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Esta pandemia representa un reto ético

Para evitar una catástrofe, la solidaridad entre las naciones debe ser tan fuerte como dentro de los propios países.

Por: Financial Time, Martin Wolf | Publicado: Miércoles 25 de marzo de 2020 a las 16:10 hrs.
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Foto: Reuters
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El coronavirus sólo busca replicarse. Nosotros buscamos detener esa replicación. A diferencia del virus, los humanos toman decisiones. Esta pandemia pasará a la historia. Pero la forma en que pase moldeará al mundo que deja tras de sí. La actual pandemia es la primera de este tipo en un siglo. Y ha llegado a un mundo que -a diferencia de 1918, cuando se produjo la gripe española- ha estado en paz y goza de una riqueza sin precedentes. Deberíamos ser capaces de gestionarla adecuadamente. Si no lo hacemos, éste será un punto de inflexión hacia una peor situación.

Tomar las decisiones correctas requiere que comprendamos las opciones y sus implicaciones morales. Actualmente nos enfrentamos a dos conjuntos fundamentales de elecciones: dentro de nuestros países y más allá de nuestras fronteras.

En los países de altos ingresos, la elección más importante es cómo detener agresivamente la transmisión del virus. Pero también debemos decidir quién asumirá los costos de esa elección y cómo.

Algunos continúan argumentando que es injusto forzar a la economía hacia una depresión para suprimir la transmisión del virus. Esto, sugieren, causará disrupciones innecesarias. Si se permite, en cambio, que el virus se propague con relativa libertad, podemos lograr "inmunidad de grupo", sustentar la economía y continuar concentrando recursos en las personas vulnerables.

Sin embargo, no está claro que a la economía le iría mejor con esta política de "mitigación" relativamente libre de injerencia que con una de "supresión" determinada. Mucho antes de los cierres impuestos por el gobierno, numerosas personas dejaron de viajar o de ir a restaurantes, a cines o a tiendas. Una decisiva acción para suprimir el virus, y un seguimiento con pruebas y monitorización de nuevas infecciones, bien pudieran acabar con la inevitable crisis económica incluso más pronto que en el caso contrario.

Lo que parece bastante seguro es que al sistema de salud global le iría mucho mejor bajo una supresión que bajo una mitigación. Bajo esta última, ha argumentado el Equipo de Respuesta al Covid-19 del Colegio Imperial, los sistemas de salud del Reino Unido y de Estados Unidos se verían abrumados: a un gran número de personas predominantemente mayores se les dejaría morir sin darles tratamiento. Presumiblemente fue para evitar que esto sucediera en China que el gobierno suprimió el virus tan vigorosamente en Hubei. ¿Pudiera una calamidad de salud que es inaceptable en China ser aceptable en el Reino Unido o en EEUU?

Rol de las autoridades

Sin embargo, los críticos también tienen razón: será imposible cerrar grandes partes de nuestras economías durante mucho tiempo. Si se va a probar la supresión, debe tener éxito rápidamente y el resurgimiento del virus debe ser eliminado. Mientras tanto, los bancos centrales y los gobiernos deben tratar de mantener activa la mayor parte posible de la economía; conservar intacta la mayor cantidad de capacidad productiva posible; y garantizar que las personas, sobre todo las vulnerables, estén generosamente protegidas de cualquier manera que un país considere práctica.

La solidaridad entre las naciones debe ser tan fuerte como dentro de los propios países. La inestabilidad financiera y la inminente recesión (probablemente depresión) que anticipamos infligirán un significativo daño en los países emergentes y en desarrollo. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha determinado que los inversionistas ya han eliminado US$ 83 mil millones de las economías emergentes. La caída de los precios de las materias primas, de las cuales dependen numerosos países emergentes y en desarrollo, también es profunda.

Estos países también tienen que lidiar con la propagación interna del virus y con el debilitamiento de su propia demanda interna. Su capacidad para gestionar estas presiones internas y externas es limitada. El resultado pudiera ser enormes desastres económicos y sociales. El propio FMI ya está haciéndole frente a 80 solicitudes de apoyo financiero rápido. Es probable que las brechas financieras externas agregadas de los países emergentes y en desarrollo superen con creces la capacidad crediticia del FMI.

Estos países vulnerables se beneficiarán si los países de altos ingresos logran suprimir la enfermedad y rescatar sus economías. Pero esto no será cierto a corto plazo. Los países emergentes y en desarrollo necesitarán mucha asistencia. Eso también ayudará a la recuperación económica de cada país. El virus es un reto compartido. También lo es la venidera caída global. La practicidad y las demandas de solidaridad justifican una generosa ayuda.

Lo mismo es cierto dentro de la eurozona. La característica definitoria de una unión monetaria es que los miembros individuales han renunciado al seguro de una autonomía fiscal y de una moneda soberana a favor de los mecanismos colectivos. Durante la crisis financiera mundial, esos mecanismos les fallaron, en gran medida, a varios países miembros. Sin embargo, en ese caso, un argumento moralista pudiera razonablemente argumentar que, en gran medida, fue culpa suya. Esta pandemia no es culpa de nadie. Si la eurozona no puede mostrar solidaridad en una crisis como ésta, su fracaso no será ni olvidado ni perdonado. Las heridas serán profundas, quizás mortales. Sin una visible solidaridad durante una crisis de la que nadie tiene la culpa, el proyecto europeo estará moralmente, tal vez prácticamente, muerto.

Ayuda médica

Además, cualquier ayuda transfronteriza no puede ser puramente financiera. También se necesitará ayuda médica. Un paso crucial será terminar con la avalancha de controles de exportación que están destruyendo las cadenas de suministros médicos.

Afortunadamente, la enfermedad que ahora enfrentamos no es tan grave como las plagas que repetidamente devastaron las vidas de nuestros antepasados. Sin embargo, sigue siendo algo que prácticamente ninguna persona viva ha experimentado. La pandemia representa un reto práctico que debe afrontarse con decisiones bien informadas. Pero también representa un reto ético. Debiéramos reconocer ambos aspectos de las decisiones que tenemos que tomar.

¿Los líderes proyectan calma y usan la razón? ¿Derrotamos la enfermedad mientras minimizamos el daño económico? ¿Nos aseguramos de que las personas y los países más débiles estén protegidos? ¿Elegimos la solidaridad en vez de la hostilidad y la responsabilidad global en vez del nacionalismo aislacionista? ¿Buscamos legar un mundo pospandémico mejor, no uno peor? A diferencia de los virus, los seres humanos tienen opciones. Haz tu elección adecuadamente.

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