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Columnistas

Desperdicio alimentario: una alarmante fuga de recursos

Aquiles Neuenschwander Experto en innovación agroalimentaria de FIA

Por: Equipo DF

Publicado: Miércoles 1 de marzo de 2017 a las 04:00 hrs.

Se estima que casi un tercio de los alimentos que se producen en el mundo para el consumo humano -cerca de 1.300 millones de toneladas al año- se pierde o desperdicia. Estas pérdidas se concentran cada vez más en las ciudades donde vive la mitad de la población mundial.

La FAO lo desglosa de la siguiente manera: el 40% de los tubérculos, frutas y verduras no son aprovechados, lo mismo con el 35% del pescado, el 30% de los cereales y el 20% de las semillas oleaginosas, carnes y lácteos. Estas pérdidas equivalen a un billón de dólares al año.

Ejemplos hay muchos. A fines de 2013 se calculaba que el desecho doméstico de alimentos le costaba al Reino Unido unos 15 millones y medio de dólares. Esto significa que diariamente se tiran a la basura el equivalente a 24 millones de rebanadas de pan o 5,8 millones de papas. Casi la mitad va directamente desde los refrigeradores a la basura, sin pasar por el plato.

En EEUU se estima que el 40% de la comida se desperdicia al año, lo que significa que se pierden unos US$ 165 mil millones. Además, termina pudriéndose en los vertederos municipales, lo que constituye un alto componente de las emisiones anuales de metano de EEUU.

En América Latina, la FAO calcula que se pierden unos 127 millones de toneladas al año, es decir, un promedio de 223 kilos por habitante. Esta cantidad podría servir para cubrir las necesidades calóricas de unos 36 millones de personas en la región.

Este fenómeno puede ser explicado por distintas causas: la falta de claridad en el etiquetado sobre la vida útil, recomendaciones deficientes de almacenamiento, desecho de frutas y verduras por su aspecto visual, sobredimensionamiento de las porciones en el plato de comida y la compra de más de lo necesario.

Sin duda hay un gran desafío que enfrentar, partiendo por el desarrollo de prácticas para el diseño y las operaciones de los mercados mayoristas, y también mejorar el acceso de los productores a los mercados y la manipulación de los alimentos.

Pero también es necesaria la implementación de políticas públicas. En Francia se aprobó de manera unánime hace ya dos años una ley que impide que la comida se bote por estar cerca del vencimiento o por defectos estéticos. Estos tendrán que ser donados a caridad.

Si ésta no está apta para consumo humano, se destina al consumo animal o el compost. La norma también prohíbe que los supermercados arrojen agua o cloro a la comida para que no sea consumida desde la basura, práctica habitual no sólo en ese país. No cumplir con la normativa puede significar la aplicación de multas por hasta 75 mil euros o dos años de cárcel.

En Chile, la realidad no es muy distinta. Un estudio de la Universidad de Talca estimó que un 95% de la población encuestada reconoció botar comida de manera periódica.

Con todos estos datos, la invitación es a preguntarnos ¿qué estamos haciendo para disminuir las pérdidas y desperdicios de los alimentos?

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