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Energía nuclear: Rechazo infundado

Susana Jiménez Economista senior, Libertad y desarrollo

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Susana Jiménez

No hay peor política pública que aquella que desconoce la evidencia científica y sucumbe ante los prejuicios sin fundamento. Sin embargo, no ha sido posible erradicar este mal. Es así como hemos sido testigos de la regulación de la instalación de antenas basado en supuestos daños a la salud; intentos por restringir los cultivos genéticamente modificados arguyendo toxicidad de los alimentos y daño a la biodiversidad; o tentativas para prohibir las vacunas que contengan timerosal por su aparente relación con el autismo.

Analizar racional y objetivamente este tipo de medidas simplemente queda fuera del debate, pues nadie quiere poner en riesgo su capital político contradiciendo la (desinformada) percepción pública.

La negativa a incluir la generación nuclear en el debate respecto de la matriz energética tiene mucho de eso. Siendo una tecnología ampliamente extendida en el mundo -de acuerdo al MIT representará el 18% de la matriz eléctrica global al 2050- en nuestro país parece existir una suerte de veto a siquiera estudiarlo. De hecho, el informe elaborado por el Comité Consultivo de Energía que desarrolló la Hoja de Ruta al año 2050 la descartó señalando que "no se vislumbra hoy como una opción, dado sus altos costos y potencial oposición por parte de las comunidades".

Paralelamente, la Comisión Chilena de Energía Nuclear, por encargo del Ministerio de Energía, entregaba un informe (*) con importantes antecedentes no considerados (una vez más). Así, nos enteramos de importantes avances en seguridad nuclear en los últimos años; del desarrollo de tecnologías que maximizan el uso del combustible nuclear disminuyendo el volumen de desechos generados (y aseguran el control de los residuos por 10.000 años), de exigencias de diseño de los reactores nucleares que aseguran su correcto funcionamiento en caso de sismos severos y de la reducción de costos a niveles competitivos con tecnologías térmicas convencionales, entre otros.

Sorprende además que no parecen valorarse otras ventajas de la energía nuclear, como ser una fuente de generación de bajas emisiones de CO2, hacer un uso más eficiente del espacio, favorecer el desarrollo de energías renovables no convencionales al compensar la generación intermitente y contribuir a la seguridad del sistema energético general.

Considerando lo anterior, lo razonable sería que en la planificación energética de largo plazo se mantuviera abierta la opción nuclear, tal como lo han hecho 31 países, que hoy suman 438 reactores nucleares (y 70 en construcción). Negarse a ello no solo limita la posibilidad de tomar decisiones eficientes en el futuro sino que introduce un costo oculto de reemplazar esta fuente de energía por otras alternativas eventualmente más costosas y contaminantes.

Las decisiones que tomemos hoy tendrán importantes efectos en las décadas venideras. Lamentablemente, es un horizonte de tiempo demasiado largo para los cálculos políticos.

* Generación Nucleo-Eléctrica en Chile, Hacia una decisión racional, Comité de Energía Nuclear de Potencia, Comisión Chilena de Energía Nuclear, 2015.

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