Editorial

La reforma tributaria no pasa la prueba

  • T+
  • T-

Compartir

Son dos las grandes lecciones que deja el inesperado rechazo en la Cámara de Diputados de uno de los proyectos “ancla” del actual Gobierno, pilar clave en su agenda de reformas estructurales: la reforma tributaria.

La primera es no plantear cambios técnica y políticamente complejos -en impuestos, pensiones o trabajo, por ejemplo- como esenciales para la exitosa consecución de su programa. Ese error ya lo había cometido un ministro de La Moneda a propósito de la reforma constitucional, cuando planteó que si ésta era rechazada –como ocurrió–, aspectos fundamentales del programa de gobierno muy probablemente no podrían llevarse a cabo.

El rechazo del proyecto “ancla” del Gobierno es una derrota política importante, pero también es una oportunidad para replantear métodos y objetivos.

Asimismo, la reforma de impuestos se presentó como virtualmente la única vía para lograr un alza de la recaudación fiscal que permitiera financiar diversas iniciativas, y otra ministra de La Moneda la describió hace sólo tres días como “la columna vertebral del programa de Gobierno”. Si el Ejecutivo opta por no insistir ante el Senado, entonces la reforma no podrá presentarse de nuevo en un año. ¿Qué significaría eso para el programa, siguiendo la lógica de la ministra? ¿Que ya no tiene columna vertebral?

La segunda lección es que el Ejecutivo debería, de ahora en adelante, atender más a la opinión técnica de expertos de otros sectores que discrepan de él. Se equivoca el ministro de Hacienda al atribuir el rechazo de ayer a “eslóganes e ideologías”, y mucho más al lamentar que los parlamentarios de centro hayan quedado “subsumidos en la votación de la derecha política”.

Eso es desoír -seguir desoyendo- las numerosas advertencias de que, por diversos motivos, la reforma tendría impactos negativos en el ahorro, la inversión, el empleo y el crecimiento. Las indicaciones al proyecto no tocaron algunos aspectos de fondo relacionados con esos efectos, y el llamado “diálogo ciudadano” tuvo mucho de reiteración y poco de genuino intercambio de opiniones.

La insistencia del Ejecutivo por elevar sustancial y rápidamente la recaudación, casi a toda costa, lo llevó a presentar un proyecto que no pasó el primer filtro del Congreso. Es una derrota política importante, pero también es una oportunidad para replantear métodos y objetivos.

Dicha derrota sería aun más grave si resulta efectivo que -como algunas fuentes sostienen- varios diputados oficialistas no garantizaron el quórum para aprobar la reforma como forma de mostrar su molestia por un altercado entre el ministro de Educación y una parlamentaria el día anterior. Ello no sólo evidenciaría una seria falta de compromiso con la agenda medular de su propio Gobierno, sino una falencia en la gestión política de éste, justamente un área que ya motivó un cambio ministerial el año pasado.

Lo más leído