Andrés Sanfuentes

La “fiesta” de Magallanes contra el centralismo

Las políticas de regionalización no funcionan adecuadamente. El mejor ejemplo es lo escasamente efectivas que han sido las franquicias tributarias en las zonas extremas

Por: Andrés Sanfuentes | Publicado: Miércoles 9 de febrero de 2011 a las 05:00 hrs.
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La paralización de actividades en Magallanes pilló al gobierno de sorpresa. Durante esos días las autoridades regionales estuvieron ausentes, pareció que no existían. Santiago dio palos de ciego, pasando desde la oferta de subsidios a la aplicación de la ley de Seguridad Interior del Estado y, finalmente, anticipó un cambio de gabinete que permitió el envío del nuevo biministro con una varita mágica; sin embargo, llegó cuando el conflicto ya estaba resuelto, gracias a nuevos subsidios.



El último episodio reflejó las dificultades de que tiene el gobierno para enfrentar las manifestaciones ciudadanas; se agregó a las anteriores del conflicto mapuche en la Araucanía, los fruteros del Valle Central y la Isla de Pascua. Ha oscilado entre el diálogo y la dureza, sin clarificar una estrategia para enfrentar este tipo de demandas.

La última encuesta de Adimark reflejó el efecto en la población. Por primera vez, desde que se inició la Administración Piñera, el porcentaje de aprobación resultó menor al de rechazo, tanto a la figura presidencial como a su Gobierno.

Aparte, de la coyuntura, la “fiesta” de Magallanes refleja la existencia de un conflicto profundo entre Santiago y las regiones y que se expresa cada cierto tiempo en profundas manifestaciones de insatisfacción en distintos lugares: Punta Arenas, Arica, Valparaíso, los sectores rurales de la IV Región, San Antonio, son algunas expresiones de lo mismo: rebeldía ante la enorme concentración del poder en la capital, especialmente de las decisiones.

El reclamo de Magallanes es por su aislamiento, no ser oído por las autoridades centrales, el hecho que todo se resuelve en Santiago. Porque sus indicadores económico-sociales superan claramente los promedios nacionales. El precio del gas es una anécdota, pero que se suma a la lenta y persistente desaparición de la ENAP en Magallanes, problema que el país no enfrenta.

La primacía de la capital es muy antigua. Ya en los inicios de la República el conflicto con las provincias se resolvió tempranamente; en 1851, con la derrota de las fuerzas penquistas del general Cruz y de los Gallo en Copiapó. Posteriormente, el incipiente dinamismo de Valparaíso sucumbió no sólo por la apertura del canal de Panamá y el terremoto de 1906, sino ahogado por Santiago; su decadencia ha sido prolongada.

En la cultura de los chilenos, santiaguinos y provincianos, está profundamente enraizado el sentimiento que “manda” la capital. No solamente por ser una República unitaria, no federal, y que los poderes del Estado (Ejecutivo, Judicial e incluso Legislativo, si no se cree en la broma del Parlamento en el puerto) estén en la capital, o que la aglomeración de la población en Santiago corresponde al fenómeno natural del proceso de migración campo-ciudad. La concentración es tal que todo líder que quiere resaltar sabe que tiene que emigrar a la capital, donde está en centro político, intelectual, universitario, cultural, artístico y también económico y financiero. En regiones, los dinamismos tienen dificultades para robustecerse y generar centros atractivos.

El Informe Territorial de la OCDE de 2009, refiriéndose a que la brecha de productividad entre Chile y el promedio de sus miembros se ha ampliado en los últimos años, señala como una de las causas que “el desempeño varía marcadamente entre las distintas regiones de Chile… y están fuertemente asociadas a grandes disparidades en la productividad laboral”. Es normal que en países que han tenido un rápido crecimiento se generen esas diferencias, porque hay sectores y zonas que crecen con rapidez, mientras otras se estancan, pero en el último decenio Chile ha crecido con lentitud y las desigualdades no se corrigen.

Luego, las políticas de regionalización no funcionan adecuadamente. El mejor ejemplo es lo escasamente efectivas que han sido las franquicias tributarias en las zonas extremas.

Algunos reclaman políticas selectivas, cuando la estrategia de desarrollo que ha tenido Chile se basa en la aplicación de la transversalidad, el tratamiento no discriminatorio para sectores productivos y regiones, pero nos estamos quedando trancados.

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