Editorial

Todos los ojos puestos en Venezuela

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l régimen chavista ya ha pasado antes por hitos que permitían avizorar su fin, pero ninguno como el de mañana, cuando vence el plazo para que ingrese a Venezuela la ayuda humanitaria internacional acopiada durante un mes en puntos fronterizos de Colombia y Brasil.

Aunque el gobierno de Nicolás Maduro califica la campaña humanitaria como un “show” para ocultar una “invasión” del “imperialismo” —al extremo asombroso de acusarla de “cancerígena”—, el objetivo prioritario es indesmentible: aliviar el sufrimiento de millones de venezolanos que padecen por falta de alimentos, medicinas y bienes básicos en el país con las mayores reservas petroleras del mundo. Esa es la magnitud del fracaso tras 20 años de revolución bolivariana.

A esa debacle humanitaria se agrega una dictadura en toda regla por parte de Maduro y su círculo, con exiliados, presos políticos, torturados y muertos, como lo han denunciado diversos organismos. Ese régimen es el que ahora desconocen cerca de 50 países —entre ellos Chile, casi toda la región y las principales democracias del mundo—, y que sólo sobrevive con el apoyo de unas FFAA probadamente infiltradas por la corrupción, el narcotráfico y la inteligencia cubana.

De cómo actúen los uniformados mañana dependerá el desenlace de la jornada y, probablemente, la continuidad del chavismo al mando. Lo que decidan será irreversible y las consecuencias (entre ellas un eventual rol militar de EEUU) imposibles de prever. Ese es el sentido político de la ayuda humanitaria, pero el cierre de fronteras anunciado ayer es una ominosa señal.

La presencia del Presidente Piñera hoy en Cúcuta, aunque controvertida, sí refuerza el bienvenido giro de la política exterior de Chile hacia Venezuela bajo su gobierno: condena sin matices de la autocracia de Caracas y defensa consecuente de los valores democráticos.

Un régimen que impide el ingreso de comida y medicamentos arguyendo un complot en su contra, sea cual sea su ideología, queda al desnudo en su afán de poder. Los venezolanos merecen más.

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