Editorial

Elección del Consejo Constitucional: oportunidad y desafío

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La elección para el Consejo Constitucional dejó a un ganador indiscutible, que fue el Partido Republicano. Junto a los partidos de la oposición reunidos en la lista de Chile Seguro (UDI, RN y Evópoli), obtuvieron 33 de los 51 consejeros, mientras que los partidos de izquierda cercanos al oficialismo reunían 17 (hay un consejero de pueblos originarios). Excepto los 6 consejeros del PS, los restantes partidos de la exConcertación, en la lista Todo por Chile (DC, PPD y PR), no lograron ningún escaño, como tampoco el Partido de la Gente.

Se trata, en una mirada coyuntural, de una reconfiguración del mapa político chileno. A menos de un año y medio de haber ganado la elección presidencial por una holgada mayoría, el actual oficialismo recibe una segunda derrota histórica en las urnas, que se suma a la del rechazo de la propuesta de la Convención Constitucional en septiembre del año pasado, por un 62%.

Un desafío central del sector que se impuso ayer será dar muestras de que ese resultado no supone una mayor polarización, sino más bien una corrección hacia un rumbo más razonable y moderado del debate constitucional.

Es imposible no ver en este resultado una combinación de dos factores. Por un lado, la profunda decepción que produjo el trabajo -en el fondo y la forma- de la CC, la cual, dominada por independientes sin proyecto colectivo, pero imbuida de un intenso ánimo refundacional, fue incapaz de consensuar un texto en el cual se sintieran representados la mayoría de los chilenos.

Por otra parte, es innegable que, pese a las afirmaciones en contrario del Gobierno, esta elección fue un plebiscito sobre su gestión del último año. El descontento ciudadano respecto de problemas coyunturales como el magro (casi nulo) crecimiento económico, el aumento del desempleo, la crisis migratoria y, en forma muy particular, la notoria alza de la delincuencia -en especial de los delitos violentos-, se vio reflejada ayer en el escaso apoyo que concitaron los partidos oficialistas entre los votantes. También, por cierto, resultó notorio en una campaña que enfatizó menos los desafíos constitucionales que los problemas de la actualidad nacional.

Sólo esa combinación explica el movimiento pendular del electorado entre diciembre de 2021 y mayo de 2023. Si entonces las urnas indicaron un giro hacia la izquierda -marcado por el discurso de rechazo a los “30 años” y la impopularidad del segundo gobierno de Sebastián Piñera post estallido del 18-O-, ayer mostraron un giro hacia la derecha en el organismo encargado de redactar un nuevo texto constitucional. En estricto rigor, los actores que ganaron el domingo son los que siempre sostuvieron que la Constitución vigente, aunque perfectible y reformable, no es la causa principal de los problemas de Chile, cuya solución tiene más que ver con decisiones de gobernanza y orientación política.

La virtual desaparición del tradicional centro político no es una buena noticia, por lo que un desafío central del sector que se impuso ayer será dar muestras de que ese resultado no supone una mayor polarización, sino más bien una corrección hacia un rumbo más razonable y moderado del debate constitucional. El Partido Republicano, que se alza hoy como la mayor fuerza política en el Consejo Constitucional, enfrenta la desafiante tarea de no utilizar esa mayoría como una excusa para imponer y extremar posiciones -como hizo la pasada Convención-, sino en un recurso para conducir el proceso en una forma que interprete al electorado y las necesidades del país.

La moderación y la responsabilidad -pero también la generosidad- deberán ser parte de la estrategia de ese partido para liderar un proceso que genere consenso al interior del Consejo y que, eventualmente, resulte en una propuesta constitucional que concite el apoyo mayoritario de los chilenos. En suma, deberá dar garantías de gobernabilidad si espera que el resultado de ayer tenga una proyección política de más largo alcance.

El Gobierno y el oficialismo enfrentan su propio desafío de gobernabilidad, y para superarlo deberán mostrar tanto altura de miras como crudo realismo político. De hecho, están ante una incómoda -pero insoslayable- paradoja. Una actitud poco constructiva hacia el nuevo proceso constitucional sería, en la práctica, favorecer implícitamente la continuidad de la Constitución actual, engañosamente calificada como “la de la dictadura”. La postura inversa, en cambio, podría ser vista por algunos de sus partidarios como un apoyo a una Constitución elaborada por sus opositores políticos.

Lo responsable será ignorar esa dicotomía y apostar por dar garantías de prescindencia -como no hizo en el proceso anterior-, para que los chilenos puedan decidir sin presiones si la propuesta final del Consejo Constitucional merece su respaldo o no, en diciembre próximo.

Anoche, al cierre de esta edición, los discursos del Presidente Boric y del líder de Republicanos, José Antonio Kast, dieron a entender una disposición a esa altura de miras. Es de esperar que los meses que viene ratifiquen ese ánimo constructivo de mirar, por sobre todo, el interés superior de Chile y sus ciudadanos.

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