Editorial

La violencia como desafío político

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El control de la violencia —ya sea por la situación en La Araucanía o la mal llamada protesta social asociada al recuerdo del 18-O— está resultando ser un temprano desafío para el nuevo gobierno asumido hace poco más de una semana. Tanto la fallida visita a la macrozona sur de la ministra del Interior, donde fue recibida literalmente a tiros, como la continuación de los incidentes violentos en la emblemática Plaza Baquedano de Santiago, dan cuenta de la urgencia del problema.

En ambos casos, por desgracia, la lectura que hacen las autoridades de la situación parece equivocada, por lo que su respuesta arriesga alejar la respectiva solución.

En el caso de la violencia en el marco del 18-O, la decisión de poner fin a las querellas contra personas imputadas de delitos durante el “estallido” no ha puesto fin a los incidentes, cuya habitualidad y naturaleza (básicamente, choques con Carabineros y desmanes) desmienten su carácter de protesta social, cualquiera sea la definición. En el sur, la ingenuidad de enfrentar con una oferta de “diálogo” la violencia terrorista -como si sucesivos gobiernos no hubieran intentado ese enfoque en dos décadas de conflicto- fue puesta en evidencia con el ataque a la comitiva ministerial.

Para las actuales autoridades esto presenta una incómoda paradoja, por partida doble. Por un lado, varios integrantes del nuevo gobierno en el pasado condonaron, directa o indirectamente, la violencia en el sur y la del 18-O como entendibles expresiones de descontento, contribuyendo a legitimarlas. Por otro lado, algunas de las nuevas autoridades han adherido en el pasado a una visión estrecha (y falsa) que equipara todo uso de la fuerza estatal con represión, abusos y delitos, lo que lo hace por definición ilegítimo.

El gobierno debe entender que aceptar ese enfoque sería irresponsable. Ante amenazas contra la seguridad y el Estado de derecho, el Estado debe defenderse con todos los instrumentos que le entrega la ley. Administraciones anteriores no lo entendieron así, y las consecuencias están a la vista.

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