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¿Cómo acelerar el crecimiento en la región? Al fin empieza a sentirse la mano de Macri en Argentina

Hubo que esperar que la actividad industrial, el desempleo y los índices de pobreza tocaran fondo para que el rebote económico empezara a sentirse.

Por: Ariel Cohen | Publicado: Lunes 13 de noviembre de 2017 a las 04:00 hrs.
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El tercer semestre llegó. Desde que asumió Mauricio Macri la presidencia de la Argentina en diciembre de 2015 con una economía paralizada, las vertiginosas reformas promercado que encaró en el inicio prometían un “segundo semestre” con “brotes verdes”. Se marchitaron de esperar.

Tuvo que llegar febrero de este año, después de que la actividad industrial, el desempleo y los índices de pobreza tocaron fondo, para que el rebote empezara a sentirse. Al menos en los indicadores. En septiembre, la recuperación económica volvió al nivel de julio de 2015, informó el normalizado Indec. La estabilización y crecimiento sostenido de siete meses empezaron a sentirse en la piel social. Los índices de confianza habían caído, a principios de este año, a los mínimos desde el insospechado triunfo de Macri sobre la maquinaria kirchnerista en las presidenciales de octubre de 2015.

¿Cómo se gestó la recuperación? En oposición al modelo populista de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, Cambiemos pretendió en el arribo al poder la instrumentación rápida de reformas reclamadas con fuerza por los sectores medios, las empresas y los bancos. Pero Macri se topó con la inflación desatada tras la devaluación y transparentación del mercado de cambios: la clase empresarial respondió trasladando a los precios finales la actualización de los precios de los insumos originada en el salto del tipo de cambio. Una espina que Macri no se priva de sacar a relucir en cuanto puede.

Promesas de cambio y de crecimiento en seis meses fueron claudicando. Hasta principios de este año, cuando los índices, de la mano de un repunte del consumo proveniente de las actualizaciones de jubilaciones y los nuevos acuerdos salariales, empezaron a hacerse sentir.

Ya en el arranque de la gestión, Macri y su gabinete tomaron distancia de las posiciones más radicales y liberales dentro de la coalición triunfante en 2015. Demoró lo que tomó el anuncio y la anulación de un aumento de tarifas de electricidad y gas para intentar liberar las cuentas públicas de gran parte del peso de los precios subsidiados. El golpe de realidad que les pegó la opinión pública (y la Justicia) a los ajustes superiores a 400%, impusieron un cambio de orientación. Nació el gradualismo versus el shock: una fuerte presencia del Estado en la asistencia social, racionalización moderada del sector público, actualización de remuneraciones a los pasivos, impulso a la obra pública, blanqueo de capitales que permitió ingresos fiscales extraordinatrios; moderación en el rol de árbitro gremial y convalidación de los ajustes salariales por encima de la inflación.

Apoyo en las urnas

A casi dos años de gobierno, Cambiemos logró en octubre una relevante victoria legislativa basada en la sensación térmica de una recuperación modesta. Miguel Angel Broda, del Estudio Broda y Asociados, el más reputado consultor de la plaza financiera argentina, asegura que se concretó con un aluvión de créditos movilizados por el Estado: volvió el crédito, gran ausente desde los ‘90. Motorizados desde el Estado, los préstamos comerciales se incrementan al 20% en los últimos doce meses, los hipotecarios -luego del establecimiento de una fórmula similar a las UF, la UVA, que actualiza el capital por inflación- al 78%, los prendarios, 37%, y los personales, 33,5%. La cuenta se paga con un fluido endeudamiento externo, que presiona a la baja al tipo de cambio, tornando menos competitivas las exportaciones y acrecentando la cuenta de intereses.

La postergación de una profunda reforma del Estado detenida en sus albores por el impacto político que provocó sus amagues iniciales, volvió a la agenda luego del triunfo. El gradualismo estatuido por el gobierno implicó postergar -o moderar-el recorte del extremo déficit fiscal. Para este año, la meta del gobierno es reducirlo a 4,2%. Llevarlo a 3,5% el año próximo es la meta más ambiciosa.

La inflación no ha podido ser domada, y es la principal deuda oficial. La solución monetaria extrema (tasas de interés de referencia de 28,75%), para no llegar a una meta de inflación para este año de 17% en la banda superior y con un probable cierre de 25%, muestra que la herencia es más resistente que lo proyectado por Cambiemos.

Jorge Vasconcelos, investigador jefe de la Fundación Mediterránea, opina que en las últimas elecciones, donde Cambiemos obtuvo un 41% de los votos a nivel nacional, fue una “renovación positiva del beneficio de la duda”.

Para el gobierno fue suficiente para la puesta en marcha de un programa de reformas fiscales y laborales, que según el consenso unánime de economistas, es insuficiente pero está en la dirección correcta: la flexibilización de las condiciones de contratación y desvinculación de personal; la eliminación de impuestos en cascada a las ventas; la extensión del impuesto a las ganancias a las rentas financieras; la desgravación progresiva de las utilidades de empresas reinvertidas, entre otras.

“Se trata de medidas para fomentar el empleo y combatir la informalidad; están en dirección del crecimiento de la economía”, asegura el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne.

Habrá que ver si es suficiente para movilizar y atraer la inversión, y crear empleo, materias demoradas y pendientes, como la de la reducción de la inflación, con las que esta administración pretente pasar a la historia. A partir, tal vez, del cuarto semestre. 

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