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Partido Comunista: el dilema de mantenerse en el establishment

El debate del reajuste del sector público ha cristalizado las diferencias internas sobre la conveniencia de permanecer en el camino institucional.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 18 de noviembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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Los conflictos que se han visto entre los integrantes de la Nueva Mayoría, sobre todo por el encendido debate del reajuste al sector público, a primera vista son la expresión de un bloque que ha perdido los afectos, el respeto entre unos y otros y se encuentra en franca decadencia. Con los malos resultados en las municipales del 23 de octubre, un gobierno en problemas que deja vacíos de poder y la posibilidad de perder las presidenciales de 2017, la ansiedad desborda a los principales dirigentes oficialistas, a sus bases parlamentarias y militantes. En una segunda lectura, sin embargo, las tensiones que ha protagonizado la centroizquierda no parece tanto el epílogo de una Nueva Mayoría en problemas, como una performance destinada a solucionar los nudos internos de cada colectividad. Para el Partido Comunista (PC), el agónico debate del reajuste dejó en evidencia que la postura del presidente Guillermo Teillier –que no parece dispuesto a abandonar el camino institucional– ha perdido terreno desde 2013 a la fecha. 

 La cúpula del partido se resiste a apartarse de la línea que se trazó desde la muerte de Gladys Marín en 2005: un camino paulatino para retomar el papel oficialista que el PC había cumplido históricamente hasta 1973. En otras palabras, Teillier parece tener la convicción estratégica de los beneficios de permanecer en el bloque oficialista y seguir siendo parte del gobierno. Sus señales desafiantes hacia el Ejecutivo en medio de la discusión del reajuste se explican por causas diferentes: presionado internamente por quienes observan que el partido pierde influencia en el mundo sindical, representó un intento de salvaguardar la relación del PC con los trabajadores, bastante debilitada luego de la tramitación de la reforma laboral y los episodios posteriores. A diferencia de lo que había ocurrido hasta la actualidad, en definitiva, en las últimas semanas se ha cristalizado que no existe una voz única en el partido sobre la conveniencia de mantenerse en la Nueva Mayoría, como quedó en evidencia en la discusión interna del comité central, del 12 de noviembre pasado. 

 Justamente cuando el bloque tiene el riesgo de explotar por sus propias fuerzas centrífugas, el comunismo chileno se debate entre mantener la vocación de poder que exhibió en el siglo XX y las consecuencias negativas que les ha traído mantener un pie en el oficialismo y otro en la calle.

No es solo un asunto de números

En las municipales lograron mantener en seis el número de alcaldes: Copiapó, Diego de Almagro, Canela, Los Vilos, La Ligua y Recoleta. Los comunistas, sin embargo, perdieron la comuna simbólica de Pedro Aguirre Cerda, donde la alcaldesa Claudina Núñez gobernaba desde 2008. “Fue una pérdida importante, un golpe duro”, analizaba un boletín de la Comisión Nacional de Propaganda (CNP) del partido, que circuló entre los militantes luego de las elecciones. Pero donde definitivamente no hubo buenas noticias fue en el número de votos de concejales, donde se mide la votación real de los partidos y conglomerados: respecto de las municipales de 2012, los comunistas perdieron unos 80.000 votos. Teillier responsabilizó sobre todo a la baja participación: “Un elemento es la abstención, a nosotros nos afectó (…) Yo no pensaba que el partido pudiera tener una baja de este tipo, pensaba que no nos iban a poner en el cuadro general de la corrupción, porque nosotros no tenemos esos casos, mucha gente nos lo dijo en la campaña”, señaló el diputado en entrevista con El Siglo. 

Al menos públicamente, ningún dirigente de la primera línea ha apuntado a que estar dentro del oficialismo y del Ejecutivo haya dañado la base electoral del PC. “El costo lo pagaron los partidos que están en el gobierno y los que no están en el gobierno. Puede haber incidido, pero poco”, contestó Teillier en el semanario. Pero las miradas críticas existen dentro del partido, no son minoritarias como hace apenas tres años y, al menos por ahora, se expresan subterráneamente. Siguen mirando con cierta sospecha este regreso al camino institucional al que Gladys Martin se resistió durante los 15 primeros años de democracia y añoran un PC menos pragmático que el que se observa en la actualidad. 

