país. Como es tradicional, se trata de una dinámica que no se detiene hasta la elección misma -esta vez programada para el 19 de noviembre-, que va aparejada de la exigente planificación para financiar los planes de acción de encabezar un eventual gobierno.

Y el desafío es mayor en circunstancias de una economía que se ha desacelerado y que enfrenta un escenario internacional menos propicio para un alto precio del cobre. Un cuadro que no pareciera indiferente para los distintos actores políticos. De hecho, resulta meritorio que desde los distintos comandos -incluido el bloque de centro derecha, la Nueva Mayoría y el mismo el Frente Amplio- se haya manifestado ya un compromiso con la disciplina fiscal.

Esta definición, propia de atenerse a gastar sólo en función de los ingresos del país, felizmente implica cerrar filas con la política fiscal responsable que han privilegiado los distintos gobiernos en las últimas décadas y que llevó a Chile -desde el año 2000 en adelante- a institucionalizar una serie de mecanismos y objetivos ordenadores de la mano de un amplio consenso.

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