Hace exactamente un año mirábamos con preocupación lo que depararía 2016 en materia económica. Llevábamos un trimestre de correcciones a la baja que luego continuaron, hasta que finalmente el mercado convergió a una expansión de solo 1,7%. Hoy, las cifras efectivas validan dichas estimaciones de comienzos de año. De este modo, cerramos este ejercicio con indicadores de actividad y empleo más débiles que en años previos, pero también con inferiores niveles de inflación.
Hacia adelante, junto a una inflación contenida y dentro del rango meta de la autoridad, esperamos una recuperación moderada del producto interno. Sin embargo, no debemos contentarnos con un crecimiento de 2,0%, ya que a ese ritmo se mermará nuestra capacidad de crecer a largo plazo.
Ahora, más allá de estas cifras, para nadie es un misterio que el panorama mundial ha cambiado radicalmente, por lo que es primordial entender cuáles serán los determinantes detrás del nuevo dinamismo económico y social. Recientemente se han materializado nuevos riesgos y oportunidades que debemos monitorear con especial atención, pues podrían afectarnos en distintas dimensiones, y de esta manera mitigar eventuales efectos negativos o, al contrario, estimular consecuencias favorables que podrían surgir.
2017 será decisivo desde varios puntos de vista. Por un lado, nuestra economía enfrentará un escenario externo desafiante con el aumento en el costo del financiamiento, mayores precios de combustibles e incluso potenciales barreras al comercio. Por otro lado, experimentaremos un estímulo adicional por nuestros principales productos, proveniente mayoritariamente de Asia y de un positivo desempeño de nuestros términos de intercambio. Lo anterior nos da una impensada oportunidad de ver un aumento de nuestro ingreso disponible que podría apalancar un renovado dinamismo del consumo privado y de la inversión. Esto último, sumado a un posible relajamiento monetario por parte del Banco Central, permite renovar la confianza de que será el consumo el principal factor para la expansión futura de la actividad.
De igual forma, el mercado laboral mejorará paulatinamente y con ello seguirán avanzando los indicadores de confianza personal y de las empresas. Con todo, detrás de estas cifras se esconde un deterioro que no ha mostrado signos de revertirse. En efecto, durante el año el empleo por cuenta propia ha crecido en promedio 6,3%, mientras que el empleo asalariado lo ha hecho en 0,4%, incluso llegando a cifras negativas en septiembre.
Desde el punto de vista sectorial, veremos expansiones heterogéneas, donde la mayoría de las áreas que se contrajeron este año mostrarán una recuperación, que en algunos casos podría ser relevante. Por ejemplo, para la minería y a partir del repunte del precio del cobre que proyectamos en 2,40 US$/lb en 2017 -su primer aumento luego de cinco años de contracciones y la recuperación de la producción-, estimamos que volverá a crecer durante el próximo año.
Por último, 2017 será un año electoral en el cual deberemos decidir al próximo Presidente de la República y parte del Congreso. Durante la campaña política vislumbramos múltiples y delicados focos tales como ajustes al sistema de pensiones, nuevas políticas migratorias, y fomento a la inversión, por dar solo algunos ejemplos. Éstos, junto a las demandas de distintos grupos de interés, nos adelantan transcendentales discusiones.
Como vemos, y dejando de lado todas aquellas perturbaciones de corto plazo que solo determinan el desempeño económico coyuntural, por diversas razones enfrentaremos un año clave. Si bien es probable que sea más dinámico que el actual, lo que sí es claro es que enfrentamos desafíos de mediano y largo plazo en materia económica y social que nos demandan una mirada de futuro.