El PC perdió en las municipales de octubre, efectivamente, pero tampoco tanto comparado con otros partidos como la DC. Para el experto electoral Mauricio Morales, “el PC gana dentro de la Nueva Mayoría, pero la Nueva Mayoría no gana nada con el PC, lo que resulta particularmente crítico para los democratacristianos”. De acuerdo a un estudio divulgado antes de las municipales –pero que se mantiene plenamente vigente luego de las elecciones, afirma Morales–, si los comunistas se mantienen en el bloque subirían un 44% su número de diputados en las próximas parlamentarias. La Nueva Mayoría, mientras, aumentaría apenas un 2,3%. Para el analista ligado a la DC, en definitiva, el eventual quiebre de la coalición no causaría mayores daños para la DC, PS, PPD, PRSD, pero complicaría a los comunistas que pretenden pasar de seis a 10 diputados en las parlamentarias de noviembre de 2017 y obtener al menos un senador. 

Estas son las cuentas que alimentarían a Teillier a evitar una salida de la Nueva Mayoría y perseverar en la conformación de un gobierno, donde tienen representación en diferentes niveles del Estado. Este sector estima que no alcanza con un pacto instrumental con el Frente Amplio de los diputados Gabriel Boric y Giorgio Jackson con miras a las parlamentarias de 2017. Pero en el PC chileno no todo se mide por los resultados electorales. La fuerza territorial, la influencia en los sindicatos y la capacidad de organización tienen un espacio central para el partido. Justamente lo que, a juicio de la discreta disidencia, se ha perdido desde el ingreso a la Nueva Mayoría. 

El fantasma de Mitterrand 

En un escenario de estrechez económica como el actual, resulta de mayor complejidad para el PC mantener un pie en el oficialismo y otro en la calle. En la discusión sobre el reajuste fiscal quedó en evidencia que existen asuntos no resueltos en el partido y Teillier quedó en una situación extremadamente compleja. El diputado tuvo que negociar con la Nueva Mayoría y el Ejecutivo determinadas fórmulas que le permitieran balancear la presión interna y esta situación explicaría que la semana pasada, finalmente, no pudiera entregar los votos de su bancada al veto aditivo y tuviera que endurecer su discurso público en favor de los trabajadores. De acuerdo a la mirada del propio gobierno, sin embargo, hasta el final los principales líderes comunistas intentaron ejercer un papel de contención y servir de puente hacia el movimiento sindical. El ministro del Interior, Mario Fernández, este miércoles hizo una mención especial al papel que jugó el PC en la aprobación del reajuste. 

 Las tensiones internas existen: “Para los confundidos, esto es más simple. En el Congreso la abstención suma al rechazo, porque significa no dar aprobación, o sea, rechazar”, escribió en Twitter Camila Vallejo luego de que el Congreso aprobara el 3,2% y su bancada se abstuviera. La ex líder estudiantil se ha mostrado contraria a ceder espacios hacia el centro, como lo ha dejado claro con su rechazo a una candidatura del ex presidente Ricardo Lagos.  

No ha sido gratuito el camino institucional que ha emprendido el PC en los últimos años. Han perdido influencia en las organizaciones universitarias, donde no presiden la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh) desde 2011. No es claro lo que vaya a ocurrir en las próximas internas del Colegio de Profesores. En la CUT podrían perder en las elecciones programadas para 2017, lo que en parte explica la actuación de Bárbara Figueroa en las tribunas del Congreso: debilitada desde la discusión de la reforma laboral, donde los comunistas defendieron asuntos que no eran beneficiosos para el mundo de los trabajadores, la dirigente debía hacer un gesto imponente para mostrarse distanciada del gobierno.  

 Sea como fuere el panorama inmediato para los comunistas en la Nueva Mayoría, donde sectores de la DC esbozan determinadas fórmulas para expulsarlos y mantener solo acuerdos electorales con el partido, el fantasma de Francia en la década de los ochenta está presente en el PC chileno. En 1981, el presidente François Mitterrand incorporó al Partido Comunista (PCF) a su primer gabinete y le concedió cuatro ministerios: Transportes, Salud, Trabajo y Función Pública. Los comunistas, paralelamente, siguieron controlando la Central General de Trabajadores, un organismo similar a la CUT. Al poco tiempo, sin embargo, comenzaron los problemas profundos. El PCF obtuvo continuas bajas de votación en las elecciones posteriores a la presidencial. Consecutivamente, cuando el gobierno decidió renunciar a su proyecto económico de izquierda, asediado por la crisis económica y el alto desempleo, los comunistas decidieron renunciar y volver a la oposición después de tres años en el oficialismo.

La historia se asemeja.

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